Es noticia
No digas 'Barbie' ni 'Oppenheimer'. Di 'Barbenheimer'
  1. Cultura
María Gelpí

Por

No digas 'Barbie' ni 'Oppenheimer'. Di 'Barbenheimer'

En la línea de memes a lo #Barbenheimer, podríamos decir que, mientras que la bomba atómica fue fabricada en los EEUU y lanzada en Japón, Barbie fue fabricada en Japón y lanzada en los EEUU

Foto: Cartel hecho por fans del 'Barbenheimer'. (Twitter)
Cartel hecho por fans del 'Barbenheimer'. (Twitter)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

En plena crisis de la industria del cine de Hollywood, con el sindicato de guionistas en huelga y el de actores en comandita, con la petición bajo el brazo de que se pongan límites a la creación de contenido mediante inteligencia artificial, se estrenaron el pasado jueves, día 20 de julio, las dos películas más esperadas de la temporada. La consideración de Barbie y Oppenheimer como películas situadas en polos opuestos, empezó a generar en redes un fenómeno fandom bajo el requerimiento de: "¿Tú eres más de Barbie o de Oppenheimer?", que incitaba a posicionarse. El falso dilema llevó al famoseo de turno a exhibir entradas dobles para gozar o padecer con las dos películas el mismo día, en lo que se ha llamado el Barbenheimer, con entrada en Wikipedia y chorrón de memes, la mejor campaña de marketing hasta hoy.

Pero antes de buscar una relación con más fundamento entre ambas películas, sin ánimo de hacer una crítica al uso, hay que explicar algunas cosas sobre ellas. Por un lado, la Barbie de Greta Gerwig no es tan ingenua como a primera vista parece y no me refiero a la censura que ha sufrido en Filipinas por mostrar la línea de nueve puntos en un dibujito que pasaría desapercibido a cualquiera que no tuviera un conflicto territorial con China. Esta directora, que otrora fue querida por la crítica de cine independiente por películas notables como Lady Bird (2017), presenta una Barbie que, acostumbrada al mundo ideal de color de rosa, en sentido literal y figurado (de hecho, el rodaje acabó con las existencias del rosa de la empresa Rosco, pantone 219C), se ve obligada a ir al mundo real, que es asquerosamente machista, como si la propia creación de Barbie no lo fuera.

En una concatenación de bromas de guion, algunas agudas y brillantes, se parodia, desde el dilema de las pastillas de colores de Matrix, hasta el propio origen de la muñeca, pasando por los directivos de la casa Mattel, sin dejar títere o, mejor dicho, hombre con cabeza. Pero lo que parece un batiburrillo de contradicciones a golpe de gag, no es otra cosa que un lavado de cara de la muñeca, un Pinkwashing en sentido literal, paradigma ahora de la lucha feminista.

A nadie se le escapa que la Barbie de Mattel se ha ido adaptando a las exigencias del mercado, desde el principio de sus tiempos, cuando empezó a producirse, en 1965, en una fábrica de juguetes a las afueras de Tokio. Desde que su creadora Ruth Handler, cofundadora de la empresa de juguetes Mattel junto a su esposo Elliot Handler, comprara los derechos de la muñeca Bild Lilly, nacida como dibujo picante para el diario sensacionalista alemán Bild-Zeitung y reconvertida en la primera muñeca adulta para niñas, Barbie no ha parado de querer gustar a todo el mundo.

El mismo look de chica embutida en un vestido rosa chicle, icono de bulímicas, es ahora un icono feminista y una máquina de hacer dinero

Bajo el lema neoliberal de "tú puedes ser lo que quieras", aunque la Barbie de la película no tiene profesión alguna, asumió todos los trabajos imaginables, empezó a cambiar su tono de piel, el color de su pelo y a perder sus proporciones imposibles. Había dotado a la imaginación de las niñas de promoción social y bienes de consumo, pero les ponía el listón altísimo, con eso de ser la mejor en todo. Las primeras palabras que articuló una Barbie verborrea fueron "¡las matemáticas son difíciles!" y "¡vámonos de compras!". Así que, a partir de la década del 2010, Barbie empezó a ser más del montón, mostrando, no ya lo que podrías ser, sino lo que nunca querrías ser, con la Barbie en silla de ruedas, con una prótesis, con vitíligo o con sonotone, pasando de ser la muñeca de los sueños, a la muñeca identitaria.

Si en 1994, para su 35 aniversario, se editó el icónico libro The Art of Barbie con un aplastante elenco de artistas masculinos que la reinterpretaban, como Andy Warhol, Yves Saint Laurent, William Wegman, Calvin Klein, Vidal Sassoon o Milo Manara, ahora es Greta Gerwig la que propone un cambio de paradigma y hacer del rosa Barbie un símbolo contra el patriarcado. El mismo look de chica embutida en un vestido rosa chicle, icono de bulímicas, es ahora, por arte de birlibirloque y unas cuantas tallas más, un icono feminista y una máquina de hacer dinero, retroalimentada por marcas como Zara, Kipling, GAP o Aldo, a las que se sume el mismo buscador de Google porque, a ver la película, hay que ir de rosa Barbie.

Foto: La cantante Rosalía en el Granca Live Fest. (EFE/Ángel Medina G)

Por otro lado, el Oppenheimer de Christopher Nolan, se presenta como una película mucho más notable para la crítica, aunque menos rentable en taquilla. Cuenta el papel del célebre físico en el Proyecto Manhattan y trata cuestiones como las ambiciones científicas, el terror político, el drama judicial del macartismo y la búsqueda de la redención, cuestión que trataría Günther Anders a raíz de su correspondencia con Claude R. Eatherly, recogida en el Piloto de Hiroshima. Nolan carga la película con sus magistrales efectos pirotécnicos de montaje y música, en plano y contraplano propios del cine negro, con tramas a varios niveles, mucho más expresivos que los escuetos diálogos, para mostrar lo importante que es lo que cuenta, en lo que no le falta razón, aunque parece en última instancia que lo es porque lo cuenta él. Sus casi tres horas de solemnidad épica y experiencia flipante en formato IMAX, hacen de la detonación atómica una experiencia estética de primer orden que Walter Benjamin calificaría de alienante.

Nolan se basó en el libro de Kai Bird y Martin J. Sherwin, Prometeo americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer, ganador del Pulitzer de 2006, traducido al español en la editorial Debate. Nolan empieza la película recordando el mito de Prometeo, para señalar una concepción antropológica en la que el hombre posee la técnica como instrumento de subsistencia, pero también de autoaniquilación, como recuerda la referencia que el propio Oppenheimer hizo del Bhagavad-gītā: "Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos". Una vez descubierta la tecnología que podría acabar con el planeta, solo será posible el equilibrio que proporcione la paz en condiciones de destrucción mutua asegurada (Mutually Assured Destruction o MAD, que en inglés significa "loco"), teoría enunciada por John von Neumann, que en un contexto actual de guerra, vuelve a ponernos en alerta.

Es evidente que, lo que une estas dos películas es una campaña más o menos orquestada para salvar la taquilla de una industria del cine en crisis, no solo por la irrupción de la inteligencia artificial. Sin embargo, podemos encontrar más conexiones entre ellas si atendemos al ya citado Günther Anders, filósofo comprometido con los desafíos éticos que plantean los avances técnicos y la comunicación, a partir de la Segunda Guerra Mundial. Anders describe, en el primer volumen de su libro La obsolescencia del hombre (1956), lo que llama vergüenza prometeica, que es "la vergüenza ante las cosas producidas por nosotros, por su alta calidad", en un progreso técnico y un retroceso moral. Anders planteó por primera vez una continuidad entre el poder-violencia que se puede ejercer con la técnica, primero en Auschwitz, luego en Hiroshima y una tercera fase que identifica con una sociedad de consumo desbocada y aniquiladora, que bien podría encarnar Barbie con su "Life in plastic is fantastic".

En la línea de memes a lo #Barbenheimer, podríamos decir que, mientras que la bomba atómica fue fabricada en los EEUU y lanzada en Japón, Barbie fue fabricada en Japón y lanzada en los EEUU.

En plena crisis de la industria del cine de Hollywood, con el sindicato de guionistas en huelga y el de actores en comandita, con la petición bajo el brazo de que se pongan límites a la creación de contenido mediante inteligencia artificial, se estrenaron el pasado jueves, día 20 de julio, las dos películas más esperadas de la temporada. La consideración de Barbie y Oppenheimer como películas situadas en polos opuestos, empezó a generar en redes un fenómeno fandom bajo el requerimiento de: "¿Tú eres más de Barbie o de Oppenheimer?", que incitaba a posicionarse. El falso dilema llevó al famoseo de turno a exhibir entradas dobles para gozar o padecer con las dos películas el mismo día, en lo que se ha llamado el Barbenheimer, con entrada en Wikipedia y chorrón de memes, la mejor campaña de marketing hasta hoy.

Cartelera y estrenos de cine Cine Críticas de cine
El redactor recomienda