Es noticia
He revisado a mis amigos, señora Calviño, y tampoco apruebo
  1. Cultura
'TRINCHERA CULTURAL'

He revisado a mis amigos, señora Calviño, y tampoco apruebo

Que me he aburguesado, o que no estoy aún en edad de que mis hijos y los de mi entorno encuentren trabajo. Que lo del IMV y el SMI me lo sé porque estoy en este mundo

Foto: La vicepresidenta primera del Gobierno Nadia Calviño. (EFE/Zipi Aragón)
La vicepresidenta primera del Gobierno Nadia Calviño. (EFE/Zipi Aragón)

A Gemma le sentaba fatal que tanta gente se olvidara de pronunciar una de las emes cuando la llamaban por su nombre. "¡Que no me llamo Gema, que soy Gemma!", protestaba, y juntaba mucho los labios al llegar a la segunda sílaba. Se acabó rindiendo, claro, porque hay batallas en las que una debe gastarse lo justo. Gemma se fue a vivir a Seseña, a aquello que construyó el Pocero, tiene tres hijos y su nombre aparece el 7 de octubre en el Diario Oficial de Castilla-La Mancha. Ha conseguido plaza como orientadora educativa en un colegio público de Toledo.

Sé que desde hace tiempo ha decidido entregarse a otras batallas. En junio propuso la adhesión de su centro a un plan de prevención de la violencia de género y algunos de sus compañeros le dijeron que eso era partidista, que politizaba la educación. Gemma, con doble eme, dice que de eso nada, monada, y que no piensa rendirse. Que la educación pública necesita recursos, que fomentar la igualdad no es adoctrinar y que está dispuesta a seguir dando guerra.

La educación pública necesita recursos, que fomentar la igualdad no es adoctrinar y que está dispuesta a seguir dando guerra

Mónica, en cambio, está cansada. Después de 14 años trabajando en una papelería, el jefe la despidió hace unas semanas. "No compréis nunca más ahí", nos pide. Al menos ha conseguido que se lo reconozcan como improcedente. Vivirá de la indemnización mientras se prepara exámenes para una oposición de personal sociosanitario. A veces me manda un audio de WhatsApp y me recuerda que su cuñada quiere un autógrafo de Carlos Alsina. Un papel con firma por el que está dispuesta a pagarme en vino. Otras veces me manda un audio con cualquier otra tontería y me llama Nines, que es como me llamaban mi padre y mis compañeras de clase.

Héctor tiene dos gatos y un piso pagado dentro de la M-30. No es rico de familia ni gana una fortuna, pero es muy ahorrador y creo que sería un excelente asesor financiero, teniendo en cuenta que conoce todas las posibilidades de descuentos y ventajas que ofrece esta maldita ciudad que es Madrid. Le imagino haciéndole la misma ilusión que a mí llegando a las máquinas del metro y comprobando que el bono de diez ya no vale 12,20, sino 8,50. Ninguno de los dos lo necesitamos, pero como dice otra amiga, Anabel: "Que nos gustan los descuentitos".

Cuando conocí a Paula vivía en Barcelona y trabajaba como becaria en un periódico. Ahora la empresa para la que trabaja le pone coche y un piso le pondría yo si pudiera pagárselo, porque es una jefa de lo suyo. Nos vemos poco porque cuando viene a Madrid no avisa. Dice que es porque sabe que no le va a dar tiempo a quedar. Cuando hablamos y es día laborable nos ponemos muy pomposas y profesionales. Nos intercambiamos teléfonos y artículos de periódico, nos preguntamos por nuestras respectivas familias. Si hablamos en fin de semana, desciframos Vanitatis y otros sitios de interés.

*Si no ves correctamente el módulo de suscripción, haz clic aquí

Alexandra tiene unas bailarinas de Chanel por las que estaría dispuesta a matarla, pero además de que no son mi número, es desde hace tiempo una de mis mejores amigas. Paloma hace poco que ha aparecido en mi vida. Es lista como el hambre, más libros a sus espaldas que yo y es casi diez años más joven. También es autónoma, pero puede pagarse sus copas y sus citas. Lleva unas gafas que solo pueden quedarle bien a ella. Y está Jorge, que deja veinte euros de propina cuando paga la cena como si fuera lo más normal del mundo. Yo actúo como si siempre hiciera lo mismo cuando pago las mías.

Raquel es azafata, la otra Raquel es terapeuta familiar y tiene su propio negocio. Paz es arquitecta y tiene una casa diseñada por ella misma. Pedro vive en la calle Toledo. Sabe mucho de cine, de política. Nunca hace caso cuando Carmen y yo le decimos que la combinación de americana y camiseta es difícil que salga bien. Que es algo que José, por ejemplo, no se pondría con tanta ligereza. Para su boda optó por un diseño de Lander Urquijo —"¡hay pasta!", diría mi amigo Ignacio— y siempre huele bien. Es cariñoso y consigue que te mueras de risa a la tercera frase que pronuncia. Vive en pleno centro, y se resiste a seguir esa tendencia de que cuando tienes hijos necesitas jardín y chalet para no provocarles un trauma. El 99% de nuestras conversaciones podrían acabar con los dos en comisaría o despedidos. Pero sabe cuidarme el 1% restante.

Esto pretendía ser una trinchera cultural y ha acabado siendo una versión larguísima y muy personal de la canción aquella de Amaral en la que Juan y Eva hablaban de sus amigos. Pero es que le he hecho caso a la vicepresidenta Nadia Calviño y me temo que no he aprobado.

Le he hecho caso a la vicepresidenta Nadia Calviño y me temo que no he aprobado

Que me he aburguesado, o que no estoy aún en edad de que mis hijos y los de mi entorno encuentren trabajo. Que lo del IMV y el SMI me lo sé porque estoy en este mundo, pero en mi día a día, en mis conversaciones de teléfono, en esas personas de las que me sé hasta el día que tienen que teñirse, no están. Tampoco beneficiados por los avales del ICO. Puede que sí los ERTE, porque fue uno de los panes nuestros de cada día de lo peor de la pandemia.

Supongo que, como tantos otros, me junto con personas muy parecidas a la que soy ahora. Y si las hay beneficiadas por muchas de las medidas adoptadas por el gobierno, puede que las haya dejado por el camino. Revisar a los amigos es un ejercicio estupendo, como también una forma de comprobar en lo que algunos nos hemos convertido. Y en mi caso, no apruebo.

A Gemma le sentaba fatal que tanta gente se olvidara de pronunciar una de las emes cuando la llamaban por su nombre. "¡Que no me llamo Gema, que soy Gemma!", protestaba, y juntaba mucho los labios al llegar a la segunda sílaba. Se acabó rindiendo, claro, porque hay batallas en las que una debe gastarse lo justo. Gemma se fue a vivir a Seseña, a aquello que construyó el Pocero, tiene tres hijos y su nombre aparece el 7 de octubre en el Diario Oficial de Castilla-La Mancha. Ha conseguido plaza como orientadora educativa en un colegio público de Toledo.

Nadia Calviño Trinchera Cultural
El redactor recomienda