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Sola y borracha quiero llegar a casa, pero hay okupas dentro
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Sola y borracha quiero llegar a casa, pero hay okupas dentro

Las noticias sobre okupación vienen a decirnos que nuestro quebranto al pagar la vivienda nos hace mejores. Te están jodiendo vivo, pero ¡qué honrado eres, no como estos!

Foto: Okupas en un edificio en el centro de Madrid. (EFE/Javier López)
Okupas en un edificio en el centro de Madrid. (EFE/Javier López)

No es lo mismo avisar de que te puede cagar una paloma por la calle que activar por ese motivo las alarmas de bombardeo aéreo. En verano no hubo, que sepamos, casos de droga por pinchazos y tampoco abusos sexuales relacionados, pero se habló durante semanas de sumisión química. Por los pinchazos pusieron carteles los ayuntamientos, diputaciones y demás, tan útiles para la seguridad como una campaña de prevención por las macetas que caen fortuitamente de los balcones.

De los que tan preocupados parecían por este crimen, entre el 1 y el 5 de agosto, cuando el tema se prestaba a 'trending topic', la mayor parte pasó a otra preocupación igual de urgente y alarmante en cuanto Twitter cambió los huevos de cesta con el algoritmo. Pero yo no me olvidé y hoy me interesa recordarlo, porque me apetece escribir sobre este otro temor mediático pasajero: el de los okupas. Recordando lo que dije de los pinchazos tengo la parte del alarmismo escrita.

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Sin embargo, las horas dedicadas a okupas dan para más. La catarata de noticias sobre invasiones de viviendas de gente que ha salido de veraneo o tiene su segunda residencia en alquiler acapara tiempo de antena. Es una serpiente andarina que viene y va: ni es la primera ni la última vez que ciertos medios deciden que este es el problema que merece toda la cobertura que sea posible, mientras el mercado de la vivienda sigue desbocado por causas que nada tienen que ver.

Analicemos. ¿Existen okupaciones? Sí, se calcula que en torno a 10.000 viviendas el año pasado, la mayoría de ellas pertenecientes a bancos o semiabandonadas, fueron invadidas. ¿Hay procesos de expulsión de okupas que se ralentizan? Sí, como en todo lo demás. Alejandro Requeijo explica aquí las dificultades. Cataluña es la comunidad con peores datos: 17 denuncias por cada 10.000 viviendas. Un 0,002%. Sin embargo: ¿existe un riesgo de que los okupas entren en tu casa, se instalen y te cambien la cerradura, como dan a entender ciertos programas? Ejem.

Foto: Dispositivo policial para el desalojo de un casal okupa en Benimaclet. (EFE/Biel Aliño)

No es de recibo que la gente deje de pagar el alquiler, más todavía cuando el propietario es un particular, o que se fuerce una cerradura y se instalen mientras millones de trabajadores se dejan los cojones para costear la vivienda. Como tampoco es de recibo que te pinchen en una discoteca para asustarte, ni que sea con un palillo, solo por joder. También es un problema la viruela del mono. Pero no: no es como el covid.

La tele agarra lo anecdótico y lo eleva a la categoría de amenaza global. Se apela a sentimientos comunes para convertir episodios particulares en peligros para la comunidad. Al "sola y borracha quiero llegar a casa" se le añade: "y, por cierto, a una casa sin okupas". Pocas cosas más transversales que el sensacionalismo, encantado de echar pienso en las granjas del miedo de unos y otros.

Pasa como en el poema de Cavafis en el que los centinelas vigilan la muralla mientras la polis se pudre a sus espaldas

La inviolabilidad del cuerpo y la de la propiedad privada: dos derechos más próximos en el corazón del ciudadano de lo que parece. Un elemento extraño que penetra en lo nuestro sin consentimiento, la profanación de lo sagrado, el cuerpo, la casa, mis templos. El ambiente informativo es propicio para los anuncios de Securitas y poco más. Este verano, los de la radio habían incorporado el latiguillo de las okupaciones.

Cabe preguntarse si el fenómeno de la okupación, reciente en términos históricos, tendría la misma magnitud si el precio del alquiler en España fuera más sensato. Las ciudades con precios más desbocados, como Barcelona, tienen las mayores tasas de okupación. Así que, ¿son los estornudos lo que te mata cuando tienes sida? ¿Hablamos de síntomas o de la enfermedad?

Admito que es menos excitante para la audiencia describir las tácticas de fondos como BlackStone, o la forma en la que las licencias por piso turístico encarecen el suelo, o los procesos de gentrificación cuqui, o del hecho de compartir piso después de casados, o la infravivienda que parte pisos en colmenas miserables separadas por tabiques de papel, que poner el foco en esa horda de bárbaros que golpean las puertas y viven del cuento. Pasa como en el poema de Cavafis en el que los centinelas vigilan la muralla mientras la polis se pudre a sus espaldas.

¿Cómo no sentir la atracción del desprecio, entonces, el morbo, cuando esas noticias nos hablan sobre gente que decide no pagar?

Tal vez sea que hablar de okupas nos provoca una satisfacción masoquista. Porque nos cuesta mucho pagar la vivienda, sí. Y buscamos otra cuando se acerca la extinción del contrato, pero todo está demasiado caro, o en condiciones lamentables. Los pisos son en muchos sitios un derecho básico a precio de Rolex, y sin embargo, pagamos. ¿Cómo no sentir la atracción del desprecio, entonces, el morbo, cuando esas noticias nos hablan sobre gente que decide no pagar?

Las noticias sobre okupación vienen a decirnos que nuestro quebranto al pagar la vivienda nos hace mejores. Te están jodiendo vivo, pero ¡qué honrado eres, no como estos! Y eso es, sencillamente, lo peor del mensaje entrelíneas de esta serpiente mediática. Relativamente satisfechos pagando precios desorbitados por la vivienda porque hay unos cabronazos por ahí que no pagan.

Contentos de ser mejores que ellos, mientras nos ponen decúbito supino delante de la tele que habla de okupas y… en fin, algo está pasando ahí detrás.

No es lo mismo avisar de que te puede cagar una paloma por la calle que activar por ese motivo las alarmas de bombardeo aéreo. En verano no hubo, que sepamos, casos de droga por pinchazos y tampoco abusos sexuales relacionados, pero se habló durante semanas de sumisión química. Por los pinchazos pusieron carteles los ayuntamientos, diputaciones y demás, tan útiles para la seguridad como una campaña de prevención por las macetas que caen fortuitamente de los balcones.

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