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Inhala y sé feliz: la democracia ha muerto, viva la narcodemocracia
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Inhala y sé feliz: la democracia ha muerto, viva la narcodemocracia

Ahora, 4.000 españoles que son diagnosticados de depresión severa o resistente dispondrán de una salita agradable, un entorno seguro y una bata blanca para ponerse finos de keta

Foto: La depresión y la narcodemocracia. (iStock)
La depresión y la narcodemocracia. (iStock)

Cuatro mil personas se suicidan en España cada año y resulta que se podría evitar con spravato, o lo que es lo mismo, con un nuevo fármaco de esketamina en espray que se acaba de aprobar para tratar los casos de depresión resistente que lamentamos cada año. Viene financiado por el Ministerio de Sanidad y, coincidencia o no, los números son demasiado parecidos al de los suicidas, es decir, cuatro mil españoles que son diagnosticados de depresión severa o resistente y que ahora dispondrán de una salita agradable, un entorno seguro, y una bata blanca para ponerse finos de keta y salir después luciendo aquella sonrisa añorada en incomprensión y opiáceos. Algo así como una narcosala financiada por el Estado, como las que te repartían chutas y émbolos a las puertas de los infiernos de los noventa, aunque ahora te den ellos la micra, también.

Ya dejaron de sonar Lole y Manué entre viajes, el polvo del suelo se ha cambiado por mármol de hospital, el machaca cuesta una empresa de seguridad y a los yonquis se les avisa por megafonía tras cumplimentar el volante que les paga el viaje en su médico de cabellera. Se cruzan madres que van a dar a luz con personas que la buscan, gracias al esfuerzo de clanes como el de Johnson&Johnson, que después de pasar por el túnel de las vacunas contra el Covid y comprobar lo bien que se adelanta por la izquierda cuando hay prisa, ha cerrado un acuerdo con el Gobierno de Sánchez para suministrar Spravato a todo aquel que no quiera llorar más (como hicieron en su día con los pelos)

Pero esto viene de lejos. Cómo estuvo mal visto tratar pacientes con medicamentos psicodélicos desde que Estados Unidos enarboló la bandera contra las drogas allá por los ochenta, la medicina y la psiquiatría encontraron en los opiáceos la teta de la que tratar depresiones y demás brotes de los que no es fácil entender nada. Y ya saben cómo terminó la cosa: los pacientes que utilizaron para tratar su depresión derivados del opio, como la oxicodona y después el fentalino, acabaron convirtiéndose en una panda de zombis que muy pronto se extendieron por todas las calles de Norteamérica, dejando una sociedad arrasada de la que todavía no hemos visto ni las orejas de tan ayer que ha sido. Tras comprobar la enorme metedura de pata, firmarecetas y gobernantes decidieron virar hacia otro tipo de drogas que fueron famosas en los sesenta y setenta por sus efectos psicodélicos: los hongos, el LSD y por supuesto, la esketamina, o ketamina, que se presenta ahora como el nuevo: inhala y sé feliz. Hasta entonces la ketamina se utilizaba para tumbar a un caballo, por mucho caballo que dieran para tratar los brotes que ahora pretender arreglar en psicodélicos.

Ganas de saltar

En una especie de oda escohotiana, el Estado reparte esketamina porque resulta que a uno le quita las ganas de saltar. Mientras tanto, todo cuesta mucho más dinero excepto la heroína, que ha bajado a la mitad y por eso en las calles de los pueblos de España vuelve a olerse un poco a chino. Ya no se pinchan porque está mal visto. Como también está mal visto lo de la coca. Que te baile la mandíbula es de carrozas; no sirve para una generación que convive con el narcisismo de sacarse una foto en Instagram que haga estallar la reputación del famose por tener una roquita blanca en la napia. Eso cambió con la rubia de Albión, Kate Moss, y desde entonces los más pijos han ido buscando nuevos métodos para ponerse ciegos sin que resulte llamativo o pueda parecer sucio al cuerpo de gimnasio y doble máster que ahora engulle el chocofresh y derivados de setas alucinógenas, para seguir dando rienda suelta a su curiosidad sin llamar la atención de un oportunista amigo vende almas.

Que te baile la mandíbula es de carrozas; no sirve para una generación que convive con el narcisismo de sacarse una foto en Instagram

Por eso se da ahora lo de las gominolas de marihuana, tabletas de un chocolate que sí pruebas, vuelas, microdosis en papel, y los camellos en vez de tener que meterse en poblados peligrosos despachan su merca a compañeros de oficina, porque estas modas se preparan en cocinas de pisito compartido en barrio bien. Y como ya ocurrió en los setenta, con esos pioneros en meterse jaco que fueron adinerados y enfadados de alto poder adquisitivo, son ahora setas, marihuana en gelatina y demás subidones, las que vuelven a traspasar el saloncito de los niños ricos al de las salas de espera de cualquier hospital público. Qué razón tenía Juan Manuel de Prada hablando de las narcodemocracias, aquellas en las que el consumo de drogas no entiende de médicos, abogados, economistas o funcionarios, y donde las élites se enriquecen teniéndonos ciegos. Véase vacunas, esprays, y muy pronto, granjas de marihuana desde Albacete hasta Coruña. Tanto que tardan para renovar a los jueces y tan poco para montarse un chiringo que dirija las pagas a sus ex señorías.

Leo en El Español sobre un estudio reciente publicado en la revista New England Journal of Medicine que defiende el uso de la psilicibina, coloquialmente conocido como los hongos alucinógenos y que han demostrado reprimir los síntomas de la depresión resistente desde el primer día de su administración. Aguayasca y hongos mágicos para paliar las ganas de morirse. Y encima con receta médica en la línea de salida de aplicarse en cada loco país europeo. Se acabó el sufrir. Pasa un bus y un anuncio reza el eslogan de un tanatorio/crematorio de mascotas: “con amor hasta el final”. Parece que nos estamos volviendo locos, así que, lobbistas del hampa en la venta de dinero público estén al loro, que muy pronto vamos a necesitar todos nosotros un espray de spravato que evite vernos morir a cada poco.

Cuatro mil personas se suicidan en España cada año y resulta que se podría evitar con spravato, o lo que es lo mismo, con un nuevo fármaco de esketamina en espray que se acaba de aprobar para tratar los casos de depresión resistente que lamentamos cada año. Viene financiado por el Ministerio de Sanidad y, coincidencia o no, los números son demasiado parecidos al de los suicidas, es decir, cuatro mil españoles que son diagnosticados de depresión severa o resistente y que ahora dispondrán de una salita agradable, un entorno seguro, y una bata blanca para ponerse finos de keta y salir después luciendo aquella sonrisa añorada en incomprensión y opiáceos. Algo así como una narcosala financiada por el Estado, como las que te repartían chutas y émbolos a las puertas de los infiernos de los noventa, aunque ahora te den ellos la micra, también.

Ministerio de Sanidad