Alberto Anaut, el fabricante
Era la amalgama, el equilibrista entre fotógrafos, patrocinadores, fundaciones, ministerios y bancos. Su principal virtud: el arte de unir, de pastorear grupos disonantes que acababan tocando afinado
Salvo, quizá, sus más allegados, nadie conoce una fotografía que tenga a Alberto Anaut por autor. Pero todos los autores de fotografías conocen muchas, gracias a Alberto Anaut. Y a cualquiera que en estos últimos 40 años se haya acercado a la fotografía en España, le ha sido mucho más fácil su propósito gracias a él. Así que se ha muerto y la fotografía española parece haberse quedado, una vez más, un tanto huérfana. Huerfanísima, si no quedara en pie la herramienta que junto a Alberto Fesser supo montar para dar forma a sus sueños: La Fábrica. Curiosa fábrica promovida por revolucionarios ansiosos de montar potentes artefactos para los asuntos de la edición, la comunicación, el arte, las exposiciones, la conversación y la música. Y en la que siempre las buenas fotografías eran piezas fundamentales de esas eficaces máquinas. Y los fotógrafos, de paso, salíamos ganando.
La primera vez que publiqué en un dominical fue en La Revista de El Mundo en el año 95. Era un reportaje sobre un médico perdido en el Burundi de los machetazos y las masacres. Alberto dirigía la publicación tras salir de El País y supo hacer algo diferente. Los textos, el diseño, la maquetación, la tipografía. Todo era importante, pero además le supo dar su sitio a la fotografía.
Y así ha seguido actuando desde entonces. Así se inventó PhotoEspaña, el festival de fotografía más ambicioso que jamás hubiéramos podido imaginar los fotógrafos. Y hasta ahí nos arrastró. Todos empezamos a pensar a lo grande, todo se podía imaginar y proponer. Y aunque no todo acabara siendo posible y no todo terminara cuadrándole a Alberto, fue como pasar de poco a cien.
Pero cuando apareció el número A de la revista Matador, ya íbamos a mil. Yo creo que es el proyecto con el que más le identifico: una idea original, elegante y espectacular, con una perfección entre parca y portentosa, donde la fotografía se cuidaba como no sabíamos que se podía cuidar. Antes de Matador no sabíamos que la pulpa y la tinta podían palpitar. Tramas y tipos. Papel y sangre. Puro arte enciclopédico que abandona, ¡lástima!, antes de llegar a la Z.
Pero quizá, si hablamos los fotógrafos, el gran homenaje que le hizo Alberto a la fotografía española es la colección PhotoBolsillo: más de cien monografías sobre los grandes fotógrafos españoles y latinoamericanos en un formato pequeño, didáctico y asequible, y por supuesto exquisitamente diseñado, procesado e impreso. No se me ocurre mejor manera de aterrizar en la manía de atesorar libros de fotografía.
Con inmenso dolor comunicamos que esta mañana ha fallecido Alberto Anaut, periodista, fundador de La Fábrica y promotor de multitud de iniciativas culturales en toda España. Alberto convivía con una larga enfermedad que no le impidió trabajar hasta última hora junto a su equipo. pic.twitter.com/td1oeIOlbE
— La Fábrica (@la_fabrica) July 10, 2023
Alberto era la amalgama, el equilibrista entre fotógrafos, patrocinadores, fundaciones, ministerios y bancos. El funambulista que tiende sus propios cables entre el sueño y la vigilia. Debió de entender muy pronto que esa era su principal virtud: el arte de unir, de pastorear grupos disonantes que acababan tocando afinado. Raras virtudes para los españoles nacidos en los cincuenta más dados al ordeno y mando y a las aventuras de sectas monoparentales. Un ejemplo de que lo importante es hacer, decir, contar, manifestarse y luego, esperar respuesta bebiendo un buen vino. No era un tío fácil, pero en lo suyo fue un tipo ejemplar. Se le va a echar de menos. Rara cosa el talento de fabricar lo bello.
*Sofía Moro es fotógrafa. PHotoBolsillo No 79.
Salvo, quizá, sus más allegados, nadie conoce una fotografía que tenga a Alberto Anaut por autor. Pero todos los autores de fotografías conocen muchas, gracias a Alberto Anaut. Y a cualquiera que en estos últimos 40 años se haya acercado a la fotografía en España, le ha sido mucho más fácil su propósito gracias a él. Así que se ha muerto y la fotografía española parece haberse quedado, una vez más, un tanto huérfana. Huerfanísima, si no quedara en pie la herramienta que junto a Alberto Fesser supo montar para dar forma a sus sueños: La Fábrica. Curiosa fábrica promovida por revolucionarios ansiosos de montar potentes artefactos para los asuntos de la edición, la comunicación, el arte, las exposiciones, la conversación y la música. Y en la que siempre las buenas fotografías eran piezas fundamentales de esas eficaces máquinas. Y los fotógrafos, de paso, salíamos ganando.