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Un cráneo como copa: así reutilizaban los huesos de los muertos en el Neolítico en Córdoba
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Un cráneo como copa: así reutilizaban los huesos de los muertos en el Neolítico en Córdoba

Un grupo de científicos de Suiza y España detallan cómo trataban a los muertos nuestros antepasados y qué hacían después con sus restos

Foto: La cueva de los mármoles, en Priego de Córdoba (EFE)
La cueva de los mármoles, en Priego de Córdoba (EFE)

Le conocían, le habían enterrado, pero decidieron perforar su cráneo para darle otro uso. Algo parecido a una copa, a un cuenco en el que guardar especias o, quién sabe, un material con el que pintar las paredes. En el que encontraron los investigadores de la cueva de los Mármoles, en Priego de Córdoba, había dentro un polvillo rojo que había sido usado como colorante. En cualquier caso, el cráneo, que tan felizmente había pertenecido a su dueño, tuvo otra vida después de que este hubiera muerto.

Este es uno de los hallazgos de los científicos Zita Laffranchi y Marco Milella de la Universidad de Berna (Suiza) y Rafael Martínez Sánchez, de la Universidad de Córdoba, además de otros colegas, publicado en la revista Plos One y que detalla los enterramientos en esta cueva en la época del Neolítico y cómo en muchas ocasiones los restos se reutilizaban para todo tipo de prácticas. Al cráneo convertido en cuenco, por ejemplo, se une una tibia que sirvió también como herramienta. Descubrimientos que se han probado en otras cuevas de la península Ibérica y que dicen mucho de cómo trataban a los muertos nuestros antepasados, aunque, según los científicos, el significado cultural de esta reutilización todavía no está muy claro.

Al cráneo convertido en cuenco, por ejemplo, se une una tibia que sirvió también como herramienta

Los investigadores han datado en total siete muestras mediante la prueba de radiocarbono. Algunas de ellas correspondían al Neolítico reciente (entre 3.800 y 3.900 años a.C.), otras a la Edad del Cobre (unos 2.500 años a.C.) y un tercer grupo la Edad del Bronce (unos 1.300 años a.C.). Según Rafael Martínez, investigador de Prehistoria de la Universidad de Córdoba y uno de los autores de este estudio "correspondían a doce individuos de ambos sexos y diferentes edades, desde niños hasta lo que en aquellos tiempos se podía considerar una edad avanzada, unos 60 años" que se hallaban enterrados en esta cueva de unos 2.500 metros cuadrados. Fue así como se documentaron las modificaciones post mortem intencionales en los huesos, incluidas fracturas y raspaduras que también podrían haber resultado de los esfuerzos por extraer médula y otros tejidos para poder utilizar el hueso como herramienta.

No canibalismo

El primero de estos periodos, que corresponde al Neolítico, coincide con la generalización del uso de los dólmenes, concebidos para albergar enterramientos colectivos. Por tanto, se trata de una época en la que confluye un mayor desvelo por los antepasados. Esta coincidencia entre el primer periodo de enterramiento de la cueva de los Mármoles con el inicio del Megalitismo, junto con el hecho de que las marcas de los huesos no parezcan compatibles con el consumo, refuerza la idea del grupo de investigación de que se trata de una gestión de limpieza con la que preparar los restos humanos y que puedan ser usados como instrumento en un momento dado.

placeholder Tibia hallada en la Cueva de los Mármoles (Plos One)
Tibia hallada en la Cueva de los Mármoles (Plos One)

Como sostiene Martínez Sánchez, “parece que hay una idea de agrupar a los muertos en un mismo sitio, limpiar los restos y utilizar los huesos como instrumento, quizás relacionados con algún tipo de ritual realizado en el interior de la cavidad”.

Descubrimiento en los 60

Aunque ya había alguna noticia sobre la Cueva de los Mármoles en los años treinta, fue el pionero de la arqueología cordobesa Juan Bernier Luque quien dio a conocer este yacimiento a mediados de los años 60. Así lo describió cuando lo encontró:

“Sobre la meseta caliza, invisible hasta no llegar a ella, se abre una profunda hoya de cerca de 10 metros de profundidad y con un diámetro de unos 40 metros, dimensiones que sobrecogen, sobre todo, cuando mirando a lo profundo se ve la tiniebla del gran arco de entrada como una puerta de los abismos. Verdaderamente este insospechado pozo en la tierra sobrecoge con su salvaje contundencia geológica. Bloques derruidos, grietas, rocas bamboleantes, enormes coladas estalagmíticas, oscuros agujeros laterales, brechas y conglomerados, presentan una maravilla de colores térricos que hacen juego con una arisca vegetación de oscuros verdes y con la paleta geológica de las sales de hierro, del cobre o de los albos yesos, que podrían dar una lección cromática a Benjamín Pelencia, a Ortega o a Tapies, con sus coloridos de materia radiante y de eternidad pura”.

Le conocían, le habían enterrado, pero decidieron perforar su cráneo para darle otro uso. Algo parecido a una copa, a un cuenco en el que guardar especias o, quién sabe, un material con el que pintar las paredes. En el que encontraron los investigadores de la cueva de los Mármoles, en Priego de Córdoba, había dentro un polvillo rojo que había sido usado como colorante. En cualquier caso, el cráneo, que tan felizmente había pertenecido a su dueño, tuvo otra vida después de que este hubiera muerto.

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