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Judith Schalansky, la escritora que busca lo que extraviamos: "Perder puede ser una ganancia"
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Entrevista

Judith Schalansky, la escritora que busca lo que extraviamos: "Perder puede ser una ganancia"

Ha publicado 'Inventario de algunas cosas perdidas' y reflexiona sobre lo que han supuesto los dos últimos años y acerca de nuestra capacidad de conservar

Foto: La escritora alemana Judith Schalansky. (Cortesía Fundación Telefónica/Ricardo Domingo)
La escritora alemana Judith Schalansky. (Cortesía Fundación Telefónica/Ricardo Domingo)
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Fue Borges el que, con su conocida alegría, dijo aquello de que la vida era una sucesión de pérdidas. En realidad, la frase literal señalaba que no hay otros paraísos sino los perdidos. Con algo menos de desazón, la escritora, editora y diseñadora de arte nacida en la Alemania oriental Judith Schalansky (Greifswald, 1980) sigue esta estela y también habla de lo que desaparece en su ensayo ‘Inventario de algunas cosas perdidas’ (Acantilado). No son poca cosa. Son objetos, desde los poemas de Safo al Palacio de la República de la RDA en Berlín, que quedaron relegados al olvido, otros fueron demolidos y otros se sepultaron en su propia ruina.

El ensayo lleva a reflexionar sobre lo que significaron aquellos objetos y lo que supone su pérdida. Pero en vez de caer en la tristeza, Schalansky habla de lo que todavía perdura cuando algo se esfuma porque, viene a decir, nunca nada desaparece del todo. La analogía con estos dos años de pandemia, con las pérdidas personales, emocionales y físicas, es fácil. Y de ello, esta autora que ya fue un 'bestseller' con ‘Atlas de islas remotas’ habla con El Confidencial tras una charla la semana pasada en la Fundación Telefónica.

placeholder 'Inventario de algunas cosas perdidas'.
'Inventario de algunas cosas perdidas'.

En el libro, por ejemplo, podemos encontrar aquello que cuesta que desaparezca (y tiene mucho que ver con la escritura): "Aunque nada dure eternamente, hay cosas que se conservan más tiempo que otras: las iglesias y los templos aventajan a los palacios; la cultura escrita sobrevive a aquella que no se ha fijado mediante sistemas de signos complejos. La escritura, que el erudito persa Al-Biruni definió en su momento como un ser que se reproduce en el espacio y en el tiempo, fue desde el principio un sistema para transmitir información a la par de la herencia con independencia del parentesco. Quien sabe escribir y leer puede elegir a sus antepasados, contraponiendo a la tradicional transmisión biológica una segunda línea hereditaria de naturaleza espiritual".

"Olvidar todo es malo, de eso no cabe duda; pero es aún peor no olvidar nada, porque todo saber nace del olvido"

A pesar de todo, la autora insiste en el ensayo en que no podemos recordarlo todo ni conservarlo todo. También hay que olvidar, pasar página, construir otras cosas. "Olvidar todo es malo, de eso no cabe duda; pero es aún peor no olvidar nada, porque todo saber nace del olvido. Si almacenáramos todo indiscriminadamente, como ocurre en esos servidores donde se malgasta tanta energía eléctrica, la información perdería su sentido y se convertiría en una recopilación desordenada de datos inservibles. La creación de cualquier archivo responde a la voluntad de conservarlo todo, como pretendía el arca de Noé. Ahora bien, una idea sin duda fascinante como, por ejemplo, transformar el continente de la Antártida o incluso la luna en un museo de la Tierra, centralizado y democrático, que custodie todas las creaciones culturales, con un criterio imparcial, revela una mentalidad totalitaria y constituye un proyecto condenado de antemano al fracaso", escribe. Como señala en esta entrevista con un punto de optimismo: “También en las pérdidas se puede encontrar una ganancia”.

PREGUNTA. En su último libro habla de las cosas que perdemos. En los dos últimos años hemos perdido mucho. ¿Qué podemos hacer para recuperarlo?

RESPUESTA. No creo que se trate de arreglarlo todo, sino de aprovechar esta oportunidad para descubrir lo que realmente nos perdimos y qué cambios se han potenciado que incluso podrían tener efectos positivos inesperados. Por ejemplo, darnos cuenta de que no tenemos que coger siempre un avión para ir a una reunión, que podemos ser productivos trabajando desde casa y que somos seres que nos adaptamos a todo realmente bien. Es más, que podemos aprender nuevas formas de comportarnos sorprendentemente rápido.

"Echo de menos abrazarme con mis seres más cercanos. Pero también toques fugaces e involuntarios con extraños que bailan en un club"

P. Afirma que la cultura es la que nos salvará de la pérdida y la sensación de vacío de este tiempo. ¿Cómo?

R. Está claro que nuestra relación irresponsable con la naturaleza requiere un replanteamiento serio mediante el cual imponer una serie de limitaciones nos puede dar resultados muy satisfactorios. Por ejemplo, uno de ellos puede ser comprender que formamos parte de esa naturaleza y que nuestra existencia depende de ella, aunque siempre estemos intentando romper esta ligazón. Este virus nos ha hecho recordar que somos animales que formamos parte de la naturaleza.

No podemos olvidar que la palabra ‘cultura’ procede del término ‘cultivar’, que su vez forma parte de la agricultura. Quizás haya sido un error de la traducción el que haya hecho que nos sintamos tan por encima de la naturaleza. Hay buenos motivos filológicos para traducir el bíblico 'someter la tierra' de otra manera, a saber, con: “Cuidar la tierra, la creación”.

P. ¿Qué es lo que más ha echado de menos en estos dos años?

R. Abrazarme con mis seres más cercanos. Pero también toques fugaces e involuntarios con extraños y con cuerpos sudorosos que bailan en un club. ¡Y rostros desnudos!

P. Estimo que no es la única. ¿Qué herida puede dejar esto en Europa?

R. Siendo sincera: no lo sé. Esta experiencia, que hemos vivido todos, ha dividido con mucha fuerza a muchas sociedades. Aunque quizá solo ha hecho visibles fracturas que ya estaban y que habíamos pasado por alto.

placeholder Judith Schalansky, la semana pasada en Madrid. (Cortesía de Fundación Telefónica/Ricardo Domingo)
Judith Schalansky, la semana pasada en Madrid. (Cortesía de Fundación Telefónica/Ricardo Domingo)

P. También habla de las pérdidas culturales. ¿En Europa conservamos bien nuestro patrimonio cultural, nuestra memoria?

R. Eso es lo que queremos creer, pero lo cierto es que los responsables a menudo están dispuestos a poner en peligro los monumentos culturales si se pone el dinero adecuado sobre la mesa. Es decir, realmente ahora hay poco que no esté en venta.

P. Dice que las personas demasiado obsesionadas con el pasado son muy similares a las que quieren olvidarlo todo. ¿También ocurre eso en Alemania con su memoria histórica?

R. Sí. En el centro de Berlín estaba el Palacio de la República, de la época de la RDA, pero se demolió y en su lugar se reconstruyó el antiguo palacio de la época feudal de la era prusiana. Con lo que, simbólicamente, también se reconstruyó el centro de poder feudal de esa era. Estamos siempre reinventando el pasado. Y cada época, cada generación elige con qué quiere recomenzar. Por eso es tan importante discutir sobre el pasado y seguir preguntando a los monumentos y a los nombres de las calles qué es lo que realmente nos recuerdan.

"Los responsables de Patrimonio a menudo están dispuestos a poner en peligro los monumentos si se pone el dinero adecuado sobre la mesa"

P. Para terminar, aparte de la pérdida, también hay personas que dicen que en estos últimos dos años han recuperado otras cosas, que no todo ha desaparecido. ¿Se puede, entonces, sacar buenas lecciones de todo esto?

R. Sí, lo creo totalmente. Una vida sin esperanza no tendría sentido. Es muy importante que recordemos el potencial utópico que ha traído esta experiencia: todo puede ser diferente. La pérdida también puede convertirse en una ganancia.

Fue Borges el que, con su conocida alegría, dijo aquello de que la vida era una sucesión de pérdidas. En realidad, la frase literal señalaba que no hay otros paraísos sino los perdidos. Con algo menos de desazón, la escritora, editora y diseñadora de arte nacida en la Alemania oriental Judith Schalansky (Greifswald, 1980) sigue esta estela y también habla de lo que desaparece en su ensayo ‘Inventario de algunas cosas perdidas’ (Acantilado). No son poca cosa. Son objetos, desde los poemas de Safo al Palacio de la República de la RDA en Berlín, que quedaron relegados al olvido, otros fueron demolidos y otros se sepultaron en su propia ruina.

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