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Me mola Napoleón y no sé por qué
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María Gelpí

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Me mola Napoleón y no sé por qué

¿De dónde nos viene la fascinación por este personaje? ¿Fue héroe o villano? Si recordamos personajes del pasado y reconstruimos sus narrativas, no es por ellos, sino por nosotros

Foto: Una estatua de Napoleón en Ruán. (EFE/Ville de Rouen)
Una estatua de Napoleón en Ruán. (EFE/Ville de Rouen)
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Tengo unas ganas tremendas de ver la nueva peli de Napoleón y reconozco que no es tanto por la veneración que le tengo a Ridley Scott o el morbo que me da su reencuentro con Joaquin Phoenix, sino por mi fascinación por el personaje, sin saber muy bien por qué. Goethe expresó lo mismo de esta manera: "La historia de Napoleón me produce una impresión semejante a la del Apocalipsis de San Juan. Todos sentimos como si debiese haber en ella algo más, pero no sabemos el qué".

Hace tan solo un par de años, durante las celebraciones del bicentenario de la muerte de Napoleón, con la película de Scott ya en marcha, se levantó la polémica sobre si su consideración para la Historia debía ser la de héroe o la de villano. Esto viene de lejos, si nos fijamos en algunas de las biografías existentes. Mientras que el historiador Desmond Seward lo demoniza en su libro Napoleón y Hitler, Emil Ludwig lo glorifica en su imponente biografía, por su destreza en la poliorcética militar, al tiempo que lo elogia por su mérito en la expansión de los valores ilustrados. Jean Tulard, por su parte, muestra una biografía (en castellano, editada por Crítica), abierta a las hipótesis y los juicios, mucho más ponderada.

Ridley Scott: "Lo comparo con Alejandro Magno, Hitler, Stalin. Pero también destacó por su coraje"

Antes de su estreno, la película del director inglés, al que siempre le ha fascinado tanto el futuro como el pasado (no olvidemos que su primera película de 1977 fue Los duelistas, ambientada en la Francia napoleónica), ha provocado ya controversia por las desafortunadas declaraciones que hizo Ridley Scott hace unas semanas, en rueda de prensa: "Lo comparo con Alejandro Magno, Adolf Hitler, Stalin. Tiene muchas cosas malas en su haber. Pero al mismo tiempo destacó por su coraje, su poder y su dominio. Fue extraordinario".

Pierre Branda, director académico de la Fundación Napoleón, o Charles Esdaile, profesor emérito de Historia en la Universidad de Liverpool, entre otros, han puesto el grito en el cielo por el anacronismo de la comparación con los dictadores del siglo XX. Esdaile arremetió en declaraciones posteriores contra el director y contra la que llamó "Pérfida Albión" por la nefasta propaganda contra Napoleón, señalando los ideales constructivos de la Revolución que movieron al general francés, en lo que parece un revival de las viejas pugnas entre Francia y Reino Unido. Aunque Esdaile afirma que Napoleón "era un individuo repugnante", matiza que "la ideología racial que sustentaba el régimen nazi simplemente no existía".

placeholder Napoleón y Josefina, una pareja turbulenta.
Napoleón y Josefina, una pareja turbulenta.

Sabemos que Napoleón aprovechó un momento de inestabilidad política para abolir el poder del parlamento que representaba la sociedad civil y expandir su imperio mediante la conscripción obligatoria de todos los varones, con la consecuente muerte de miles de soldados y civiles. Consolidó su poder mediante el control de la prensa y la limitación de la libertad de expresión, buscó enriquecerse y promover los intereses de Francia en Europa y el resto de continentes, sometiendo naciones enteras bajo su dominio, lo que llevó a la anexión y ocupación de numerosos territorios y a la imposición de la esclavitud en países como Haití. Napoleón fue siempre muy consciente del poder de las artes y las ciencias. Por eso las robó cuanto pudo y las utilizó para su provecho, incluyendo toda iconografía que le hiciera parecer un dios o un emperador atemporal. Su misoginia y sus incontables amantes no le privaron de su obsesión por Josefina, patente en más de 250 cartas, que bien podrían darnos cuenta de las pasiones y traumas más íntimos de Napoleón, teniendo en cuenta que padecía de estreñimiento crónico, tenía fobia a los gatos, era ciclán (le faltaba un testículo) y su pene medía unos cuatro centímetros de longitud, lo que no impidió que, en 1997, acabara "en manos" de un urólogo americano por casi cuatro mil dólares.

Foto: Las tropas francesas de Napoleón Bonaparte se rinden ante las españolas en Bailén  el 19 de julio de 1808 según un cuadro de Casado de Alisal (1864)

Fue un auténtico dictador, pero también abolió los privilegios feudales, fundó los liceos, ideó un sistema tributario proporcional, impulsó la reforma en el derecho para la constitución de los códigos modernos y estableció garantías jurídicas como la presunción de inocencia. Además, solo era bajito en la contrapropaganda inglesa, que ya sabemos por Waterloo cómo se las gastaban con "Buonaparte", desde entonces hasta la posteridad. No olvidemos que el cerdo que toma el poder en Rebelión en la Granja de Orwell se llamaba Napoleón, cosa que llevó a la prohibición, en Francia, de ponerle de nombre Napoleón a cualquier cerdo, normativa que todavía hoy sigue vigente. Curiosamente, uno de los videojuegos de la saga británica Total War está íntegramente dedicado a Napoleón, como el no va más en juegos de estrategias.

Ridley Scott no es, ni mucho menos, el primero en atreverse en el cine con el personaje de Napoleón. Se cuentan por decenas las películas y series en las que tiene un papel protagonista. Baste nombrar la de Abel Gance, estrenada en 1927, un filme mudo en el que ya se experimentaba con la proyección en tres pantallas simultáneas. Por otro lado, sabemos que el Napoleón interpretado por Marlon Brando en Desirée (1954) le ha puesto el listón muy alto a Joaquin Phoenix. Pero, quizá, la mejor película sobre Napoleón, es la que planeó y nunca hizo Stanley Kubrick, para la que examinó más de 18.000 documentos y elaboró unas 25.000 fichas. Decía sobre el personaje: "Me fascina. Su vida ha sido descrita como un poema épico de acción. Su vida sexual era digna de Arthur Schnitzler. Fue uno de esos pocos hombres que mueven la historia y moldean el destino de su propia época y de las generaciones venideras". No en vano, recuerda lo que el mismísimo Hegel creyó ver representado en Napoleón a su paso por Jena, que no era otra cosa que el espíritu objetivo de la Historia.

Hay que considerar que pocos héroes del pasado superarían hoy el juicio de la Historia

Y es que ahí está la clave de la fascinación por Napoleón, por su papel fundamental en los hechos históricos. Es importante señalar que, si recordamos personajes del pasado y reconstruimos sus narrativas, no es por ellos, sino por nosotros. Someterlos a juicio, para santificarlos o condenarlos, no es más que una proyección laica de los santos, sin despreciar en absoluto el efecto que los héroes tienen sobre los valores sociales. Courbet se dio cuenta de ello y por eso mandó derribar la columna Vendôme, alzada a mayor gloria de las hazañas napoleónicas, en tiempos de la Comuna de París, aunque luego le hicieron pagar la reconstrucción que todavía hoy podemos ver. Pero hay que considerar que pocos héroes del pasado superarían hoy el juicio de la Historia. Esto nos debería llevar a pensar cuáles de nuestras sanas costumbres de ahora serán en el futuro calificadas de inhumanas o perversas. Aprender de la Historia no es clasificar entre buenos y malos, sino analizar los hechos desde la perspectiva de fenómenos constantes como la personalidad autoritaria, las relaciones de poder, la opresión y la dependencia, para evitar los males del presente.

Creo que el personaje de Napoleón nos seguirá fascinando por su apariencia de hombre corriente, por su vida de glorias y miserias, por sus grandezas y sus bajezas. Su vida bien podría resumirse con una de las frases que se le atribuyen: "De lo sublime a lo ridículo, no hay más que un paso". Aunque, para Napoleón, ese paso fue siempre el de Calais.

Tengo unas ganas tremendas de ver la nueva peli de Napoleón y reconozco que no es tanto por la veneración que le tengo a Ridley Scott o el morbo que me da su reencuentro con Joaquin Phoenix, sino por mi fascinación por el personaje, sin saber muy bien por qué. Goethe expresó lo mismo de esta manera: "La historia de Napoleón me produce una impresión semejante a la del Apocalipsis de San Juan. Todos sentimos como si debiese haber en ella algo más, pero no sabemos el qué".

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