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El país donde nadie duda: no esperéis nada bueno de Rusia en los próximos siglos
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La distinta mentalidad rusa

El país donde nadie duda: no esperéis nada bueno de Rusia en los próximos siglos

El escritor bielorruso Sasha Filipenko —autor de 'Cruces rojas' (Alianza)— que ha vivido muchos años en Rusia y hoy vive refugiado en el extranjero, denuncia la invasión de Ucrania

Foto: Sasha Filipenko. (Cedida)
Sasha Filipenko. (Cedida)
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Me instalo en Rusia en 2004, cuando Lukashenko cierra mi universidad. Puedo seguir estudiando en la bella Praga, escoger Varsovia o la maravillosa Cracovia, pero mi abuela opina que cualquier joven educado está casi obligado a pasar algunos años de su vida en San Petersburgo. Y, no sé por qué, le hago caso.

Estamos en octubre, del cielo cae aguanieve. El primer día casi me atropellan en dos ocasiones en los pasos de peatones (creía que podía cruzar con el semáforo en verde, pero es un error). Presencio una disputa en la que salen a relucir las navajas, una jauría de perros asilvestrados no parece muy contenta de verme. Algunos me gruñen a coro. Confieso que (para ser el primer día) no resultaba agradable. Veo centenares de edificios a punto de derrumbarse, pero mi principal conmoción se debe al lenguaje.

Ya mencioné que, antes de instalarme en el país más grande del mundo, tuve tiempo de estudiar en la facultad de filosofía en la Universidad Europea de Humanidades de Minsk, donde los profesores nos inculcaban una única y muy sencilla costumbre: empezar cualquier declaración con la palabra "probablemente". "Probablemente, esto y aquello, seguramente así y asá". Nunca sabemos nada a ciencia cierta, estamos lejos de la verdad. Solo podemos suponer. Durante los debates exponemos únicamente nuestro punto de vista que, muy probablemente, puede estar equivocado. "Probablemente —insistían mis profesores—, es el único punto de partida admisible de cualquier pensamiento". Todo lo que podemos hacer es dudar, preguntar y lentamente, paso a paso, ir acercándonos con cuidado a la frágil verdad que, muy probablemente, se desintegrará al instante en nuestras manos. Parafraseando a Descartes: dudo, luego existo. Esa era la enseñanza de nuestros profesores.

Foto: Planta de tratamiento de fertilizantes en Shandong, China. (Reuters/Stringer)

Desde el primer día me doy cuenta de que, por lo general, en Rusia esta regla no funciona. Aquí las frases se empiezan con las palabras "en realidad". ¿Son palabras parásitas? Pero son sintomáticas.

"En realidad en Europa todo el mundo es gay", "en realidad todos los árbitros odian nuestra selección de fútbol", "en realidad Putin es un gran líder", "en realidad todo lo malo proviene de América", "en realidad los rusos somos el pueblo elegido".

Con el tiempo me acostumbro a que muy poca gente en Rusia tiene el hábito de dudar. Creo que este "en realidad" es la causa de muchos de los problemas de la sociedad rusa. Me parece que (claro que puede que esté equivocado) uno de los problemas fundamentales de Rusia arraiga en que la duda, el reconocimiento de errores propios, son considerados una derrota. Un ruso prefiere morir antes que reconocer que está equivocado. Dudar en Rusia es mostrar la debilidad y, en ningún caso, puede uno ser débil en un país que durante siglos rinde culto a la fuerza.

Foto: Los presidentes de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, y Rusia, Vladímir Putin. (Reuters)

Todo el sistema educativo de Rusia se basa en que el alumno no estudia, sino que recibe los conocimientos. Los conocimientos aquí no se adquieren, sino que se transmiten, como el covid. Estos días en Rusia se cierra la última universidad liberal en la que el alumno escogía las asignaturas que quería estudiar. A partir de ahora y para siempre, solo se podrá estudiar lo permitido. Las tutorías, los seminarios no sirven para nada. ¿Para qué? ¿A quién le hacen falta? En el país más grande del mundo siguen adorando las pomposas lecciones magistrales. Durante estos eventos no se requiere la participación del alumno, únicamente se exige obediencia y aceptación. Escuchan, apuntan, estudian, aprueban. No hace falta preguntar, basta con memorizar. Como resultado, vemos a multitudes que empiezan cada frase con un "en realidad". ¿Por qué? Porque están acostumbradas a que les han transmitido unos conocimientos "verificados". "¡En realidad yo sé la respuesta!" —"¿Por qué?"— "Porque he escuchado algo en alguna parte, alguien me dijo algo, en el cole o en la televisión…".

¿Es posible que la TV esté engañando? ¡En realidad no!

Es muy difícil dialogar con un ruso, ya sea este liberal o persona que llama a los liberales "liberastas" (un insulto formado por las palabras liberal y pederasta). En Rusia no existe la cultura de la duda. La mayoría de la gente con la que he hablado sobre tema cree sinceramente que el objetivo de la discusión se reduce a "convencer" al oponente y no a acercarse, aunque sea un poco, a la verdad (si es que esto es posible). Los programas de la televisión rusa parecen una buena confirmación de lo dicho. Lo importante no es escuchar al oponente, sino gritar más alto que él. Los presentadores aquí nunca dudan de nada, los diputados tienen las respuestas para todas las preguntas. El ministerio de Asuntos Exteriores, en mi opinión, conoce perfectamente la historia de la humanidad hasta su último día. Me sorprende que con esos niveles de conocimiento todavía no hayan contestado a la pregunta de qué fue primero: el huevo o la gallina (es posible que yo no sepa algo). El presidente de Rusia no considera necesario rebajarse a los niveles de "probablemente". En todos sus años de gobernante jamás participó en un verdadero debate. ¿La verdad nace en los debates? ¡No, la verdad nace en su cabeza! ¿En realidad? Probablemente…

Pienso que la maquinaria de la propaganda funciona tan bien en Rusia porque la sociedad no duda. Es innecesario, es una habilidad inútil. Los espectadores no se molestan en cuestionar lo que les enseñan los canales estatales. Los trabajadores de los canales federales no dudan de que no les va a pasar nada por lo que están haciendo y no cuestionan las instrucciones que les llegan del Kremlin. Dudar es perder el tiempo y crearse problemas. No dudar es más cómodo y más seguro. Para empezar a dudar es necesario proponerse al menos una opción alternativa. Pero sugerir al menos una opción alternativa requiere hacer un esfuerzo. Surge la pregunta: ¿para qué? ¿Para qué dudar cuando "en realidad" está todo claro? Si hay alguien que "en realidad" ya lo ha decidido por todos. ¿Por qué dudar cuando "en realidad" nada se puede cambiar, cuando "en realidad", "en realidad", "en realidad"?…

Dudar es perder el tiempo y crearse problemas. No dudar es más cómodo y más seguro

Estos días, intentando entender cómo Rusia ha llegado al punto en que se hizo posible la guerra contra Ucrania, es importante no olvidar que en la sociedad rusa no surge la pregunta opuesta. ¿Por qué es imposible esta guerra si EN REALIDAD todos los ucranianos son nazis, y si en realidad esta tierra es nuestra? Lo que está pasando en Ucrania estas semanas no es un conflicto repentino, sino un conflicto posibilitado, en gran parte, por los problemas fundamentales de la sociedad rusa, conflicto que tiene sus raíces profundas en la ausencia de la cultura de la duda.

En Rusia se perdió la capacidad de escucharse los unos a los otros, en Rusia se perdió la capacidad de aceptar un punto de vista ajeno. En Rusia se perdió la capacidad, si es que la tuvieron alguna vez, de dudar de sus propios pensamientos. A los rusos normalmente les gusta lo que dicen. Los rusos (no todos, por supuesto) disfrutan sintiéndose poseedores de la verdad. Es una particularidad del carácter nacional y, si esto sigue así, no deberíamos esperar nada bueno en los próximos siglos. Aunque, probablemente esté equivocado…

Me instalo en Rusia en 2004, cuando Lukashenko cierra mi universidad. Puedo seguir estudiando en la bella Praga, escoger Varsovia o la maravillosa Cracovia, pero mi abuela opina que cualquier joven educado está casi obligado a pasar algunos años de su vida en San Petersburgo. Y, no sé por qué, le hago caso.

Ucrania Vladimir Putin
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