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Votar o no votar, esa es la cuestión
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Votar o no votar, esa es la cuestión

El filósofo Javier Sábada reflexiona sobre la demonización que padecen quienes deciden no acudir a las urnas y sentencia que existe un abstencionismo activo que se moviliza a diario

Foto: Un votante introduce su papeleta en la urna. EFE
Un votante introduce su papeleta en la urna. EFE

Para muchos no votar es un veneno, una falta de ciudadanía, ser cómplice de la nube fascista que amenaza o de un alborotado izquierdismo que nos introduciría en la decrepitud comunista. Otros por el contrario, piensan que el no votante es un individuo que se lava las manos, que se pone de perfil y se va de rositas.

A unos y a otros habría que pedirles ponderación, algún respeto e incluso algo de humor. Y que no vengan con los mantras de las emociones, sino que den paso a un mesurado razonar. Porque existe un abstencionismo activo que se moviliza todos los días y no solo cuando toquen a rebato para dar cheque en blanco al poder. El abstencionismo activo no da la espalda a la democracia, sino que es radicalmente democrático. No se mira al ombligo sino que pone los focos largos. Y sigue pensando que hay que crear la justa rebelión en la sociedad frente a una política vacía y de un oportunismo fatal.

placeholder Varios votantes hacen cola en un colegio electoral de la localidad madrileña de Soto del Real para participar en las elecciones locales y autonómicas del pasado 28 de mayo. EFE / Juan Carlos Hidalgo
Varios votantes hacen cola en un colegio electoral de la localidad madrileña de Soto del Real para participar en las elecciones locales y autonómicas del pasado 28 de mayo. EFE / Juan Carlos Hidalgo

Además habría que pedirles que no asusten a la gente, que no chantajeen y que no se sientan ángeles de la guarda de nada ni de nadie. Actuar en una democracia digna supone argumentos serios y mucho espacio para que se discuta con tranquilidad. Hace cuarenta años escribí que no había que votar y fue una avalancha la que se me vino encima. Luego, también muchos me han ido dando la razón. Es una pena pero no puedo esperar cuarenta años más. Y una interesada advertencia: la mejor baza para la derecha es una mala izquierda. Que quien quiera vaya a votar, a misa de doce o siga buscando día a día la máxima felicidad para todos. Pero que lo decida él y no un familiar pesado, unos amigos que dan la lata o la tiranía del grupo.

Para muchos no votar es un veneno, una falta de ciudadanía, ser cómplice de la nube fascista que amenaza o de un alborotado izquierdismo que nos introduciría en la decrepitud comunista. Otros por el contrario, piensan que el no votante es un individuo que se lava las manos, que se pone de perfil y se va de rositas.

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