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La verdad sobre la lotería de Navidad (y sobre ti) que saben los expertos
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'TRINCHERA CULTURAL'

La verdad sobre la lotería de Navidad (y sobre ti) que saben los expertos

Año tras año, las advertencias se suceden: no juguéis a la lotería, que es un impuesto para gente poco avisada. Y hay más avisos: gastad bien el dinero, que no sabéis cómo hacerlo

Foto: Llegada de los bombos del sorteo al Teatro Real. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Llegada de los bombos del sorteo al Teatro Real. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Todos los años, cuando se acerca el sorteo de Navidad, recibimos la misma advertencia: no juguéis a la lotería, que es el impuesto para los tontos. La bajísima probabilidad de resultar agraciado con un gran premio es la base de este razonamiento: se trata de un gasto improductivo, una manera de malgastar el dinero que lo único que hace es engordar las arcas del Estado a tu costa.

También muy a menudo, cuando el sorteo se ha celebrado, aparecen advertencias sobre el mal uso que hacemos de las cantidades ganadas. Nos dejamos llevar por la euforia del momento y adquirimos cosas que no necesitamos o emprendemos aventuras económicas arriesgadas que nos llevan a problemas mayores todavía. Somos gente demasiado emocional, nos arrojamos en brazos de los impulsos, y como además no sabemos matemáticas y tampoco estamos acostumbrados a tener dinero, lo más probable es que quedemos deslumbrados y hagamos lo que no debemos.

Foto: Décimos de la lotería de Navidad 2022. (EFE)

Las razones para jugar a la lotería

En fin, hay muchas razones que llevan a jugar a la lotería de Navidad. Puede ser como prevención: se compra el décimo del trabajo por si acaso, no vaya a ser que a estos cabr***** les toque el gordo y a ti no; puede ser con ilusión o desde un anhelante ojalá; o por tradición; o porque un décimo compartido, intercambiado o regalado se convierte en una muestra de afecto con la gente que se aprecia; o simplemente porque te da la gana, entre otros motivos. O puede ser porque todos los años le toca a alguien, y vete a decirles a esos no sé qué de la probabilidad y que habrían hecho mejor si se hubieran ahorrado los 20 euros.

No pueden entender la ilusión, la tradición, el afecto o el azar. Son aspectos molestos porque forman parte de lo humano

Lo curioso es que todos estos motivos, así como los no nombrados, son percibidos como negativos por los expertos, en general economistas, que nos suelen advertir sobre el gasto superfluo que es jugar a la lotería. Son aspectos que les resultan molestos, porque forman parte de lo humano, es decir, de lo irracional: no pueden entender la ilusión, la tradición, la amistad, el afecto o el azar. Tampoco los pueden medir, y eso les molesta doblemente.

Foto: Los loteros catalanes esperan una buena campaña de venta de décimos del Sorteo Extraordinario de Lotería de Navidad a la vista de las largas colas de clientes que estos días se acumulan a las puertas de sus administraciones. (EFE/Marta Pérez)

Por eso insisten en la estupidez humana con ejemplos de la gente que ha hecho un mal uso del dinero caído del cielo. Es verdad que hay personas a las que un gran premio les ha arruinado la vida, o les ha impulsado a tomar malas decisiones, pero no a la mayoría. Incluso hay a quien le ha venido bastante bien. Y no solo a aquellos han tomado decisiones pragmáticas; incluso hay seres humanos que han gastado el dinero en cosas que a los expertos les parecen superfluas, pero que les hacían felices.

No des dinero a los pobres

No estoy a favor ni en contra de que la gente juegue a la lotería. Simplemente, subrayo hasta qué punto esta concepción inhabitable del ser humano con la que los economistas nos analizan no sirve para la vida cotidiana, y, por tanto, convendría que no nos dieran lecciones. Los consejos y recomendaciones pueden ser bienvenidos en algunos casos, pero el afán de superioridad con el que utilizan un instrumento más de las ciencias sociales los hace poco aconsejables, en general: su altivez dista mucho de quedar justificada por sus aciertos.

Hay expertos que creen que su conocimiento les permite afear a la gran mayoría de la gente su comportamiento irracional

A menudo, bajo sus argumentos, late un notable desprecio por la gente común, por sus prácticas y sus anhelos. Por eso nos tratan como seres sin raciocinio, deslumbrados por algo sumamente improbable, como es acertar con el número del gordo, o a los que, si les toca una buena cantidad de euros, se lo gastan todo en fiestas o en la teletienda, y en un par de meses se han quedado sin nada. En fin, si es que no se les puede dar dinero a los pobres, que no saben lo que hacer con él.

Foto: Quiénes tienen prohibido comprar lotería de Navidad en España. (EFE/Pablo Ayerbe)

Pero no es algo aislado, no se trata de la lotería; este asunto no hace más que prolongar una visión demasiado habitual en los últimos años. Hay un conjunto de expertos cuyo conocimiento les autoriza a atribuirse una posición desde la que afear a la mayoría de la gente su comportamiento irracional, cuando no estúpido. Han utilizado muchos argumentos trazados con porcentajes y gráficos para explicarnos la enorme razón que tenían, y que si nos iba mal era por el poco caso que les hacíamos. Llevan años y años explicándonos lo mucho que nos equivocamos y recriminándonos el poco caso que les hacemos, cuando ellos tienen la solución.

El historial

Lo peculiar es que vienen del mismo lugar intelectual, con las mismas referencias y las mismas formas de pensar, que aquellos aseguraban que llevarse las fábricas a China era lo más conveniente, que debíamos rebajarnos los salarios porque no éramos competitivos, que las pequeñas y medianas empresas carecían de la productividad necesaria, y que era mejor que crecieran o que desaparecieran, o que depender del exterior era lo mejor que nos podía pasar, porque conseguiríamos mediante el comercio que todo el mundo se hiciera demócrata. Ahora vemos las consecuencias desastrosas de esta concepción, en nuestro nivel de vida y en el terreno geopolítico.

Con ese historial, estaría bien que dejasen de observar la emocionalidad ajena y observasen más detenidamente la suya. O, al menos, que dejen de dar la brasa, y más en estas fechas y con algo tan arraigado como la lotería de Navidad.

Todos los años, cuando se acerca el sorteo de Navidad, recibimos la misma advertencia: no juguéis a la lotería, que es el impuesto para los tontos. La bajísima probabilidad de resultar agraciado con un gran premio es la base de este razonamiento: se trata de un gasto improductivo, una manera de malgastar el dinero que lo único que hace es engordar las arcas del Estado a tu costa.

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