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La carne y el sexo de Lucian Freud se desparraman a lo bestia en el Museo Thyssen-Bornemisza
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del 14 de febrero al 18 de junio

La carne y el sexo de Lucian Freud se desparraman a lo bestia en el Museo Thyssen-Bornemisza

Con más de medio centenar de lienzos, es la mayor retrospectiva en España desde 1994. Hace unos meses, se expuso en la National Gallery de Londres

Foto: Retrospectiva 'Lucian Freud. Nuevas perspectivas' en el Museo Thyssen. (EFE)
Retrospectiva 'Lucian Freud. Nuevas perspectivas' en el Museo Thyssen. (EFE)

Hacía tiempo que el Museo Thyssen-Bornemisza andaba detrás de una exposición de Lucian Freud (Berlín, 1922-Londres, 2011). La última gran retrospectiva había sido en 1994 gracias en parte a la gran amistad que el pintor y Heinrich Thyssen mantuvieron durante parte de su vida, sobre todo a comienzos de los 80, cuando salían juntos por las discotecas londinenses. A ambos les entusiasmaba charlar sobre el proceso creativo, los modelos rebosantes de carne y esa pintura empastada de pincel gordo que tenía el artista. El coleccionista llegó a comprarle cuatro lienzos —ahora cinco tras la donación que ha hecho esta mañana Francesca Thyssen de Hombre en una silla, un retrato del barón— que se han podido ver a lo largo de estos años en la pinacoteca.

Sin embargo, después de tres décadas, faltaba una nueva gran muestra que finalmente se abrirá al público este 14 de febrero tras llegar a un acuerdo con la National Gallery de Londres en la que ha estado estos últimos meses. En total, más de 50 cuadros que reflejan a Freud a lo largo de toda su trayectoria. Y, según quienes han visto los dos montajes, el del museo madrileño es mejor. Esta es la mayor retrospectiva que se ha hecho del pintor tras su muerte.

placeholder 'Grand interior. Notting Hill'. (1998)
'Grand interior. Notting Hill'. (1998)

“Es una exposición con un enfoque original que lo aleja del personaje público y la mirada sensacionalista de sus parejas, el sexo mórbido y su vida privada”, ha señalado esta mañana Guillermo Solana, director artístico del museo, quien ha añadido que se ha puesto el énfasis en la propia pintura con un contenido más humano. Paloma Alarcó, su comisaria en Madrid —Daniel Herrmann lo ha sido en Londres—, también ha insistido en que han tratado de alejar al pintor de la leyenda (atormentada) e incluso de la relación no siempre buena con sus mujeres. “Creo que eso es algo que debemos dejar de lado y hablar de su pintura”, ha manifestado en la siempre peliaguda cuestión de separar la obra de la vida de un artista.

Muestra cronológica

Las salas de la muestra están atravesadas por una luz intensa que llevan a que el espectador se recree en los lienzos. Se ve con comodidad. Es lo que se pretende. Muchos de ellos son de gran tamaño. Como ocurre siempre con su pintura, el espectador se va viendo perturbado a medida que traspasa las distintas escenas llenas de autorretratos, retratos y desnudos desparramados en la famosa cama de su estudio. O, como ha corregido Alarcó, más desvestidos que desnudos.

En orden cronológico van apareciendo los primeros cuadros que hizo en los que se observa a un pintor “que se está buscando”, ha señalado la comisaria. Freud fue un artista que abandonó las escuelas de pintura, pero que, sin embargo, se pasó toda su vida yendo a los grandes museos: “Voy a la National Gallery como quien va al médico a pedir ayuda”, llegó a decir en alguna ocasión. Lo que le interesaba era el cuerpo humano y el de los animales como los perros, a los que adoraba. En general, le entusiasmaba saber más del comportamiento animal y leyó profusamente los libros que escribió su abuelo Sigmund al respecto. De hecho, le parecía más interesante conocer la conducta animal que toda la teoría del psicoanálisis.

"Voy a la National Gallery como quien va al médico a pedir ayuda", llegó a decir en alguna ocasión

De esa primera etapa se pasa a los retratos más íntimos. Los que hizo de sus mujeres, amantes, amigos, como son Dos hombres (1987-88), o sus hijas Bella y Esther (1987). Él elegía siempre a sus modelos y se colocaba delante de ellos en sesiones de pintura muy largas. Freud pintaba lento. En raras ocasiones pintó por encargo. Una de ellas fue, precisamente, al barón Thyssen. Y tuvo que posar durante cuatro años para dos retratos que se pueden ver en esta exposición.

El estudio donde pintaba se convierte en protagonista. Aparece en muchos de sus lienzos. La cama, la angostura, los pinceles desparramados. El pintor colocaba a sus retratados como si fuera una escena teatral y así se les puede ver tumbados en la cama, en una silla, tirados en el suelo…

placeholder 'Durmiendo junto a la alfombra del león'. (1996)
'Durmiendo junto a la alfombra del león'. (1996)

Pero la gran fuerza de la exposición está en los desnudos. Sobre todo con los cuadros de dos personajes, la funcionaria de la seguridad social, Sue Tilley, que aparece con todo su inmenso cuerpo, genitales incluidos, ocupando la enormidad del lienzo en Durmiendo junto a la alfombra del león (1996); y el performer queer enfermo de SIDA, Leigh Bowey, quien en Y el novio (1993) aparece junto a su novia en la cama con un naturalismo devastador. “Son retratos más excesivos que transmiten una visión despiadada del cuerpo humano [envejece, enferma], pero también la vulnerabilidad de los seres humanos ante el paso del tiempo. Le gustaba que los cuadros perturbaran, pero que a su vez convencieran”, ha explicado Alarcó.

Esta exposición se ha conseguido realizar gracias, principalmente, a coleccionistas privados más que a préstamos de otros museos, han recalcado sus comisarios, que esperan que sea uno de los éxitos de la temporada. Sin duda, tiene muchas papeletas. Las exposiciones mainstream han vuelto por todo lo alto.

Hacía tiempo que el Museo Thyssen-Bornemisza andaba detrás de una exposición de Lucian Freud (Berlín, 1922-Londres, 2011). La última gran retrospectiva había sido en 1994 gracias en parte a la gran amistad que el pintor y Heinrich Thyssen mantuvieron durante parte de su vida, sobre todo a comienzos de los 80, cuando salían juntos por las discotecas londinenses. A ambos les entusiasmaba charlar sobre el proceso creativo, los modelos rebosantes de carne y esa pintura empastada de pincel gordo que tenía el artista. El coleccionista llegó a comprarle cuatro lienzos —ahora cinco tras la donación que ha hecho esta mañana Francesca Thyssen de Hombre en una silla, un retrato del barón— que se han podido ver a lo largo de estos años en la pinacoteca.

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