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Cómo el festival más 'calimochero' de España acabó en manos de un fondo inversor de EEUU
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Banderas republicanas y un negocio redondo

Cómo el festival más 'calimochero' de España acabó en manos de un fondo inversor de EEUU

El festival Viña Rock cerraba el pasado 30 de abril su edición número 26. Nada parecía diferente en el cartel ni en las instalaciones, pero este evento de rock y hip-hop estrenaba nuevo dueño, Providence Equity Partners

Foto: El grupo valenciano Zoo en el Viña Rock 2022. (Cedida)
El grupo valenciano Zoo en el Viña Rock 2022. (Cedida)

Finales de abril y Boikot ocupa el escenario principal del Viña Rock 2023. El clásico grupo de rock madrileño es uno de los cabezas de cartel, con Ska-P y Desakato. Mientras tocan, una bandera republicana gigante ondea en una explanada atestada de gente. Hay también enseñas independentistas gallegas y los pogos se multiplican. El ambiente es el habitual en los conciertos de uno de los máximos exponentes del punk-rock contestatario español, autores de canciones anticapitalistas como Korsakov, que reza "ahora que tenemos democracia, reina la mafia, el dólar está aquí". Lo que muchos de sus entregados fans no saben es que el dólar está, directamente, pagando ese concierto.

El mítico festival de rock manchego, que ha celebrado este año su edición número 26, es una de las últimas adquisiciones de Providence Equity Partners, un gigantesco fondo de inversión estadounidense que tiene negocios por medio planeta. Es lógico que muchos de los asistentes no tuvieran clara esta conexión porque la noticia saltó en enero de este año y es un movimiento un tanto complejo. La empresa multimillonaria de Rhode Island llega a Villarrobledo mediante otro acuerdo, el que firmaron la plataforma británica de eventos en vivo Superstruct Entertainment y The Music Republic, la última promotora del Viña, haciéndose la primera con el accionariado de la segunda a cambio de 120 millones de euros. Un ejemplo perfecto del entramado en el que se ha convertido el mundo de los festivales, con cada vez más nombres y menos manos.

Foto: Asistentes al Primavera Sound de Barcelona, el pasado fin de semana. (EFE/Alejandro García)

El evento manchego ha vivido como pocos el cambio en el sector. El germen del Viña Rock empieza en 1996, cuando Argimiro Martínez Jareño, concejal de cultura de Villarrobledo y conocido como el concejal rockero, decide apostar por esta idea. Un festival arte-nativo, como lo definen aún los propios organizadores, que sirviera para atraer atención a esta parte olvidada de la meseta. Ahora, uno de los escenarios del festival lleva el nombre de Martínez Jareño, pero poco queda de aquella idea inicial. "Por fuera aún mantiene ese aire revolucionario y cañero, pero dentro ya es muy parecido a todos los demás festivales. Todo lleno a rebosar, 10 euros por un mini de cerveza, te cobran hasta por la ducha, hay muchísimas marcas... Más allá de los artistas y el sitio, lo demás cambia poco", comenta Bárbara, una joven madrileña que ha asistido este 2023 al festival.

Tras años de choques entre el consistorio dueño del festival y las distintas promotoras encargadas de organizar el evento (alguna incluso amenazó con llevárselo a Benicasim y fueron a juicio por el nombre), el Viña Rock ha conseguido mantener su lugar y su esencia con un cartel lleno de rock denuncia y hip-hop comprometido, pero nadie se salva de los tiempos. Es un nombre más dentro de un circuito cada vez más controlado por grandes capitales. A día de hoy, entre Superstruck y Live Nation, dos gigantes globales, comandan cerca del 80% de los grandes festivales de música de España. Y si a esos nombres les añades otros dos, Yucaipa Companies (otro fondo de inversión) la cifra se acerca al 100%. Solo esos tres grupos controlan unos 35 festivales que van desde el FIB hasta el Sonar o el MadCool, pasando por Resurrection Fest o el A Summer Story.

"Al final este caso es parte una tendencia que va a ir a más, aunque si lo comparas con lo que ocurre en EEUU todavía esto es un poco plural, allí dos compañías prácticamente controlan todo el panorama de macrofestivales", comenta Joan Vich, un buen conocedor de este mundo que estuvo 25 años trabajando en el FIB. Dejó su historia en un libro llamado Aquí vivía yo, en el que justo habla de todos estos cambios. "Obviamente, vamos a un mundo en el que cada vez empresas más grandes serán las dueñas de los festivales y querrán rentabilizarlos al máximo porque han visto que hay negocio. Ya se ve que muchos exportan las marcas y hacen festivales con el mismo nombre por medio mundo y hay otros que buscan montar más eventos para quedarse con las giras de los artistas y tener más poder de negociación", añade.

Su opinión es similar a la de Nando Cruz, periodista musical y que acaba de publicar el libro Macrofestivales, el agujero negro de la música. "Al final el modelo es muy parecido en todas partes. Claro, no puedes poner los mismos artistas en el FIB que en el Viña o en el Sónar, pero en lo demás puedes seguir una línea similar o calcada entre un festival y otro. Y es lo que muchos promotores españoles están haciendo", comenta el experto. España, que ha vivido una explosión festivalera algo tardía, iniciada en la década pasada, vive en estos últimos tiempos el lado más duro de la rentabilización del modelo. "Al final se necesita dinero para estos eventos y si se meten fondos como Providence es para sacar rédito, las promotoras tienen que ver cómo sacarlo y en un festival no te creas que hay muchas formas", comenta Cruz.

Vich, por su parte, critica también esta concentración de los eventos en pocas manos, pero, por un lado, también señala a los artistas y por otro habla de un movimiento lógico. "Creo que el que entren grandes empresas no es malo de por sí, si queremos buenos festivales, que cumplan las normativas, que traigan grandes artistas... necesitamos dinero y organización casi marcial. El problema es lo que se haga con ese dinero o lo que se quiera hacer. Los artistas también tienen que ser conscientes de los lugares a los que van y el tipo de organización que hay, ellos al final pueden elegir si no se sienten cómodos", comenta.

El propio Viña Rock ha visto como en los últimos tiempos le caían diferentes escándalos por el trato a los trabajadores, el precio de las entradas o la calidad de las instalaciones. Tanto es así, que este 2023 varios trabajadores han denunciado haber sufrido intoxicaciones por la comida ofrecida por la organización y los ritmos de trabajo. Artistas como Los Chikos del Maíz, que también han estado presentes en 2023, hablaron sobre las condiciones en otras ediciones y todos los años hay algún debate al respecto. Desde El Confidencial nos hemos puesto en contacto tanto con los organizadores como con la empresa promotora, pero no hemos recibido respuesta al cierre de este artículo.

El gran negocio de The Music Republic

La compañía artífice de los últimos Viña Rock, y que ha renovado ya su acuerdo con el consistorio local para tener la concesión otros 25 años, es la valenciana The Music Republic. Un gigante de los festivales en España que empezó desde un festival, el Arenal Sound, hasta tener ya más de 10 fechas repartidas por toda la península. Su nombre no suele aparecer en los grandes letreros de los eventos que organiza, pero ha convertido el fenómeno festivalero en un negocio muy rentable. ¿Cómo? Con montajes medianos en diferentes ciudades, carteles similares y un modelo ajustado y calcado en cada una de sus apuestas. Así, han conseguido pasar de solo tener el Arenal a comprarse incluso el FIB.

Esta empresa valenciana es la que llamó la atención de dinero estadounidense. Primero recibió la llamada de Live Nation, que intentó hacerse con ella hace unos años y finalmente ha pasado a manos de Superstruck. Entre los nombres que maneja están: Arenal Sound, FIB, Viña Rock, Granada Sound, Festival de les Arts, Interstellar Sevilla, Madrid Salvaje, Metal Paradise, Luce de Benicàssim, Bahía Sound o Madrid Salvaje. La mayoría comparten una misma estrategia, entradas más o menos baratas para grandes cantidades de público con músicos nacionales y con precios más altos en el interior. Además, han conseguido rentabilizar todo lo que rodea a estos eventos, se cobra por las duchas, hay zonas VIP más caras, los food trucks pelean por conseguir su hueco y las marcas también llenan los espacios para promocionarse.

En la mayoría de los casos su modelo funciona sin demasiados problemas, pero también han tenido muchas críticas. El caso ya comentado de las condiciones de trabajo del Viña también ha llegado a otros eventos y sobre todo fueron muy atacados por el giro que le dieron al FIB. Tiraron hacia un modelo más low cost tras recibir un evento con muchos problemas financieros y no gustó demasiado. Se llegó a denominar como "Festival de saldo" o "Festival Intercomarcal de Benicàssim".

"Han visto que el negocio no está tanto en los abonos, que ha sido el motor tradicional, como en todo lo que rodea al festival. Pagas menos por entrar, pero una vez dentro tienes que rascarte el bolsillo para poder aguantar", comenta Cruz. Fuera del entorno festivalero, la compañía tiene otras ramas de negocio. Lleva la organización de giras de artistas y también parte su carrera. Entre los nombres que trabajan con ellos están Dani Fernández, que el año pasado estuvo en el cartel de muchos de sus festivales en su salto al indie, Viva Suecia, Toteking o Les Castizos. Cuentan también con un área creativa en la que trabajan con diferentes clientes y hasta organizan unos premios, los Ídolo, que llevan la firma de Dulceida. Su última apuesta es un acuerdo con Juan Roig, dueño de Mercadona, para llevar toda la parte de espectáculos del Roig Arena, un pabellón que construye una de las empresas del magnate.

Aunque más allá de las ideas de negocio, algo clave en su modelo y en el de todos los festivales, como comenta Cruz, es el dinero público. Las administraciones se gastan grandes cantidades de dinero en apoyar este tipo de eventos y de ahí que las entradas sean más baratas aquí que en otros países. Según el experto, estas prácticas son algo que no se entiende al otro lado del Atlántico. "En Estados Unidos a ninguna administración pública se le ocurre subvencionar eventos privados como estos. Ahora, el fondo que ha comprado The Music Republic va a vivir una situación peculiar al ver que buena parte de su inversión depende de estas ayudas", termina.

Habrá que ver cómo cuadra el dinero de Providence, que también tiene inversiones en otras instituciones españolas como el Real Madrid, con grupos como Boikot que cantan "Ya cayó el telón de acero y derribamos el muro de Berlín. Ahora todos juntos como hermanos vamos de la mano a comer a un Kutre King. Y si Lenin levantara la cabeza '¿Que habéis hecho?'; dadle un burguer con queso". Burger King ha sido patrocinador oficial del Viña Rock 2023 e incluso tenía su propio food truck en el evento.

Finales de abril y Boikot ocupa el escenario principal del Viña Rock 2023. El clásico grupo de rock madrileño es uno de los cabezas de cartel, con Ska-P y Desakato. Mientras tocan, una bandera republicana gigante ondea en una explanada atestada de gente. Hay también enseñas independentistas gallegas y los pogos se multiplican. El ambiente es el habitual en los conciertos de uno de los máximos exponentes del punk-rock contestatario español, autores de canciones anticapitalistas como Korsakov, que reza "ahora que tenemos democracia, reina la mafia, el dólar está aquí". Lo que muchos de sus entregados fans no saben es que el dólar está, directamente, pagando ese concierto.

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