Es noticia
La cultura judeo-alemana que escapó de los nazis (y que Ada Colau no ve)
  1. Cultura
Libros

La cultura judeo-alemana que escapó de los nazis (y que Ada Colau no ve)

El barrio de Rehavia, en Jerusalén, construido bajo el estilo de la Bauhaus, acogió a numerosos intelectuales alemanes en los años veinte y treinta del pasado siglo

Foto: El barrio de Rehavia en el Jerusalén en los años veinte, de estilo Bauhaus, fue un centro que acogió a intelectuales alemanes en el siglo XX.
El barrio de Rehavia en el Jerusalén en los años veinte, de estilo Bauhaus, fue un centro que acogió a intelectuales alemanes en el siglo XX.

Hubo un tiempo en el que en un café del barrio de Rehavia, en Jerusalén, podías encontrarte con el historiador y filólogo Gershom Scholem, con el filósofo Martin Buber, con la filósofa Hannah Arendt, con el escritor Amos Oz, con la poeta Mascha Kaleko o con la escritora Else Lasker-Schüler, entre otros muchos intelectuales judeo-alemanes. Y con todos hablando en alemán. Ocurrió, sobre todo, entre los años veinte y sesenta del siglo XX, alcanzando su plenitud en los años treinta, cuando muchos de ellos huyeron del asedio nazi. Rehavia fue un luminoso centro artístico e intelectual que incluso se notaba en sus calles y casas, al estilo ciudad jardín y con influencias de la Bauhaus. Todavía hoy se pueden rastrear sus huellas de esta enorme cultura. De la que, obviamente, no tiene mucho sentido deshermanarse y darle la espalda.

Hace unos días la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, decidió cortar los lazos fraternales de la ciudad condal con Tel Aviv, la capital israelí por la que también pasaron muchos de estos intelectuales judeo-alemanes. Lo hizo por las políticas de Israel. Políticas que también han sido criticadas por muchos israelíes, como se pudo ver en la manifestación de este pasado fin de semana en la propia ciudad con más de 120.000 personas en contra de las “políticas antidemocráticas” y “fascistas” del Gobierno de Benjamin Netanyahu. También hubo manifestaciones en Jerusalén, Haifa y otras ciudades. La administración de Colau no debe tener muy en cuenta a estos manifestantes.

placeholder Grunewald en Oriente, de Thomas Sparr.
Grunewald en Oriente, de Thomas Sparr.

Tampoco la enorme cultura que acogieron sus calles cuando Alemania les expulsaba de lugares como Grünewald o Charlottenburg, dos barrios berlineses en los que vivieron muchos intelectuales en las primeras décadas del siglo pasado. La historia de estos pensadores y creadores que se trasladaron al barrio israelí de Rehavia está recogida en el delicioso ensayo Grunewald en Oriente. La Jerusalén germanojudía, del alemán Thomas Sparr y que estos días ha publicado Acantilado. Es un texto que aborda las distintas figuras que llegaron al barrio, pero también cómo este fue creado y cómo fue dando a luz la conversación y la creatividad en tiempos absolutamente oscuros en Europa.

Estilo Bauhaus

Rehavia fue un barrio ideado por el arquitecto alemán Richard Kauffmann, que había emigrado en 1920 a Israel para desarrollar los planes de la Hascharat ha-Jischuw, la Israel (en ese momento, Palestina) Land Development Company, que urbanizaba zonas residenciales y asentamientos para el movimiento sionista. Era un barrio en cuadrícula con amplias zonas verdes, aunque nunca se pudo trazar del todo con una regla. De alguna manera, era un barrio mixto: por un lado, estaba la parte de Rehavia, judía, y por otro, Katamon, que era de mayoría árabe. Era un terreno que estaba al oeste de la ciudad vieja, en las afueras del centro. Campo.

Foto: El edificio de la Bauhaus en Dessau, Alemania. (EFE)

Poco después de la llegada de este arquitecto se presentó por Jerusalén Lotte Cohn, una berlinesa recién titulada en Arquitectura que estaba dispuesta a seguir los planes de Kauffmann. Ambos se encontraron con un país que estaba por construir y le dieron forma basándose en la moda que se imponía de la Bauhaus. Primero empezaron en Jerusalén y después se trasladaron a Tel Aviv, que es una de las ciudades en las que más impera este estilo arquitectónico (¿también se deshermana Barcelona de él?). En aquellos momentos, Cohn todavía era una joven egresada. Hoy está considerada “la arquitecta del Estado de Israel”.

Como escribe Sparr, desde los inicios Rehavia fue un barrio socialmente variopinto. En los años veinte, los primeros que llegaron fueron los sefardíes. De hecho, hay muchas de sus calles con nombres de eruditos y poetas de la España de antes de 1492: Benjamín, Rambán, Abarbanel, Bartenura…

Los primeros que llegaron fueron los sefardíes. Hay muchas de sus calles con nombres de eruditos y poetas de la España de antes de 1492

Las primeras calles construidas se parecían a los de los barrios ciudad jardín que tanto estaban de moda. Como el que Arturo Soria había ideado en Madrid a finales del XIX (lo que muestra una vez más lo moderno que fue este urbanista español). De la misma manera, también había una espina dorsal verde que dividía el barrio de norte a sur.

En los años treinta comenzaron a llegar judíos huyendo del nacionalsocialismo de Alemania. Así, si en 1933 había 87 edificios construidos en 1936 ya eran 246 y más de 25.000 habitantes. Por el nombre se podía saber su origen: Scholem, Arthur, Siegfried, Paula, Rosa, Fritz. Como dicen los registros de la época, muchos de ellos eran profesores, maestros, médicos o funcionarios. Profesiones liberales. Los cerrajeros, peluqueros, sastres o panaderos procedían en su mayoría de Rusia, Polonia y Lituania. Para finales de aquella década habían llegado al barrio entre 50.000 y 60.000 emigrantes judíos procedentes de Alemania, Austria y Checoslovaquia. Rehavia fue su tabla de salvación.

placeholder El historiador judíoa Gershom Scholem.
El historiador judíoa Gershom Scholem.

También llegaron los intelectuales, como la pareja formada por Franz Werfel y Alma Mahler-Werfel, quien, por cierto, no cayó muy bien al resto de emigrantes judeo-alemanes. Entre otras cosas porque, como destaca Sparr, “era notoriamente antisemita”. Ella misma escribió en su autobiografía lo que le decepcionó el país, “la suciedad de los hoteles y toda clase de carencias”. Lotte Cohn no pudo reprimirse y contraatacó: “¡Qué par de idiotas! (...) La viuda de Mahler es robusta, casi ordinaria, no solo exteriormente, sino en los modales, que parecen en gran medida ensayados”.

Curiosamente, en 1929 también se alojó por allí el pintor Oskar Kokoschka que había sido pareja de Alma y, al contrario que su ex, le encantó el país. “Deseo a todos los que llegan a este país que se haga realidad su ideal”, escribió.

Religión y comida

Durante casi dos décadas, el alemán convivió con el hebreo, también en los colegios, pero a partir de 1933 desapareció de los planes de estudio. En aquel momento, Rehavia formaba parte del Protectorado Británico y la mayoría de funcionarios hablaba en inglés, pero entre los judíos, sobre todo los más jóvenes, se imponía el hebreo. Entre los no judíos la lengua era el árabe. “Un dominio insuficiente del hebreo casi siempre comportaba cierta exclusión, soledad, burla y escepticismo”, escribe Sparr. Poco a poco, la cultura alemana iba desapareciendo de un barrio que también iba adquiriendo una mayor religiosidad. Los alemanes emigrados, los askenazis, que es el nombre del judío alemán, contemplaban formas religiosas mundanas, pragmáticas, abiertas y no excluyente, aunque pronto se fueron abandonando estos ritos askenazis por los jerosolimitanos.

Foto: Una niña israelí juega con un martillo hinchable en un parque de Jerusalén durante el Día de la Independencia, en abril de 2012. (Reuters) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
De cómo Israel acabó con los judíos
Ilya Topper. Estambul

También hubo durante un tiempo una mezcla entre la cultura culinaria de los emigrados y la kosher. Era espartana: espinacas con huevos fritos y patatas asadas; manzanas y patatas; salchichas con mostaza y patatas. Mucha kartoffeln. Había también asado de ganso, aleta de ternera rellena y verduras como la lombarda. Y, por supuesto, estaba la confitería, que tanto ha gustado siempre en centroeuropa: la tarta selva negra, de cerezas o de chocolate. Como curiosidad: a los judíos alemanes les llegó la popularidad que tenía el ajo entre los sefardíes (como sigue teniendo en España). No lo soportaban: “Apestan”, refiere Sparr en su crónica sobre cómo veían los askenazis a los sefardíes por el ajo.

placeholder La Bauhaus en Rehavia.
La Bauhaus en Rehavia.

No se puede olvidar la importancia que tuvo la prensa en los cafés de Rehavia. A todos llegaban periódicos en alemán: Neue Zürcher Zeitung, Zürcher Illustrierte...Y los había tan coquetos como en Berlín o Viena. Como el Alaska, el Sichel, que tenía un gran jardín al que acudían los sefardíes, el Vienna, a donde iban los árabes acomodados, el Europa con camareros de traje negro y pajarita, o el Fink´s bar, donde acudían los periodistas y corresponsales extranjeros.

Rehavia, cita Sparr, fue durante varias décadas “la ciudad de los libros”. Todo se fue perdiendo a partir de los años sesenta. Pero todavía es posible observar lo que fue. Como la casa que se encuentra en la esquina de la calle Rambán con Arlosoroff y que fue ideada por el arquitecto Leopold Krakauer. Es una mezcla de la Bauhaus con la arquitectura oriental que existía entonces. La casa podría estar en Weimar o en Berlín. Efectivamente, todo eso es lo que hay que intentar preservar y no dejar abandonado.

Hubo un tiempo en el que en un café del barrio de Rehavia, en Jerusalén, podías encontrarte con el historiador y filólogo Gershom Scholem, con el filósofo Martin Buber, con la filósofa Hannah Arendt, con el escritor Amos Oz, con la poeta Mascha Kaleko o con la escritora Else Lasker-Schüler, entre otros muchos intelectuales judeo-alemanes. Y con todos hablando en alemán. Ocurrió, sobre todo, entre los años veinte y sesenta del siglo XX, alcanzando su plenitud en los años treinta, cuando muchos de ellos huyeron del asedio nazi. Rehavia fue un luminoso centro artístico e intelectual que incluso se notaba en sus calles y casas, al estilo ciudad jardín y con influencias de la Bauhaus. Todavía hoy se pueden rastrear sus huellas de esta enorme cultura. De la que, obviamente, no tiene mucho sentido deshermanarse y darle la espalda.

Historia
El redactor recomienda