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"Dios es mujer": Sinéad O’Connor, la cantante que aspiró a ser "feliz en su locura"
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Muere a los 56 años

"Dios es mujer": Sinéad O’Connor, la cantante que aspiró a ser "feliz en su locura"

Quedará siempre asociada a sus irregularidades sentimentales y al desastre familiar, pero sobre todo a la poderosa fuerza de su voz cristalina

Foto: Sinéad O'Connor. (EFE/EPA/Ennio Leanza)
Sinéad O'Connor. (EFE/EPA/Ennio Leanza)

"Dentro de 50 años viviré en Etiopía y tendré una gran plantación de marihuana. Estaré supermaquillada y seré ciega. Pagaré a hombres sexies para que vengan a leerme libros. Seré feliz en mi locura". Así proyectaba su futuro Sinéad O’Connor hace 25 años. Meses atrás, había anunciado su retirada tras la polémica causada tras romper una foto del papa Juan Pablo II, en pleno directo televisivo y a modo de grito contra las agresiones sexuales cometidas por sacerdotes católicos. El mundo se le echó encima.

Fue valiente, pionera, brava, tuvo razón en muchas cosas y se equivocó terriblemente en otras. Vivió mucho en poco tiempo

Pero cambió de idea y regresó de tapadillo, en una breve gira por Inglaterra en recintos pequeños, en la que consiguió lo que se proponía: que casi nadie se fijara en ella. Apenas permitió como acompañamiento a un periodista —el que ahora escribe esta necrológica—, y hasta le permitió viajar en su autobús-hotel de ciudad en ciudad. En una gasolinera, paramos a estirar las piernas y subió con un periódico donde se leía: “Muere Jeff Buckley ahogado en el Misisipí”. Luego, otra vez en ruta, hablando de la relación de amor incondicional que existe entre una madre y su hijo, dijo: “Dios es mujer”. En toda la gira, no se quitó esa camisa con el estampado de Juana de Arco en la hoguera. En esa época, no estaba rapada. “El pelo es el termómetro de mi estado de ánimo”, decía sin enfocar la mirada en nada.

Foto: Sinéad O'Connor, durante una actuación en Dublín en 2003. (Getty)

La justicia, la rabia, el abuso, la maternidad, lo sagrado y la herejía; Dios y sus encarnaciones en Cristo, Mahoma o Jah definieron su tormentosa vida, que arrancó en Glenagery, Irlanda, en 1966. Sus padres se separaron cuando ella tenía ocho años. Aunque la custodia correspondía al padre, ella se escapó para volver con su madre, “una desequilibrada física, verbal, psicológica, espiritual y emocional”, que abusó de ella, “sexualmente incluso”, y pronto se mató en un accidente de coche. Sinéad volvió con su padre, pero, detenida por hurtos menores, fue a parar a un internado. Se escapó para ganarse la vida como camarera en un restaurante de comida rápida en Dublín, y para dedicarse a la música, primero en una banda llamada Ton Ton Macoute, luego junto al grupo folk In Tua Nua y por fin con su renombrado debut solista, el álbum The Lion and the Cobra, de 1987.

El mundo la conoce a partir de su interpretación de una canción que Prince ni se acordaba de haber compuesto, "Nothing Compares 2U"; en particular de su videoclip, un sobrecogedor plano secuencia que hace subir las acciones de la MTV. Corre 1990 y Sinéad se va a vivir a Los Ángeles, para vivir como cree que debe vivir la estrella mundial que es. Allí lo hace todo mal: renuncia a tocar después de que suene el himno estadounidense, denuncia la connivencia de las industrias discográfica y armamentística, dice que el IRA le cae bien; se pelea con todo Dios.

placeholder Sinéad O’Connor rompe una foto del papa Juan Pablo II.
Sinéad O’Connor rompe una foto del papa Juan Pablo II.

Su discografía a partir de ahí transcurre con discreción: su público la asocia con Prince, pero ella quiere cada vez más parecerse a su ídolo de siempre, la cantante Nóirín Ní Riain, autoridad del canto gregoriano, teóloga y voz tradicional del folklore gaélico. En paralelo, su actitud riot grrrl se vuelve indistinguible de su bipolaridad, que sus médicos confirman en 2003. Recorre todos los arcos imaginables en materia sexual (hetero, lesbiana, bisexual), espiritual (de meterse a monja a terminar en el islam) y política.

Ciega, maquillada y etíope, pudo llegar a ser; “feliz en su locura”, cuesta creerlo. Quedará siempre asociada a sus irregularidades sentimentales —cuatro bodas, la última de ellas con un terapeuta con quien duró 16 días— y al desastre familiar —su hijo Shane, de 17 años, se suicidó en 2022—, pero sobre todo a la poderosa fuerza de su voz cristalina, que no solo queda en la docena de discos que llegó a grabar, sino en sus incontables colaboraciones, algunas de ellas con artistas del fuste de Massive Attack, Shane McGowan, U2, Peter Gabriel o The Dubliners. Fue valiente, pionera, brava, tuvo razón en muchas cosas y se equivocó terriblemente en otras. Vivió mucho en poco tiempo; tal vez más del que ella quiso.

"Dentro de 50 años viviré en Etiopía y tendré una gran plantación de marihuana. Estaré supermaquillada y seré ciega. Pagaré a hombres sexies para que vengan a leerme libros. Seré feliz en mi locura". Así proyectaba su futuro Sinéad O’Connor hace 25 años. Meses atrás, había anunciado su retirada tras la polémica causada tras romper una foto del papa Juan Pablo II, en pleno directo televisivo y a modo de grito contra las agresiones sexuales cometidas por sacerdotes católicos. El mundo se le echó encima.

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