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Lilith Verstrynge muy bien, Ángel Martín muy mal
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'Trinchera cultural'

Lilith Verstrynge muy bien, Ángel Martín muy mal

El cómico hace antipolítica porque en su popular noticiario para gente sin tiempo, donde comprime titulares de los temas de actualidad, le dio por decir lo que todo el mundo (no subvencionado) piensa

Foto: El cómico Ángel Martín. (EFE/Javier Cebollada)
El cómico Ángel Martín. (EFE/Javier Cebollada)

Han pasado dos cosas muy relacionadas, aunque no lo parezca, en el plazo de unos días. Un humorista que tiene un potente canal con noticiarios cínicos y descreídos ha sido catalogado de protofascista, populista y antipolítico por la misma gente que, días más tarde, no decía ni mu cuando colocaron a Lilith Verstrynge de secretaria de Estado de Agenda 2030 por más de 100.000 euros al año, siempre que la inflación no haya aumentado el monto que cobraba su predecesor.

Empecemos por el cómico: Ángel Martín promueve la antipolítica y, por tanto, pone a España a los pies de los fascistas. Te lo garantizan los mismos que aseguran que Pablo Motos pone a España a los pies de los fascistas, e Iker Jiménez, y Bebe, y Ferreras, y Ana Iris Simón. Son todos protofascistas, o neofascistas, o posfascistas, o prefascistas, o yo qué sé. Según vaya la cosa, según te dé el aire, se le puede poner un prefijo u otro. Fascistoide, refascista, fascistilla, en fin.

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Antipolítica, ¡qué cosas! ¿Por qué hace antipolítica Ángel Martín? Porque, en su popular noticiario para gente sin tiempo, donde comprime titulares de los temas de actualidad, le dio por decir lo que todo el mundo (no subvencionado) piensa: que la cosa es ya para estar un poquito hasta los cojones, porque sube la gasolina y te piden hacer otro esfuercito, después de confinamientos y demás, con el 10% de la inflación.

Su discurso es, vaya, el mismo de tu panadero, tu verdulero, tu pizzero, tu heladero, tu amigo, tu enemigo, una parte de ti mismo y la madre que nos parió. El discurso de cualquiera que trabaje y tenga un poder adquisitivo reducido pese a que sigue trabajando lo mismo. De los que no trabajan, para qué hablar: piensan lo mismo. Es, vaya, el discurso de una ciudadanía que constata que el discurso político es estéril y no conduce a la solución de sus problemas, sino a complicaciones nuevas y crispación.

Foto: Lilith Verstrynge, en una imagen de archivo. (EFE/Martín)

Os diré cómo confiar en la política, cómo seguir creyendo en sus discursos: siendo, en lugar de Ángel Martín, Lilith Verstrynge. Mientras acusan a Ángel Martín de poner a España a los pies de la ultraderecha por tener una opinión cínica de la política, a ella, que es famosa por demostrar que el dinero que cuesta una formación en las mejores escuelas internacionales puede uno ahorrárselo, porque, total, te sale Lilith Verstrynge, le han dado el cargo arriba referido.

Si Ángel Martín representa la antipolítica, Verstrynge representa lo contrario, la política. Así que, mientras él suelta cosas cínicas y malhumoradas, ella no. Ella habla de principios, de valores, de "los problemas de la gente"; se queja en Barcelona de que Madrid no tiene árboles, asiente mucho a quien le da de comer y niega con contundencia a quien no la coloca en buenos cargos, y recibe un premio en consonancia. Claramente, hay que creer más en Lilith Verstrynge para salvar a España del fascismo, y menos en Ángel Martín. ¿No?

En fin. Estaba yo pensando, mientras chapoteo en el fango del futuro, que lo más gracioso de todo esto es que han convertido, por la vía de la antipolítica, el fascismo en el grupo más inclusivo que hay. Hoy el fascismo es más inclusivo que el LGTB y mucho más inclusivo de lo que fue el Círculo de Lectores. Mientras que para militar en el antifascismo hace falta emular a Lilith Verstrynge, solo que sin recibir cargos, basta hacer un vídeo diciendo que estás hasta los cojones de la clase política para recibir el carné de fascista.

Foto: La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, junto al todavía secretario de Estado para la Agenda 2030, Enrique Santiago. (EFE/Ministerio de Derechos Sociales)

Benito Mussolini tuvo que hacer grandes esfuerzos de proselitismo, matar opositores, lanzar a sus camisas negras contra los comunistas y los socialdemócratas y, en general, dedicar grandes sumas de dinero a la expansión de su movimiento. Qué desperdicio de energías. Si hubiera tenido disponibles a los tuiteros del triangulito pa'bajo de hoy, ¡qué poder hubiera alcanzado, y qué rápido! ¿No me gusta lo que dices? ¡Fascista! ¿Oyes esa música? ¡Fascista! ¿Tu discurso no beneficia lo suficiente a la carrera política de Lilith Verstrynge? ¡Fascista, fascista, fascista!

Se me ocurre, no sé, tal vez —me siento muy osado esta tarde—, que también puede ser que la antipolítica que detectan los comprometidos con y sin subvención (los ingenuos y los listos) consista en el resultado, arenoso cual mojón de lince ibérico seco en la carretera, de que la inmensa mayoría de los que llenaron las plazas del 15-M o votaron a los salvadores de países no se han convertido en Lilith Verstrynge por mucha fe que le hayan echado. ¡Cosas mías!

Han pasado dos cosas muy relacionadas, aunque no lo parezca, en el plazo de unos días. Un humorista que tiene un potente canal con noticiarios cínicos y descreídos ha sido catalogado de protofascista, populista y antipolítico por la misma gente que, días más tarde, no decía ni mu cuando colocaron a Lilith Verstrynge de secretaria de Estado de Agenda 2030 por más de 100.000 euros al año, siempre que la inflación no haya aumentado el monto que cobraba su predecesor.

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