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Euforia y miedo en la España de los 90: de Paco Lobatón a la ruta del bakalao
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Euforia y miedo en la España de los 90: de Paco Lobatón a la ruta del bakalao

El volumen analiza el trasfondo político de los programas de desaparecidos, la ruta del bakalao y las Olimpiadas de 1992

Foto: Detalle de portada de 'Los 90' (Akal)
Detalle de portada de 'Los 90' (Akal)

Eduardo Maura, profesor de Filosofía y portavoz de Cultura de Podemos en el Congreso, se ha animado a explorar uno de los rincones más oscuros de nuestra historia. Hablamos de los años noventa, una década olvidada entre el rodillo socialista y la llegada de los teléfonos móviles a nuestras vidas. El resultado es un ensayo breve pero potente: 'Los 90: euforia y miedo en la modernidad democrática española' (Akal). La portada no puede ser más inquietante: Curro y Cobi, mascotas de los fastos del quinientos aniversario, sentados en el sofá mirando a Nieves Herrero, estrella del periodismo de sucesos. ¿Qué tipo de conflictos actuales nos ayuda a aclarar el estudio de esa época?

placeholder 'Los 90: Euforia y miedo' (Akal)
'Los 90: Euforia y miedo' (Akal)

Así explica Maura la motivación del texto: “Recuerdo el conflicto de ‘estar perdido’ como algo central de los años noventa. Lo digo en dos sentidos: Alcàsser y la ruta del bakalao. No me interesan las conspiranoias, ni la comparación de las autopsias. Tampoco estudiar qué bakalao valenciano es el fino y cuál es el vulgar. Planteo una pregunta clave: ¿por qué España entera se sienta delante del televisor para ver un programa de desaparecidos cuando el principio fundamental de la Transición es cerrar las heridas y olvidarse de todo aquello? El país estaba en pleno crecimiento económico, en pleno boom deportivo y aspiracional. Atravesamos nuestro mejor momento, pero nos enganchó la vulnerabilidad de Miriam, Toñi, Desirée y sus familias. ¿Por qué en esa España triunfal hay tantos jóvenes que se ponen hasta el culo de anfetas durante 72 horas cada fin semana?”, apunta.

Despolitizar el dolor

Luego intenta responder sus propias preguntas: “Em 1993 El País publicó un editorial elogiando ‘¿Quién sabe dónde?’ Lo describen como espacio constructivo, ni morboso ni rencoroso. Recordemos la enorme influencia que tenía El País entonces. Por ahí creo que late el conflicto de la represión y las cunetas. Se desplaza un problema político a otro de cooperación ciudadana, que era lo que vendía el programa. Todo servido en prime time, lo que me hace pensar que esa despolitización tenía algo de repolitización, ya que era imposible ver el programa y no pensar de alguna manera en los otros desaparecidos. En realidad, me parece alucinante que no se politizara todo aquello. Esas claves podrían haber sido útiles, pero ya ha pasado el momento de plantearlas”, lamenta.

placeholder Eduardo Maura. (EFE)
Eduardo Maura. (EFE)

Resulta revelador comparar los años noventa con la época actual: “Alcàsser tiene mucho que ver con el problema de la violencia sexual. Tanto Herrero como Lobatón terminaron formulando la pregunta en estos términos: ‘¿Por qué estaban las niñas en esa discoteca?’ No se ubica el peso de la responsabilidad en Ricart o en Anglés, sino en las niñas y en las familias. Hay algo profundamente político en eso. Lo veo como una manera enormemente fina de culpar a las víctimas, aunque es verdad que la violencia sexual no era un tema tan tratado y estudiado como esta ahora. En 2018 este enfoque sería intolerable”, apunta.

Comprender a nuestros padres

El punto de partida del libro es un ejercicio de empatía. “Me interesa la imagen del padre de Javier Cercas en ‘Anatomía de un instante’. Era un señor que votaba a Suárez porque era de pueblo como él y pensaba que no iba a hacer nada malo. Esa lógica de votar a quien piensas que no va a jugarte una mala pasada sigue vigente. No hemos sabido convencer de que hay que votar a quien puede traer un proyecto de avance social. Mi libro es un intento de acercarme a mi madre, tan progresista y tan conservadora al mismo tiempo. También a otros votantes a los que asustó el discurso de Podemos. El primer paso para cambiar es poner la fragilidad, la vulnerabilidad y las aspiraciones en el centro del debate político. Muchas veces se piensa que la meta es desalojar al PP para dar paso a los políticos del cambio. Pero eso no es el final, sino el principio del trabajo. Debemos ofrecer a la gente una ruta del cambio político. Saturar al electorado con datos negativos sobre su situación económica no garantiza un giro a la izquierda, puede incluso resultar paralizante. La gran derrota de la izquierda es no haber sabido apelar las aspiraciones y expectativas de los votantes de abajo”, señala.

Barcelona 92 como rampa de lanzamiento de Felipe VI

Los elaborados argumentos de la izquierda sirven de poco ante las potentes imágenes que genera el sistema de manera natural. Por ejemplo: la estampa de el príncipe de Asturias portando la bandera del equipo olímpico español en Barcelona 92. “Esa imagen simboliza la facilidad para reconstruir la legitimidad de la monarquía. Eso que se ha llamado Régimen del 78, de forma un tanto despectiva, es una fuente inagotable de producción de su propia legitimidad. Es mucho más cambiante y fluido de lo que pensamos. No solo son la monarquía y los viejos partidos que se recomponen. El régimen del 78 es un organismo vivo que encuentra momentos de los que alimentarse y que se adapta a todo maravillosamente bien”.

placeholder El entonces príncipe Felipe porta la bandera española en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.
El entonces príncipe Felipe porta la bandera española en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.

Por ejemplo, en 1992 descubre que la euforia deportiva y modernizadora diferencia a Felipe de Borbón de su padre. “Esa imagen de Felipe es mucho más atractiva que la de una persona que maneja las negociaciones de la Constitución y comparece en televisión para decir que no apoya el golpe de Estado. Cuando el príncipe lleva la bandera, todo el mundo quería estar en ese estadio y todo el mundo deseaba que a España le fuese bien en las olimpiadas, fueras de izquierda, derecha o centro”, recuerda ¿Qué puede responder la izquierda frente a eso? “Se han generado imágenes poderosas, piensa en el “no nos falles” a Zapatero en el balcón de Ferraz en 2004. También el grito de “No nos representan” del 15M. Quizá algunos momentos de las alcaldesas del cambio, pero eso pertenece a la política pautada. La imagen de Felipe es profundamente institucional y a la vez capaz de difuminarse hasta parecer neutral, sin dejar de ser productora de bienestar”, advierte.

Aceptar las derrotas

Para poder disputar espacios políticos es fundamental reconocer las derrotas. “El liberalismo político hizo una cosa maravillosa, muy inteligente, que fue aceptar la Revolución Francesa al completo. Se dieron cuenta de que tenían que asumir todo: Robespierre, el Terror, la república jacobina…Los más listos dijeron lo siguiente: ‘Si no entendemos que esto cambia todo, que no hay una Francia a la que volver, nunca vamos a gobernar’. Esta postura me sirve para hacer una analogía con el régimen del 78. Fue un proceso constituyente, el más importante de nuestra historia moderna. Diría que tampoco hay una España a la que volver. El Régimen es una construcción heredada que, nos guste más o menos, ha calado demasiado como para rechazarla. Tenemos que pasar página. Podemos retorcerla, dar la vuelta a su lenguaje, hacerle el abrazo del oso, darle una patada voladora o hacerle la zancadilla, pero lo que no podemos hacer es cambiarla”, reconoce.

¿Puedo haber sido diferente? Por supuesto, pero en 2018 es imposible ganar el relato de la Transición

Tampoco compra el relato dominante en la izquierda española: “No pienso que el Régimen del 78 fuese un engaño de masas, sino una producción tremendamente exitosa. Es mejor entenderla a fondo. ¿Puedo haber sido diferente? Por supuesto, pero en 2018 es imposible ganar el relato de la Transición o la Guerra Civil. En estos últimos años, me he obligado a renunciar a la ira contra el 78. Como esa canción, 'Libertad sin ira'. Comprendí que el enfado no me ayudaba a pensar mejor. Puedes renunciar a tener razón como objetivo político para obtener herramientas de cambio”, confiesa.

Momento Miguel Ángel Blanco

Otro de los conflictos centrales de la década es ETA. “El dispositivo de comprensión del terrorismo que despliega el sistema a partir de 1997 (asesinato de Miguel Ángel Blanco) es tremendamente eficaz. Se trata de un discurso que solo permite dos posiciones: estás con la barbarie del terrorismo o en el bando del gobierno. En medio, solo esta el purgatorio. La realidad es que la mayoría de personas estábamos metidas en ese purgatorio porque ni apoyábamos a ETA ni comprábamos por completo el discurso oficial. ¿Cómo es posible que Gesto Por La Paz reciba el premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1993 y que tres años más tarde Fernando Savater y Félix de Azúa les estén llamando “tontos útiles” del nacionalismo? Gesto por La Paz reclamaba el acercamiento de los presos y el respeto de los derechos humanos en materia penitenciaria, pero tenían posiciones durísimas contra ETA. Lo que queda demostrado es que el dispositivo era tan fuerte que podía funcionar de manera retroactiva”, recuerda.

placeholder Eduardo Maura. (EFE)
Eduardo Maura. (EFE)

Por supuesto, el relato del terrorismo tiene consecuencias culturales.”Soy un gran defensor de 'Patria', pero me llama la atención el escaso papel que tiene en la trama la sociedad civil vasca. No pido a una novela que refleje la realidad de manera exhaustiva, pero me parece una omisión importante. Me gusta que Aramburu tome posición, ya luego como lector valoraré hasta dónde me convence. Además son cosas que he vivido. Como vasco de izquierda, recuerdo venir a Madrid y que en la misma tarde un grupo de personas me llamara “etarra” y otro grupo distinto “pepero”. Todo eso sin que yo cambiara el discurso. La izquierda española ha contemporizado demasiado con ETA, sin atender a un mínimo suelo moral, solamente por no hacer el juego al PP o no hacerle un presunto favor. La derecha, por su parte, no te pasaba ni una. No podías decir ni la palabra “conflicto” sin que te mirasen mal. Seguramente con una opinión publica más liberal no hubiese ocurrido eso”, señala.

La izquierda arrogante

Para terminar, Maura comparte una reflexión autocrítica sobre su bando político: “La izquierda tiene una herramienta maravillosa que se llama teoría de la alienación. Implica entender como el ser genérico del hombre le es arrebatado, en la medida en que se le priva de los frutos de su trabajo. Disponemos de esa herramienta desde 1850, pero yo me pregunto por qué demonios hemos convertido eso en una teoría contra los alienados, en vez de contra el capitalismo. ¿Por qué usamos nuestras herramientas contra la gente a la que queremos convencer? Uno de los descubrimientos que hago en el libro es que no puede haber una autocrítica del presente que no sea una crítica de la izquierda transformadora”, confiesa.

¿Por qué en la izquierda usamos nuestras herramientas contra la gente a la que queremos convencer?

Remata con una respuesta sobre estrategia: “Muchas veces manejamos concepciones conservadoras, como que la población se divide en ‘personas que ya están movilizadas y otras que son ignorantes’. Veo muchos conceptos radicales y falaces. No lo quise exponer así en el libro porque no me apetecía escribir otro ensayo contra la izquierda. En realidad, no somos tan malos: sabemos pensar, sabemos criticar, tenemos la oportunidad de prolongar este ciclo de cambios y de mejorar de las cosas…No lo desaprovechemos, por favor”.

Posdata

Ahora que vuelven los Papeles de Panamá, el libro nos sirve para recordar que el consenso neoliberal de los noventa produjo momentos tan pornográficos como esta campaña bancaria de 1992, que enlazamos más arriba. La idea era tam sencilla como brutal: poner los paraísos fiscales al alcance de todos. “Lo importante no es si el anuncio del Santander es una desfachatez o no. Tampoco si prefigura el crac económico y moral y de 2008. Lo relevante es el complejo de imágenes-palabras que configura, la realidad que produce y la manera en que enlaza con los hábitos aspiracionales del español medio”, señala Maura en el texto. ¿Conclusión? Los noventa en España tienen más miga política de lo que parece.

Eduardo Maura, profesor de Filosofía y portavoz de Cultura de Podemos en el Congreso, se ha animado a explorar uno de los rincones más oscuros de nuestra historia. Hablamos de los años noventa, una década olvidada entre el rodillo socialista y la llegada de los teléfonos móviles a nuestras vidas. El resultado es un ensayo breve pero potente: 'Los 90: euforia y miedo en la modernidad democrática española' (Akal). La portada no puede ser más inquietante: Curro y Cobi, mascotas de los fastos del quinientos aniversario, sentados en el sofá mirando a Nieves Herrero, estrella del periodismo de sucesos. ¿Qué tipo de conflictos actuales nos ayuda a aclarar el estudio de esa época?

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