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Despreciamos a los mayores: por qué el edadismo nos hace un poco más idiotas
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Despreciamos a los mayores: por qué el edadismo nos hace un poco más idiotas

Vivimos en un país que te coloca, cuando te jubilas, en el lugar en el que están los cuartos de baño de los bares, al fondo a la derecha. Como si al día siguiente de cumplir los 65 se te mermaran de golpe buena parte de tus capacidades

Foto: Joe Biden saluda un joven en la tirada anual de huevos de Pascua. (Getty Images/Drew Angerer)
Joe Biden saluda un joven en la tirada anual de huevos de Pascua. (Getty Images/Drew Angerer)
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Joseph Robinette Biden cumplirá 81 años el próximo 20 de noviembre. A pesar de que llevemos tiempo observando en él ciertas dificultades de movilidad y algún que otro despiste, se siente lo suficientemente animado y convencido de sus posibilidades para ser reelegido como presidente de Estados Unidos.

Su probable rival y antecesor en la Casa Blanca, de nombre Donald Trump y de edad 76 años, ha recibido la noticia con la elegancia y los sólidos argumentos que lo caracterizan. "No sabe lo que dice. Está gagá y luego sale al escenario andando así de esta manera", declaró esta semana delante de su parroquia en Florida. Trump, animado y convencido también de sus posibilidades para el humor, decidió completar el insulto con un amago de imitación en los andares del inquilino de la Casa Blanca.

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden. (EFE/Shawn Thew)

La mofa ante la senectud ajena —poca broma con la edad de uno— no es cosa menor y tampoco es algo que quede circunscrito a los votantes republicanos estadounidenses. Hace días, en España nos choteábamos ante la posibilidad de que Ramón Tamames ocupara con sus 89 años el Palacio de la Moncloa, como hace años lo pasamos de miedo ante una alcaldesa de la capital de España con edad, decíamos, en la que uno solo parece servir para cuidar de los nietos y aprovecharse de los precios del Imserso.

Pasan cosas estupendas en este lugar llamado España. Vivimos en un país en el que el 19,6% de la población tiene más de 65 años, y basta una tasa del 10% para considerar envejecida a una sociedad. Vivimos en un país en el que el 20% de las compañías españolas reconfiguran sus plantillas a través de acuerdos voluntarios de prejubilación, con una media de edad de salida de 57 años. Ese mismo país que, al mismo tiempo, lidera la tasa de paro juvenil en Europa.

Vivimos en un país que te coloca, cuando te jubilas, en el lugar en el que están los cuartos de baño de los bares, al fondo a la derecha. Como si al día siguiente de cumplir los 65 se te mermaran de golpe buena parte de tus capacidades. Un país que trata a los ancianos con una mezcla de paternalismo e infantilización.

Vivimos en un país que te coloca, cuando te jubilas, en el lugar en el que están los cuartos de baño de los bares, al fondo a la derecha

Que no les dirige la palabra ni la mirada cuando van al médico, al banco o a hacer cualquier trámite de la administración pública, porque esos ojos se posarán desde ahora en aquel mucho más joven que le acompañe, "que es el que lo va a entender". El mismo país al que, cuando se disfraza de idiota, se le llena la boca con "nuestros mayores".

Ese que no les pregunta, que no quiere que molesten, que solo a veces los escucha cuando quiere que voten o que paguen. Que los excluye de las conversaciones y de la participación, que los segrega de un montón de espacios públicos. Que separa los columpios para niños aquellos en los que ellos mueven las piernas. No vaya a ser que se mezclen, que se toquen.

A todo esto se le llama edadismo. De las 3.152 novedades que presentó la Real Academia en noviembre del año pasado, es uno de los términos que introdujo en el diccionario. Un concepto que introdujo el gerontólogo y psiquiatra Robert Butler en la década de los 60 y que define mucho mejor que yo algunas de las cosas reflejadas en párrafos anteriores a este.

Foto: El vicesecretario de Economía del PP, Juan Bravo. (EFE/Sergio Pérez)

Es una discriminación que presenta a las personas mayores como desprovistas de valor para la sociedad. Como seres improductivos, frágiles e incapaces. Es una dolencia de estos tiempos que hace que la edad sirva como justificación suficiente para tratamientos diferenciados o exclusiones sin que lo cuestionemos en algún momento.

Y a todo esto se le llama también absurdo. El de considerar la edad como un argumento para la crítica y el arrinconamiento. Demasiado viejo para gobernar un país o una ciudad, dirigir una compañía, ser presidenta de tu comunidad de vecinos. Demasiado mayor para entender una receta, cómo rellenar una solicitud y mandarla por correo electrónico. Demasiada edad para subirte en un columpio que no es el tuyo.

Demasiados años para entender nada.

Joseph Robinette Biden cumplirá 81 años el próximo 20 de noviembre. A pesar de que llevemos tiempo observando en él ciertas dificultades de movilidad y algún que otro despiste, se siente lo suficientemente animado y convencido de sus posibilidades para ser reelegido como presidente de Estados Unidos.

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