Q ue pasar un día entero con Chimo Bayo (Valencia, 1961) iba a tener efectos secundarios sobre el organismo era algo que se daba por descontado, pero nadie avisó de algo más grave: que el desparrame neuronal iba a empezar ANTES de conocer al rey del bakalao... Son las 9 y algo de la mañana y estamos en la estación de Atocha esperando la llegada del AVE Valencia/Madrid. Decenas de ejecutivos salen por la puerta con prisa y cara de pocos amigos. La espera dispara las fantasías sobre la inminente aparición de Chimo Bayo: ¿y si de pronto suena por megafonía un atronador ¡HU HA!, los ejecutivos se ponen a bailar como locos y Chimo irrumpe triunfal con sus gafas de luz?
Pero no… lo que ocurre es todavía mejor… Chimo aparece, nos saluda efusivamente y suelta la bomba: ¡va de pasti! ¡Paren rotativas!
En efecto, España se acaba de despertar y Chimo Bayo ya va puesto de... melatonina. “Me dormí a las doce y media como un niño bueno tras tomarme la melatonina habitual”. Fresco pues como una lechuga para afrontar la épica jornada de promoción de su primera novela, 'No iba a salir y me lié' (Roca, 2016), sobre unos cuarentones que resucitan la ruta del bakalao, escrita a cuatro manos con la periodista Emma Zafón.