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'Los reyes del mundo': peleas a machetazos y un viaje imposible, la vida salvaje de los niños de la calle
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ESTRENOS DE CINE

'Los reyes del mundo': peleas a machetazos y un viaje imposible, la vida salvaje de los niños de la calle

Esta película en bruto fue la ganadora del último Festival de San Sebastián. La colombiana Laura Mora infiltra su cámara en un grupo de chavales de la calle en busca de la tierra prometida

Foto: Carlos Andrés Castañeda es Ra, el protagonista de 'Los reyes del mundo'. (BTeam)
Carlos Andrés Castañeda es Ra, el protagonista de 'Los reyes del mundo'. (BTeam)

Hay una verdad esencial que no puede ser impostada. Cualquier detalle molecular destapa la mentira, el fingimiento. Por eso Los reyes del mundo es cine en bruto, franqueza salvaje y cruda. Ganadora de la Concha de Oro del último Festival de San Sebastián, la colombiana Laura Mora —en su tercer largo en solitario y tras el éxito de Matar a Jesús— ha infiltrado su cámara en las calles de Medellín, donde la violencia y la miseria atraviesan los barrios marginales y en que los niños nacen ya hombres, madurando a base de las hostias de la vida.

Veinticinco años después de La vendedora de rosas, de Víctor Gaviria, los pelaos —niños de la calle— de Medellín siguen siendo Los olvidados de Buñuel. Contando, al igual que sus dos antecesoras, con actores no profesionales salidos de las propias calles que retrata, la película de Mora es una fuga hacia adelante en busca de una tierra prometida, de un hogar que se le resiste a unos chavales dejados de la mano de Dios, de los que nadie cuida, que no entienden de otro amor más allá de la lealtad al hermano, puesto que todos ellos lo han de ser los unos de los otros, ya que no tienen otra familia.

Para cuando la película de Gaviria se estrenó, varios de sus secundarios ya habían muerto, algunos en reyertas, otros por enfermedad. Su protagonista, Lady Tabares, pisó la alfombra roja de Cannes, pero al año volvió a la calle a vender rosas y su vida siguió el curso marcado de nacimiento: el padre de su hijo murió asesinado de 20 balazos y ella, posteriormente, pasó 12 años en la cárcel por su implicación en la muerte de un taxista. A Gaviria lo acusaron de haberse desentendido de los chicos de su película y haberlos devuelto a la calle tras haberse lucrado con ellos. La interpretación de sus protagonistas no era tal, sino simplemente reproducir frente a la cámara todo aquello que ya habían vivido.

placeholder Los protagonistas de 'Los reyes del mundo' son niños de la calle colombianos. (BTeam)
Los protagonistas de 'Los reyes del mundo' son niños de la calle colombianos. (BTeam)

Los cinco protagonistas de Los reyes del mundo, casi cuarto de siglo después, salen de esos mismos barrios en los que apenas ha cambiado nada. Conocemos a Ra (Carlos Andrés Castañeda) enzarzado en una pelea a muerte a machetes con otros chavales del barrio. La pelea no la disuelve ni un padre ni un policía; allí la autoridad es otra, la de otro adolescente líder de una banda quizá más poderosa. Todos ellos llevan marcas en la piel, pero también en los ojos, de peleas callejeras y familias negligentes. Niños perdidos en la ciudad sin ley. Moro acompaña a estos chicos empotrada como si fuera una corresponsal de guerra, utilizando una pequeña trama —Ra persigue recuperar unas tierras devueltas a su abuela por parte del Gobierno años después su expropiación— para recorrer en una road movie los paisajes inconmensurables del Bajo Cauca de la mano de sus cinco protagonistas —Castañeda, Davison Florez, Brahian Azevedo, Cristian Campaña y Cristian David Duque—, en una odisea en busca del hogar. La fotografía de David Gallego, a ratos naturalista, a ratos expresiva ensoñación, resumen el pulso entre la realidad de la que escapan y la fantasía que esperan habitar.

"¡Gonorrea!", se dirigen los unos a los otros. ¡Hay tanta verdad en la manera de la que se tratan, en la manera de la que se hablan! En cada ángulo de la cara de Castañeda hay, además, una fragilidad que lo hace enormemente tierno y vulnerable, la condena trágica de un chico que sobrevive agarrado al clavo ardiendo que es el sueño de recuperar ese hogar nunca conocido, idealizado. Las interpretaciones del resto de sus compañeros son, de nuevo, la prueba de que el cine naturalista solo puede aspirar a la clave documental, a la mayor pureza posible, a la mínima manufactura requerida para contar una historia en el cine. Una lucha paradójica por la búsqueda de lo irrepetible, de lo espontáneo, en un medio que exige una preparación y una premeditación obsesivas. Es decir, el milagro.

placeholder Otro momento de 'Los reyes del mundo'. (Bteam)
Otro momento de 'Los reyes del mundo'. (Bteam)

La cámara de Mora, como un miembro más del grupo, los sigue desde la jungla de asfalto hasta la selva, la naturaleza indómita, como la de sus personajes. Atraviesan los campos y las plantaciones y las granjas, arramplando todo a su paso, dando rienda a su libertad, a su falta de mañana. Al fin y al cabo son "los reyes del mundo". Sin embargo, entre ellos hay un código de lealtad tremendamente fuerte. Se protegen los unos a los otros en un mundo que les es hostil. Y se mueven por la ternura. Incluso en su periplo, cuando acaban en un burdel de prostitutas maduras, no buscan un coño, sino un vientre al que volver, no buscan unas tetas, sino unos pechos sobre los que consolarse.

La película de Mora, a camino entre el documental y la película de aventuras, como unos Goonies desheredados que no buscan el tesoro para salvar sus casas de —casualmente— expropiación, sino simplemente la fantasía de una casa en sí. Un edén en el que serán, por fin, felices, lejos de las guerras de bandas, del maltrato, de la droga, de las reyertas, de la muerte. Son náufragos a la deriva en un mundo de patrones —de jefes—; en este Señor de las moscas sí hay líderes, que son los ricos, aunque ellos nuestros chicos sigan imaginándose los reyes del mundo.

Hay una verdad esencial que no puede ser impostada. Cualquier detalle molecular destapa la mentira, el fingimiento. Por eso Los reyes del mundo es cine en bruto, franqueza salvaje y cruda. Ganadora de la Concha de Oro del último Festival de San Sebastián, la colombiana Laura Mora —en su tercer largo en solitario y tras el éxito de Matar a Jesús— ha infiltrado su cámara en las calles de Medellín, donde la violencia y la miseria atraviesan los barrios marginales y en que los niños nacen ya hombres, madurando a base de las hostias de la vida.

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