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El enigma de la España de los 90: ¿fuimos felices o unos pringados (y no lo sabíamos)?
  1. Cultura
UNA ERA SIN NARRATIVA

El enigma de la España de los 90: ¿fuimos felices o unos pringados (y no lo sabíamos)?

Son cada vez más libros los que intentan enfrentarse a la década de los 90 para intentar resolver el gran misterio: ¿por qué somos incapaces de darle una personalidad propia?

Foto: Un tópico de los 90 como cualquier otro. (EFE)
Un tópico de los 90 como cualquier otro. (EFE)

El Parlamento de Murcia en llamas tras el lanzamiento de varios cóctel molotov. El entonces príncipe Felipe portando el estandarte español en la inauguración de los Juegos Olímpicos. Tres muertos y 17 heridos en el barrio santanderino de La Albericia; las víctimas son un estudiantes de químicas y el matrimonio formado por un celador de hospital y una panadera. Kurt Cobain presentando 'Nevermind' con los primeros calores del verano en el lugar donde ahora se encuentran las Cuatro Torres de la Castellana.

Todos estos 'flashes' de realidad tuvieron lugar en el plazo de unos pocos meses a lo largo de 1992, el famoso año 0 de la España de las Olimpiadas y la Expo de Sevilla. Algunos son tópicos, otros han caído en el olvido. Son imágenes que presentan un problema generacional. Por un lado, es difícil encontrar una narrativa capaz de conciliar la euforia y el miedo de la paradójica España de aquel entonces. Por otro, es complicado considerar aquel 1992 parte de la misma era que, pongamos, el 1999, en el que el PP asentado en el poder daba la bienvenida al nuevo siglo con la sensación de que España, una vez consolidada su democracia, ya no iba a cambiar demasiado.

"Ni siquiera los 70 o los 80 están cerrados, pero los 90 parecen haberse quedado entre dos procesos, lo que ha producido una imagen distorsionada"

Esa es la cuestión: ¿qué diablos significaron los años 90? ¿Por qué los ochenta sí tienen una narrativa clara —que cada cual elija sus tópicos, pero podemos coincidir en "Movida-plástico-Thatcher-neón"—, incluso los dos mil —11 de septiembre, crisis económica— pero nos resulta tan difícil coincidir en una única percepción noventera? Quizá porque, como recuerda Eduardo Maura (1981), profesor de Filosofía de la UCM, antiguo diputado de Podemos y autor de 'Los 90. Euforia y miedo en la modernidad democrática española' (Akal), "todas las épocas están siempre en disputa, ni siquiera los 70 o los 80 están cerrados, pero los 90 parecen haberse quedado emparedados entre dos procesos que ha provocado que se tenga una imagen distorsionada. Aún no hemos dado con claves de lectura para considerar los 90 como una época propia, y eso pasa también en Reino Unido. Es mucho más que una época intermedia".

Luis López Carrasco (1981), director de cine y responsable de 'El futuro' (2013) y 'El año del descubrimiento' (2020), aún por estrenar en salas comerciales y que aborda el incendio del Parlamento de Murcia, coincide en ese "escaso carácter" de los años 90. "Te pones a ver telediarios y hemeroteca y parece una época poco fácil de caracterizar, quizá porque aún no han llegado los 'millennial' a reivindicar 'El príncipe de Bel Air' o la ruta del bakalao", explica. "Los 90 van a volver como objeto de consumo nostálgico. Es un relato aún por construir, pero es que ni siquiera la narrativa de los 80 se ha contado, porque se repiten siempre las mismas cosas".

placeholder 'El año del descubrimiento'.
'El año del descubrimiento'.

Durante los últimos años, el intento de descifrar qué fueron los 90 ha obsesionado a una generación que, directa o indirectamente, lo ha hecho a través de la novela, el ensayo, la ilustración o el cine. La lista es larga, pero entre ellos se encuentran el citado ensayo de Maura, libros como 'Cómo molaban los 90' (Lunwerg) de Anna Grimal, 'Y ahora, lo importante' (Caballo de Troya) de Beatriz Navas Valdés, 'Colgado' de Hugo Argüelles o películas como la citada 'El año del descubrimiento', que nos pueden servir de mapa. Sin explicitarlo, todos intentan responder al enigma: ¿qué fueron los años 90?

1. ¿La última época feliz?

Anna Grimal (1985) es la autora de 'Cómo molaban los 90', recién llegado al mercado. Es uno de esos libros de ilustración que, como promete su portada, condensa los "recuerdos de una época genial". En cierta forma, prolonga la visión de otros éxitos editoriales como 'Yo fui a EGB', aunque como ocurre con otros volúmenes de la época, el hilo narrativo de la época no queda tan claro como en los años 80, a pesar de que sea fácil reconocer los hitos culturales: Extremoduro, 'Bola de dragón', 'Ranma 1/2', 'El príncipe de Bel Air', o el anuncio del 'Gueropa'. Pero una vez más, ¿cuál es el hilo que une el grunge de la generación X de Nirvana con el pop 'teen' protofeminista de las Spice Girls?

"Sin ser conscientes, vivíamos bien. Pero es algo que le pasa a la gente, incluso la que pasó hambre en la posguerra, así que tal vez lo idealizamos"

"Si para mí los 90 fuesen una imagen, sería un grupo de amigos en motocicleta teniendo muy poca conciencia del peligro de la vida", responde la autora desde el pueblo de la Costa Brava donde ahora vive, lejos de la capital catalana. "La moto, la libertad: hay una imagen así en el libro". En el dibujo al que se refiere, tres chicas en moto cruzan un campo. "La libertad hecha realidad. ¡Con la moto uno se sentía independiente, libre y feliz! Punto importante: estar bien lejos de CASA y de los PADRES".

La gran pregunta es la que toda generación se ve obligada a hacerse en un momento u otro: ¿fue su juventud una época objetivamente dorada o es que simplemente éramos más jóvenes? "Cuando miro hacia atrás, me pareció lo mejor", responde la autora. "Un poco también era cosa del momento económico. Sin ser conscientes, vivíamos bien. Pero es algo que siempre le pasa a la gente: incluso cuando hablas con los mayores que solo podían comer pan en la posguerra, prefieren el pasado siempre. A lo mejor lo idealizamos".

Como recuerda Maura, tal vez encaje en el paradigma que se está comenzando a consolidar, el de una era optimista que encaja con la visión liberal. El final de la historia de Fukuyama y de las grandes ilusiones, la resaca del Muro de Berlín, las privatizaciones y la liberalización de los sectores productivos, que se refleja en los comportamientos individuales como "un cierto hedonismo cínico". Así arranca 'La trampa del optimismo. Cómo los años 90 explican el mundo actual' de Ramón González Férriz, otro de esos libros obsesionados por desentrañar y deconstruir el gran misterio de los 90:

"No es particularmente original que la década de los 90 se inició el 9 de noviembre de 1989, cuando miles de ciudadanos de la República Democrática de Alemania cruzaron el Muro de Berlín, que hasta entonces los había separado de la República Federal Alemana, y así, del mundo capitalista. Este acontecimiento cambió por completo los paradigmas intelectuales y las batallas ideológicas que habían regido el planeta durante algo más de cuatro décadas. En los dos o tres años siguientes, cayeron los regímenes comunistas de la mayor parte de Eurasia, el imperio soviético desapareció y el mundo occidental —partidario de la democracia capitalista, con mayor o menos énfasis en el libre mercado o el estado de bienestar— sintió que aquella batalla crucial había terminado. No fue esta la principal razón, pero sí la presencial, por la que el rasgo esencial que deberíamos recordar de la década de los noventa es el optimismo".

"A partir de 1986, los artículos de Wikipedia sobre historia de España están vacíos, como si fuese una historia que no merece la pena ser contada"

A continuación, Férriz pasa a enumerar algunos de los nubarrones que se cernían sobre el aparente optimismo noventero, desde la crisis de 1993 hasta la guerra de Yugoslavia, signos de que la lectura predominante, esa de haber llegado a una estación de destino política y económica marcada por la estabilidad, tiene sus grietas. De ahí que 'Cómo molaban los 90', por ejemplo, y como explica su autora, esté contado desde la experiencia personal y menos desde la mirada generacional política y social, algo cada vez más común a medida que pasan las décadas: "Lo enfoco desde dentro, no pretendo hacer un análisis de la época".

López Carrasco tiene una explicación al respecto, que da idea de los cambios culturales silenciosos que estaban operando: "Mientras preparaba 'El futuro' hice muchas entrevistas a personas de clase media, media-baja y media-alta, y me di cuenta de que a partir de la Transición, las narrativas pasan de ser colectivas a individuales: trabajé, me fue bien". Carrasco suele bucear en la Wikipedia para documentarse, porque muestra bien el espíritu de cada época. "Y me di cuenta de que a partir de 1986, de la tercera legislatura, los artículos están vacíos. Parece que son décadas que no merecen la pena ser contadas". Una "sensación de uniformidad", en sus palabras, que explica por qué comenzamos a buscar hitos íntimos y de consumo compartido en lugar de grandes relatos generacionales.

placeholder Extremoduro, otro tótem generacional. (EFE/Kai Försterling)
Extremoduro, otro tótem generacional. (EFE/Kai Försterling)

Al fin y al cabo, los 90 vieron también el 'boom' de la música y el cine indie, donde primaba la autoexpresión y el cuidado formal frente a otras características grupales, políticas e identitarias que habían caracterizado la música previa.

2. ¿La última época en la que tuvimos referentes comunes?

Una de las razones que condujeron a Grimal a llevar a cabo su libro fue la sensación de que los 90 habían vuelto. Al menos, en lo que respecta a la moda: "Actualmente miras a la juventud y llevan ropa inspirada en los 90, pantalones grandes, plataformas, dos rayas… Pero también la estética de los anuncios, de las películas, la música...". Al fin y al cabo, el 'poptimismo' que ha dado forma al canon de la música actual y los 'blockbusters' de los 90 parecen herederos de aquella época.

Una era muy particular en lo cultural, en la que la multiplicación de canales televisivos y la llegada de otras propuestas como Canal+ amplió los referentes culturales en el hogar que aún hoy siguen siendo identificables para toda una generación. "La clave es nostalgia", responde Erika Fernández-Gómez (1985), profesora de la UNIR especializada en comunicación y 'marketing'. "La idea de que los años anteriores fueron mejores y recuperar lo viejo funciona muy bien pero vinculándolo a las actuales necesidades de los públicos".

"Fue una época sin preocupaciones, los anuncios que veíamos y los contenidos que consumíamos no se regían por ninguna de las normas actuales"

Al fin y al cabo, el retorno de los referentes culturales de los 90 obedece a la aplicación implacable del ciclo de la nostalgia, que recuerda que cada época reproduce la cultura popular de 30 años antes porque es lo que los directores creativos, productores y escritores que en ese momento están al mando vivieron en su infancia. Los referentes, para la profesora, están claros: "Merienda con Nocilla, ver 'Dragon Ball' al salir del cole, tomar un 'burman flash' helado en verano mientras ves 'Los Vigilantes de la Playa', realizar cuadernos Rubio, el telecupón de Carmen Sevilla, los programas de Ana Obregón y Ramón García, escuchar las Spice o los BSB, teñirte dos mechones del pelo, el choker, las plataformas, los tops, etc.".

Pero ¿por qué todo eso equivale a una época feliz? "Aquí te contesto desde la visión de la publicidad y la programación televisiva. Fue una época sin preocupaciones, los anuncios que veíamos y los contenidos que consumíamos no se regían por ninguna de las normas actuales", responde Fernández-Gómez, que recuerda que fue la época en la que la programación televisiva jugó un papel clave como articulador generacional: todos los hoy 'millennials', por ejemplo, comían ante 'Los Simpson'. Una época más despreocupada.

placeholder La última generación que vio las mismas cosas a la misma hora.
La última generación que vio las mismas cosas a la misma hora.

"No existía todavía la preocupación ante las pantallas, las pantallas acompañaban y no nos preocupaban los contenidos violentos. Se emitía una cantidad considerable de publicad que no tenía en cuenta ni el 'me too', ni la lucha de estereotipos de genero", prosigue la profesora. "La Barbie era la Barbie, no era científica y se trataba de que fuera guapa, estar a la moda y claramente dirigida a las niñas". Resulta casi sorprendente una imagen que se repite entre los entrevistados a la hora de hablar de los años 90: la de viajar en moto antes de tener edad para sacar el carnet de automóvil, como un signo de libertad… ¿y tal vez de cierta inconsciencia?

3. ¿La era de ser pringados (y no saberlo)?

Hugo Argüelles (1978) ha autopublicado su novela 'Colgados', que es una perfecta piedra Rosetta para traducir el otro lado de los años 90, uno que trasciende la placidez del "nunca pasa nada" de la época gracias a la distancia temporal. 'Colgados' es una revisión desde un presente desilusionado de los últimos años del milenio a través de la historia del enamoramiento enfermizo de un estudiante de Historia. Lo que comienza pareciendo un relato nostálgico por una época mejor termina convirtiéndose en una ácida crítica hacia una era de (auto)engaño colectivo.

"Era una época más feliz porque todas las crisis aún no eran visibles. No nos preocupábamos por lo que comíamos, por lo que bebíamos..."

Aunque Argüelles vive ahora en Murcia, su novela es un retrato fidedigno y pormenorizado de los bares malasañeros de la época que también aparecieron en la célebre 'Historias del Kronen', que como recuerda Maura, forma parte del segundo de los paradigmas sobre los que se construye la época. Lo que él denomina el paradigma de Amenábar: "En las entrevistas sobre 'Tesis' y 'Abre los ojos' él dice que se siente miembro de una generación perdida, porque tiene mucha libertad respecto a sus padres pero no sabe muy bien qué hacer con ella. Es una lectura liberal, pero con otros matices, no lo vincula con la globalización o internet, es una libertad que parece ciencia infusa".

Una libertad semejante a la del protagonista del libro de Argüelles, que lamenta haber estudiado Historia y no haber esperado para poder hacer lo que realmente quería, Comunicación Audiovisual, o que se arrepiente de haber fumado demasiados porros cuando debería haber estado en clase. En su visión de los 90 coincide la desilusión por no haber cumplido sus sueños con la que siente por una era mejor. Como escribe en el libro, "el pasado era mejor sin duda. Primero porque era joven y tenía toda la vida por delante. Y segundo porque el mundo era más divertido, imaginativo y auténtico".

placeholder El paradigma Amenábar. (EFE/Víctor Lerena)
El paradigma Amenábar. (EFE/Víctor Lerena)

¿Qué echa de menos de los 90 alguien que lamenta esa "asepsia" del año 2020? "La despreocupación: fumar en todas partes, comer y beber lo que quieras, ir en moto sin casco… todo eso que la experiencia ha demostrado que es muy contraproducente, pero que lo relaciono con un sentimiento de libertad", responde Argüelles desde su hogar murciano. "Ahora me parece agobiante, el cáncer, la crisis ambiental y ecológica, preocuparte por comer esto o lo otro". No es que todo eso no existiese en los 90. Es que "era una época más feliz porque aún no era visible. Éramos muy inocentes. Hacer el amor sin preservativo, que es como lo de la moto sin casco: sentir la piel".

Un baño de realidad que terminaríamos dándonos poco a poco a lo largo de la primera década del siglo XXI. "Un amigo siempre dice que hemos sido una generación engañada, pensábamos entre minis de kalimotxo y cerveza que con una carrera tenías la vida solucionada, que ibas a encontrar un trabajo y no ibas a necesitar nada", prosigue. "No veíamos la realidad. Cuando estudiaba ni siquiera me planteaba que iba a tener que trabajar, pensaba que todo iba a venir rodado. Era una completa paja mental. Ahora te das cuenta que todos nos tendríamos que haber esforzado más".

"La política no nos interesaba, ya que éramos hijos de la España de Felipe González, una época en la que creíamos tener todo lo que necesitábamos"

Para el autor, la palabra clave es "pringado". O mejor dicho, 'pringao'. "Se utilizaba mucho como una forma de restar valor a otro, cuantificar a una persona como un cero absoluto", recuerda. "Ahora te das cuenta de que 'pringaos' éramos todos, pero ya empezaba esa competitividad creada para nosotros entre nosotros. A veces el 'pringao' era el empollón de clase y es el que ha acabado teniendo una vida mejor. Era un autoengaño". Es una visión semejante a la que aporta Grimal, cuando recuerda que "vivías en tu mundo, y no te dabas cuenta de nada, pensabas que lo ibas a tener todo. A nuestra generación nos costó mucho encontrar trabajo, por eso te acuerdas del instituto de una manera muy dulce".

En otro momento del libro, Argüelles escribe: "A nosotros la política no nos interesaba, ya que éramos hijos de la España de Felipe González, una época en la que creíamos tener todo lo que necesitábamos". ¿Era parte de esa felicidad la despreocupación política de la generación X que, como en el caso de Amenábar, renunciaba a trazar una relación entre su frustración y los problemas sociales y políticos de su entorno? "Todo mi entorno estaba despolitizado, en los 90 había dos partidos igual que había dos cadenas en los años 80. No se hablaba de política en la Facultad, ibas a alguna manifestación en la época de la insumisión, pero vivíamos en Babia. Llegaban las ETS y vivíamos al margen, alienados, sobre todo viéndolo desde hoy".

4. ¿La era convulsa que quisimos olvidar?

'Y ahora, lo importante' de Beatriz Navas Valdés (1978), actual directora general del ICAA, es uno de los libros que, para López Carrasco, mejor retrata aquella época de "explosión y normalización de la prosperidad". En un vistazo superficial, este diario personal de sus 14 años —entre aquel 1992 de optimismo y 1993 de vacío— comparte afinidades epidérmicas con el libro de Anna Grimal. En ambos emergen Nirvana, las Olimpiadas, los chicos, las discotecas y las dudas de la adolescencia femenina. Y, como en la novela de Argüelles, Malasaña, el rock, el kalimotxo y los porros son parte esencial del paisaje sentimental de la época.

placeholder Beatriz Navas, directora general del ICAA y autora de 'Y ahora, lo importante'. (EFE/Fernando Villar)
Beatriz Navas, directora general del ICAA y autora de 'Y ahora, lo importante'. (EFE/Fernando Villar)

Sin embargo, es el título lo que da la clave de lectura. "Y ahora, lo importante" es lo que la autora utiliza para cambiar, en el dispositivo narrativo que articula el texto, desde la reproducción de los titulares del día ("Los sindicatos quieren que la huelga general dure al menos 12 horas") a sus historias personales. "Lo importante", en este caso, son las borracheras, ligues y avatares adolescentes. Pero como la Navas adulta cuenta en el epílogo, bajo ese "no pasa nada" había una "necesidad de simular que todo estaba bajo control y todo molaba porque sufría mucho en soledad ante una realidad que me resultaba insoportable y vergonzante", causada por la separación de sus padres. Lo mismo ocurría en la "coexistencia de varias realidades paralelas" entre "la 'ensoñada' de una España de prosperidad y la convulsa de los titulares de los periódicos".

Resulta impactante, para quien viviese la época como niño o adolescente, recorrer los titulares y darse cuenta de que, al contrario de lo que la lectura optimista ha consolidado, ocurrían muchas cosas, y muchas de ellas, particularmente oscuras: desde los asesinatos de ETA que se sucedían semana tras semana hasta convertirse en costumbre, hasta los crímenes contra inmigrantes de los grupos neonazi madrileños pasando por huelgas generales, corrupción y crisis económica, que sirven de contrapunto a la aparente placidez de clase media en la que vive la protagonista. "Soy consciente de que todo es una mierda, y lo veo cristalino, pero por otro lado sé que no debo quejarme delante de la gente porque hay que ver la suerte que tengo", escribe la Bea Navas adolescente.

"El parlamento de Murcia arde la misma semana que se firma el Tratado de Maastrich"

"Hay otro paradigma más rico que complementa los anteriores, que es el que piensa que los 90 es una década de preparación de los movimientos antiglobalización durante la época de creación de un nuevo cognitariado", prosigue Maura. "Es la época de la modificación de las luchas políticas, que ya no son bloque este y bloque oeste, sino zapatismo, Génova y Seattle, esa modificación ya no es hedonista y cínica". El gran tratado que inspira la época es 'Imperio' de Antonio Negri y Michael Hardt, que daría a luz a algunos de los políticos que hoy ocupan puestos de poder como Pablo Iglesias (1978) o Iñigo Errejón (1983).

Sin embargo, ha habido un olvido generalizado de algunos de los aspectos más oscuros de aquella época, y que solo ocasionalmente, como en el caso de los GAL, vuelven a la agenda pública. ¿Quién recuerda que apenas un par de meses antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos el parlamento murciano ardió a manos de los trabajadores de los astilleros de Bazán que habían sido violentamente dispersados? "El parlamento se quema la misma semana que se firma el Tratado de Maastrich", responde López Carrasco. "La reconversión industrial afectó a muchas ciudades como Gijón o Cartagena, que estaban arrasadas, sin bares abiertos, con tasas de desempleo tremendas. Eran conflictos que raramente contaban con solidaridad de otros territorios, porque al ser procesos atomizados, autonómicos y municipales, los territorios tenían que pelear entre sí".

placeholder Nieves Herrero en Alcàsser. (Atresmedia)
Nieves Herrero en Alcàsser. (Atresmedia)

El propio López Carrasco ha comprobado a la hora de buscar financiación para 'El año del descubrimiento' que es polvo que nadie quiere sacar de debajo de la alfombra del esplendor español de 1992. "En ese año adquiere carácter institucional un modelo económico que nos ha llevado al colapso, de macroeventos culturales y políticos y turismo, que debía convertirse en el motor económico". Maura, de hecho, utiliza los términos "euforia" y "miedo" para resumir esa difícil conciliación entre Cobi y Curro y el crimen de las niñas de Alcàsser, entre el asesinato de Miguel Ángel Blanco y la victoria de Aznar, en la época en la que se produce una suerte de segunda Transición. "Es la época de las grandes privatizaciones, el primer cambio de modelo a nivel estatal, el plan Ibarretxe, la época dura del hedonismo", añade el excongresista. "Es una época superintensa, pero parece que retrospectivamente no hubiese herramientas para poner todo en el mismo sitio. Con lo que intenté en el libro es precisamente dar herramientas para poder conjugar ambas cosas, la parte más hedonista y libertaria y la más oscura, la parte del miedo".

A López Carrasco le ocurre algo muy parecido. Como tantos jóvenes de su generación, no llevó un diario "porque no consideraba que ocurriese nada que mereciese la pena". Es algo muy común en una época de aparente ahistoricidad, que por instantes parecía dar la razón a Fukuyama en su ausencia de hitos históricos, al menos hasta el 11 de septiembre. "Hasta que no hemos experimentado una crisis como la de 2008 no hemos sido capaces de pensarnos", admite el director. "Necesitamos una fractura en nuestro continuo narrativo para ver cómo era la sociedad de la que formábamos parte. Pensábamos que iba a durar para siempre, porque todo lo que teníamos a nuestro alrededor nos marcaba un horizonte de progreso y prosperidad. No ha sido hasta que esa concepción se ha desmoronado que hemos sido capaces de pensar el pasado".

Entonces, ¿qué son los 90?

Todo intento de revisar la época conduce, por lo tanto, a un cierto fracaso que el propio Eduardo Maura reconoce en su libro. "Nos falta afinar el tiro", concluye. "En España es complicado porque está muy presente todo eso del hedonismo, de la ausencia de riesgos, de 'Historias del Kronen', que me parece que hay que enriquecerlo. Al final no es ni una ni la otra, ni hedonismo ni el cinismo del fin de la historia, ni Achero Mañas ni 'Historias del Kronen'. Son claves que hay que conjuntar".

"Es a partir del 94, tras la gran crisis de empleo, cuando la sociedad española es opulenta. Y sus narrativas son estáticas y ensimismadas"

Es posible, incluso, hablar de dos años noventa. Los que llegan hasta 1994, y que serían un largo epílogo de los años 80 que concluye con el clímax Olimpiadas y Expo, crisis económica y recuperación, y la que arranca a mediados de esa década. "Para la gente más tecnopolítica es como si los 90 fueran del 94 en adelante, con el zapatismo, y los ingleses tienden a hablar solamente de Tony Blair y la victoria del nuevo laborismo que fue en 1997", añade Maura. "Tengo la sensación de que los 90, sobre todo a partir del 94 tras la gran crisis de empleo es cuando la sociedad española es opulenta. Y sus narrativas son muy estáticas, están metidas en un ensimismamiento", coincide López Carrasco.

Derrota o, mejor dicho, batalla aún en curso en la que aún no se ha decantado ni la lectura liberal, ni la hedonista, ni la de la izquierda previa al 15-M. Ni siquiera una síntesis de todas ellas. "Lo interesante es ver por qué no hemos sido capaces aún de obtener esa herramienta narrativa", concluye el tataranieto de Antonio Maura, el cinco veces presidente del Consejo de Ministros durante el reinado de Alfonso XIII. Hay espacio para propuestas y enmiendas, antes de que los 90 terminen de convertirse en un objeto de consumo o un test de Rorschach para nostálgicos.

El Parlamento de Murcia en llamas tras el lanzamiento de varios cóctel molotov. El entonces príncipe Felipe portando el estandarte español en la inauguración de los Juegos Olímpicos. Tres muertos y 17 heridos en el barrio santanderino de La Albericia; las víctimas son un estudiantes de químicas y el matrimonio formado por un celador de hospital y una panadera. Kurt Cobain presentando 'Nevermind' con los primeros calores del verano en el lugar donde ahora se encuentran las Cuatro Torres de la Castellana.

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