¿Y si Francia tuviera un presidente musulmán?

¿Y si Francia tuviera un presidente musulmán? Tiene sentido hacer y hacerse la pregunta porque estamos en el umbral de las elecciones francesas —primavera de 2022— y porque la ficción 'local' se ha ocupado del asunto con soluciones imaginativas y contrapuestas. La serie francesa 'Los salvajes', disponible en la parrilla de Movistar+, aporta un enfoque positivo y conciliador a la victoria accidentada del presidente Idder Chaouch, mientras que Michel Houellebecq había expuesto un enfoque apocalíptico y oscurantista entre las páginas de 'Sumisión'.

La novela se publicó hace seis años sugiriendo la conversión al islam de Francia. Y la de Europa también, hasta el extremo de que Mohamed Ben Abbas, personaje imaginario, sería el caudillo visionario de un imperio musulmán que aglutinaría las dos orillas del Mediterráneo y que expondría la agonía de la cultura occidental en un contexto guerracivilista.

Es un delirio de Houellebecq. Un delirio legítimo. Y más o menos justificado conceptualmente en la ingenuidad con que la sociedad europea cree garantizada la vigencia de la civilización sin preocuparse de protegerla. De hecho, la victoria de la Fraternidad Musulmana en las elecciones presidenciales de 2022 —he aquí la profecía— se produce porque la izquierda socialista, liderada por Manuel Valls, antepone la aversión a Marine Le Pen frente al oportunismo de un líder musulmán moderado. Moderado hasta que asume el poder. Y hasta que emula la deriva fundamentalista de los aliados mediorientales con la implantación obstinada de la poligamia y la 'sharía', de forma que la sumisión de la mujer al hombre y la sumisión del hombre a Dios explican que Michel Houellebecq encabece su último capítulo con un aforismo de Khomeini: "El islam o es político o no es".

Las capacidades visionarias de Houellebecq no se han manifestado en el horizonte de 2022. Es verdad que Le Pen aspira al Elíseo. Y que la sensibilidad republicana le opondrá toda la resistencia imaginable, pero no enfatizando una candidatura musulmana, sino recurriendo al antagonismo de Emmanuel Macron, como ya sucedió en los comicios de 2017. Cinco años después —casi—, no hay noticia de un aspirante musulmán con mínimas opciones; todo lo contrario de cuanto sucede en el 'thriller' político de 'Los salvajes': muy ambicioso en su factura, bastante desigual en su resultado e interesante respecto a la conspiración que amenaza la victoria de Idder Chaouch en las presidenciales francesas.

Incertidumbre

Ganarlas, las gana, pero un atentado malogra la celebración y predispone una situación de incertidumbre. Porque cae en estado de coma. Porque su proceso de recuperación introduce ciertas dudas acerca de la idoneidad. Porque llega a sopesarse la anulación de las elecciones. Y porque la investigación policial del magnicidio fallido demuestra que Idder Chaouch, originario de la Cabilia argelina y más laico que los vaivenes del péndulo de Foucault, es al mismo tiempo la víctima de la extrema derecha y el objetivo homicida de los musulmanes radicales. Lo consideran estos últimos un traidor, un converso, un hereje, un hijo renegado de Alá.

Opinión

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María Ferreira. Estrasburgo (Francia)

Es la manera de exponer hasta qué punto la polarización de las sociedades y la radicalización de las opciones políticas malogran la prosperidad de las opciones moderadas, aunque la serie 'Los salvajes', adaptación de una novela de Sabri Nouatah, se adhiere a una versión posibilista y optimista. Nadie mejor que un musulmán laico y que un epígono de Barack Obama —en su aspecto, en su carisma, en su pedagogía para reconstruir una sociedad compleja y expuesta a enormes problemas de integración—.

No los evita 'Los salvajes' ni tampoco elude la serie de Rebecca Zlotowski una aproximación documentalista al territorio de las 'banlieues', particularmente las de París y de Saint-Etienne, no ya como ejemplo de las ciudades septentrionales donde más prosperan las mezquitas radicales y los imanes de mayor sesgo ideológico, sino protagonistas ambas de una rivalidad futbolística que se manifiesta en un partido de alta tensión.

Nadie mejor que un musulmán laico para reconstruir una sociedad compleja y expuesta a enormes problemas de integración

Acude a presidirlo Idder Chaouch antes de su discutida investidura. Se expone con valentía al furor de las hinchadas. Y termina levantándose del asiento incitando a que los espectadores se avengan a interpretar masivamente 'La Marsellesa'. La catarsis produce cierto embarazo al telespectador. Y se añade a otros recursos demagógicos de la serie que remiten a un culebrón sentimental, pero 'Los salvajes' acierta a trasladar la crisis de identidad que sacude a las familias de origen magrebí, especialmente respecto a los jóvenes nacidos en Francia.

El embrión de la serie es el hábitat que expone el camino contrapuesto de dos hermanos. Uno representa el triunfo del modelo de integración, abjurando del bagaje cultural, religioso. Y el otro enfatiza el camino contrario, como espejo de una generación descarriada que profesa tanta devoción a Alá como a la bandera de Argelia.