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Mathias Enard: "A Houellebecq no le interesa el Islam, sólo se burla de Francia"
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publica, Brújula', el último premio Goncourt

Mathias Enard: "A Houellebecq no le interesa el Islam, sólo se burla de Francia"

Una visión del mundo oriental en la que brota el exotismo y la sabiduría y deja en las esquinas el fanatismo y la violencia del Islam radical

Foto: Mathias Enard. Foto: EFE/Victor Lerena
Mathias Enard. Foto: EFE/Victor Lerena

Mathias Enard (Niort, Francia, 1972) es una pluma a contracorriente de la actualidad francesa. Arabista, viajero en múltiples ocasiones -mientras los conflictos bélicos no lo han impedido- por Oriente Medio, y defensor del diálogo entre culturas. Su visión de un mundo oriental en el que brota el exotismo y la sabiduría y deja en las esquinas el fanatismo y la violencia del Islam radical está en sus novelas 'Zona', 'Calle de los ladrones' y, sobre todo, la última, 'Brújula', donde expone al lector la vida de un europeo que se deja llevar por la musicalidad, el amor y el afán de conocimiento en un viaje que transita por ciudades como París, Estambul, Damasco y Teherán.

Y, paradójicamente, en este tiempo tan convulso para Francia, con él ha ganado el premio Goncourt 2015, el más prestigioso galardón de las letras francesas. Enard es una isla en medio de un océano que no duda en criticar a los políticos franceses, al Frente Nacional, y defender el reencuentro y el diálogo entre culturas como única tabla de salvación.

PREGUNTA. Le dieron el premio Goncourt por este libro a comienzos de noviembre de 2015. En él se aboga por el diálogo entre Oriente y Occidente. Sin embargo, varios días después fueron los atentados de París y todo este discurso saltó por los aires… ¿Qué sensación tuvo usted?

RESPUESTA. Los atentados de París fueron muy traumáticos para todo el mundo, pero precisamente yo escribí 'Brújula' para que se pueda ver más allá de la violencia. Porque, por muy minoritaria que sea, nos tapa la realidad de la diversidad. La novela es una forma de ir más allá de lo inmediato, de los acontecimientos para profundizar en otras cosas.

P. Sin embargo, aunque usted insiste en la pasión cultural que Occidente siente por Oriente, y que ha sentido desde hace siglos por el exotismo árabe, ahora prima más la búsqueda de las diferencias, el discurso de que Occidente es mejor, más civilizado… Los hechos recientes han cambiado la perspectiva y, de pronto, en lugar de fascinación el Islam produce rechazo.

R. Eso es una parte. Y una de las contradicciones que tenemos hoy es que a la vez que hay un rechazo y un miedo hacia el Islam, que es lógico, esa es una visión muy generalista del Islam, visto solo como fanatismo y violencia. Sin embargo, a la vez las imágenes fascinantes de Oriente siguen funcionando. Por ejemplo, continúa la fascinación por la novela romántica en escenarios orientales como telón de fondo de la violencia actual.

P. Sí, pero es curioso que su novela coincida casi con la aparición de 'Sumisión', de Houellebecq, que muestra esa parte fanática del Islam y, de repente, la crítica, los medios, ponen toda su atención en ella.

R. Pero Houellebecq no se interesa por Oriente. Utiliza el Islam para hacer una caricatura de Francia. Su objeto es Francia. Utiliza el Islam como una burla. No creo que a él le interese la diversidad del mundo musulmán.

Foto: Michel Houellebecq, al presentar en Barcelona su último libro, "Sumisión". (EFE/ Andreu Dalmau)

P. ¿Cree que Francia o más bien la academia francesa ha preferido apostar por la visión ‘positiva’ de Oriente al premiar su libro?

R. Sí, y eso tiene mucho que ver con su éxito. Es una forma de darle la vuelta al debate. Obviamente hay violencia, hay guerra civil en Siria, atentados en Europa, pero eso no quita que tengamos relaciones muy hondas, y que ahora Occidente esté en Oriente y Oriente en Occidente de una forma muy difícil de separar.

P. Pero, sin embargo, la política francesa no va por ahí. Y además, el Frente Nacional, con su discurso anti-Islam no deja de ganar adeptos.

R. No, claro. La política francesa es terrible. Dice una cosa y hace la otra. Dice que no quiere fragmentar a la sociedad francesa, pero al final apuntan al musulmán como el enemigo interior, como si fuera la quintacolumna de Daesh, y eso es terrible. Pero eso viene de su retórica de la guerra [contra Siria] que fue un error desde el principio. Después de los atentados de París, Hollande y Valls utilizaron mucho la retórica de la guerra, pero la guerra es en Siria y si dices que es en territorio francés entonces es que está por todas partes, escondido. Y si difundes este discurso lo que difundes es el miedo, el odio, la posibilidad de estigmatización. Y eso es lo que pasó con el episodio del burkini.

P. ¿Cómo observó esta polémica?

R. El burkini es algo bastante reciente, y es un producto bastante globalizado que viene de Australia.

P. ¿Australia?

R. Sí, claro. Y no tiene nada que ver con el Islam en sí. Es una forma muy fashion de vestirse para ir a la playa.

P. Bueno, las europeas no lo utilizamos. Y nos parece muy extraño ir completamente cubiertas a la playa.

R. No, claro. Pero se utiliza bastante en Australia, en el Líbano, en sitios donde hay gente con mucho dinero que se lo puede permitir. Porque el burkini es una prenda de lujo que no encuentras en cualquier tienda de barrio.

El burkini es una prenda de lujo que no tiene nada que ver con el Islam en sí. Es una forma muy fashion de vestirse para ir a la playa

P. En Europa también hay personas con mucho dinero. En cualquier caso, usted cree que los políticos franceses del FN, incluso el socialista Valls, se equivocaron al prohibir la prenda.

R. ¡Sobre todo porque no hay ejemplos de esta prenda en Francia! Sólo uno o dos. Es absurdo. Yo casi me puse a llorar cuando escuché al primer ministro [Valls] diciendo que Marianne, el símbolo de la Republica, enseña su seno y eso es la libertad…, pero ¿por qué se tienen que hacer esas comparaciones? Es como decir, Francia bien porque una mujer enseña su pecho, en cambio, burkini, mal, porque las mujeres no se ponen bikini. Me parece un discurso penoso.

P. Lo que sí parece evidente es que Francia está desnortada ante la cuestión del Islam.

R. Lo que es difícil para los políticos franceses es encontrar un discurso que no favorezca a la extrema derecha. Ahí está el problema. Y al final lo han hecho bastante mal porque lo que han conseguido es aumentar el miedo y todos sabemos a dónde va a parar el miedo que es a Marine Le Pen.

P. El protagonista de la novela, Franz Ritter tiene miedo a la muerte. Es un europeo. El Islam más radical insta a morir y llevarse al que sea por delante con la promesa del paraíso virginal. Usted no cree en ella, pero parece que ahí sí está el choque de civilizaciones…

R. No, no. La pregunta es ¿por qué Daesh sabe dar una esperanza escatológica tan grande a chicos crecidos en París o en Bruselas? Yo no tengo respuesta, pero más que choque de civilizaciones es eso. Por qué esta esperanza del Paraíso, que tampoco sabemos si es real, funciona, mientras que las que se pueden proponer de una vida más normal de francés, no. Sigo hablando de Islam radical y yihadistas, pero esto es algo también muy adolescente. George Orwell fue a la guerra de España joven porque creía en el mensaje del partido, en el comunismo, y vuelve de la guerra y ya no cree en nada porque ha visto que eso era un desastre. Obviamente es muy distinto desde un punto de vista ideológico, geográfico, pero no sé si esto es lo mismo que anima a la gente que se va a luchar a Siria.

George Orwell fue a la guerra de España joven porque creía en el mensaje. Es lo mismo que anima a la gente que se va a luchar a Siria

P. Un idealismo.

R. Sí, y también una búsqueda de la aventura, y un sentido a su vida. Y eso te empuja hasta el fin. Yo iría, por ejemplo. Si tuviera 17-18 años, crecido con un poco del mito de los héroes del Islam, si me estuviera aburriendo en París, no sé si no me interesaría este tipo de aventuras.

P. Ya, pero a diferencia de Orwell, que regresa decepcionado, estos chicos vuelven y matan. Quizá el discurso que había mantenido Europa hasta ahora no funciona.

R. No sabemos esto. Sabemos de aquellos que vuelven y cometen atentados, pero seguramente hay muchos más que vuelven y no sabemos en qué estado vuelven. Y los hay también muy decepcionados. Hay un reportaje muy interesante sobre desertores de Daesh y ellos son muy amargos, y su discurso se parece a una gran decepción. Y sienten que eso no es Islam ni nada, sino piratería.

P. En la novela también muestras el poco amor hacia el patrimonio árabe con la destrucción de Palmira. Es decir, ese idealismo que comentaba está aderezado con mucho nihilismo hacia su propia cultura. Eso es difícil de entender.

R. No, no. Ellos tienen un conflicto con lo que ha sido el pasado utilizado por el nacionalismo sirio o árabe como tal. Ellos reivindican el panislamismo. El padre de El Asad había utilizado en todos sus carteles imágenes como la de Palmira, que es símbolo del patrimonio sirio. Y de ahí la facilidad con la que pueden volar Palmira. Porque Palmira es muchas cosas: un símbolo para el régimen de sirianidad, y también es un cruce de civilizaciones. Tiene un fondo griego, algo romano, pero también influencias de Persia, de las caravanas del desierto de los árabes del sur… Y lo que han volado es la posibilidad del encuentro. Eso sí dice mucho de ellos, de su renuncia a lo mestizo.

Egipto es un desastre. Libia, Siria y Yemen son un caos... El resultado de las revoluciones árabes no es muy positivo. Y es muy triste

P. Hace tres años dijo en una entrevista que se sentía optimista con respecto a las revoluciones árabes. ¿Lo sigue pensando?

R. Algo. Depende de dónde. En Túnez parece que ahora la cosa está entrando en un periodo de más calma y la democracia tunecina puede funcionar, pero en Egipto es un desastre a todos los niveles. Libia es un caos, Siria y el Yemen. La guerra de Yemen es horrible y pasa desapercibida. Así que de momento el resultado no es muy positivo. Y es muy triste.

P. ¿Qué poder tiene la literatura, como ocurre con su novela, para abrirnos los ojos y darnos otro punto de vista del Islam?

R. No deja de ser minoritario, pero importante. Yo creo que libros que den a conocer una realidad distinta, con un tiempo distinto de la información continua, de las redes sociales… dan a conocer su diversidad con cosas que vayan más allá de su superficie.

P. ¿Y pueden calar en los políticos? Porque parece que estos no tienen muchos intereses culturales, o al menos, no lo demuestran, más allá de comentar qué libros leerán en verano, que tampoco sabemos si los leen. ¿Le regalaría su libro a algún político francés?

R. ¿Por qué no? Sería una idea. Me escribió la actual ministra de cultura [Audrey Auzolay] y la anterior [Fleur Pellerin], la alcaldesa de París [Anne Hidalgo], la de Lille, que es Martine Aubry, una figura de la izquierda francesa. No sé si se han leído el libro pero está bien que haya voces un poco opuestas y que apunten hacia otro sitio. Porque los políticos tienden normalmente a tener una visión, no cerrada, pero sí que va siempre en el mismo sentido. Y creo que es importante que haya también voces un poco distintas.

Yo estoy bastante a favor de un referéndum en Cataluña. ¿Por qué no? Preguntas a la gente y ya está, como en Escocia

P. Por cierto, usted vive en Barcelona, donde hay otro conflicto. ¿Cómo ve como francés, intelectual, pero buen conocedor de la cultura catalana y española el llamado procés?

R. El problema es que tenemos tendencia a hacerlo todo más simple de lo que es. Es una historia compleja. La historia de Cataluña es un hecho en sí, el idioma también… Y ahora están en un momento en el que políticamente una franja reivindica una independencia que francamente… Yo estoy bastante a favor de un referéndum. ¿Por qué no? Preguntas a la gente y ya está. Se hizo en Escocia. Si se hubiera hecho hace dos años hubiera salido el no, pero ahora, como están en esta riña..

P. Una riña con muchos réditos políticos.

R. Sí, claro, también está siendo utilizado este proceso por políticos catalanes y españoles para ganar réditos electorales. Los catalanes lo hicieron para salvarse de una derrota segura y funcionó. El problema es que es un discurso que se ha utilizado también para tapar muchas cosas importantes como la crisis económica, el proyecto de futuro para Cataluña, cómo queremos vivir y en qué dirección nos desarrollamos. Y claro, el tema de la independencia en sí es algo muy abstracto y que no significa nada.

Mathias Enard (Niort, Francia, 1972) es una pluma a contracorriente de la actualidad francesa. Arabista, viajero en múltiples ocasiones -mientras los conflictos bélicos no lo han impedido- por Oriente Medio, y defensor del diálogo entre culturas. Su visión de un mundo oriental en el que brota el exotismo y la sabiduría y deja en las esquinas el fanatismo y la violencia del Islam radical está en sus novelas 'Zona', 'Calle de los ladrones' y, sobre todo, la última, 'Brújula', donde expone al lector la vida de un europeo que se deja llevar por la musicalidad, el amor y el afán de conocimiento en un viaje que transita por ciudades como París, Estambul, Damasco y Teherán.

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