Es noticia
Salvemos la Iglesia del papa Francisco
  1. Cultura
adelanto editorial

Salvemos la Iglesia del papa Francisco

Publicamos en exclusiva un capítulo de 'Diabólico', el libro que publica esta semana Bolchiro en el que el polémico periodista británico carga contra Bergoglio y llama a un renacimiento católico

Foto: El papa francisco preside una misa en las basílica de San Pedro del Vaticano. (EFE)
El papa francisco preside una misa en las basílica de San Pedro del Vaticano. (EFE)

Los católicos pueden ser encantadoramente susceptibles cuando se critica al papa. Como saben muy bien, el papa es sólo 'infalible' en un sentido técnico: en determinados momentos, en ciertas circunstancias, en declaraciones dogmáticas públicas que se aplican a toda la Iglesia. De hecho, la doctrina de la infalibilidad del papa sólo se ha invocado explícitamente una vez –en relación con la Asunción de María– desde que fue definida por primera vez en el Concilio Vaticano I en 1870. Pero hablar mal de 'il papa' es de mala educación. ¡Genial, en todo caso! Estos no son tiempos corrientes. Ciertamente, Francisco no es impecable, que es lo que la mayoría de la gente piensa que significa infabilidad. Sin duda es capaz de pecar ('peccatum'). La cuestión es: ¿le quedan suficientes años de vida para todas las avemarías que le van a imponer en el confesionario?

Lo normal es que cuando los papas eligen su nuevo nombre escojan el de un pontífice anterior que admiran o cuyo trabajo quieren emular. El papa Francisco escogió un nombre completamente nuevo, un movimiento probablemente calculado para enfatizar su independencia y que otorga verosimilitud a las descripciones que le califican como inconformista. Uno se pregunta, ¿cuántos futuros papas escogerán el nombre Francisco para celebrar su legado?

placeholder 'Diabólico'. (Bolchiro)
'Diabólico'. (Bolchiro)

Cuando Ross Douthat planteó la cuestión en 'Atlantic' en 2015: "¿Romperá el papa Francisco la Iglesia?", se preguntaba en voz alta si los elementos conservadores en la Iglesia reaccionarían mal a la elección de un pontífice con el mismo nombre que el elegido por el reformista de izquierdas de su emblemática novela de 1979, 'Vicar of Christ'. Douthat se deshacía en alabanzas a Francisco, siguiendo la costumbre de la época, impresionado por las "llamativas rupturas del protocolo papal, las intervenciones en políticas globales, las revisiones de temas morales y la mezcla de humildad pública y hábil explotación… del oficio papal". ¿Podría Francisco, se preguntaba Douthat, desplegar las mismas tendencias activistas que su héroe de ficción?

Douthat, como otros antes que él, trataba de ser cauteloso –él es un raro ejemplo de escritor que realmente sabe una o dos cosas del cristianismo–, pero el efecto de esta inusual alabanza y atención pública fue crear una versión totalmente ficticia del papa Francisco; una que existía sólo en la imaginación de los periodistas, de un papa globalista y cerebral, deseoso de dar abiertamente la bienvenida a los gais y de satisfacer las fantasías de los católicos progresistas al no perder ocasión de hablar sobre la 'desigualdad global'. No es difícil encontrar entre 2014 y 2016 noticias que en otras circunstancias serían sobrias, sin alabanzas, como una del Washington Post que con gran emoción le describe como "un independiente papa argentino que ama a los gais, ama a los divorciados y odia la desigualdad de ingresos".

placeholder Milo Yiannopoulos. (Mike Allen)
Milo Yiannopoulos. (Mike Allen)

Los hechos de la vida de Jorge María Bergoglio muestran algo bastante diferente: chapucería intelectual, implacable arribismo, larga dedicación a hacer declaraciones públicas que esconden cambios de posición política, y deseo de poder. Para alguien que aparentemente odia a Donald Trump, Francisco comparte con el presidente de los Estados Unidos algunas de sus más chirriantes cualidades, incluyendo falta de seriedad intelectual y una inveterada afición al halago. A diferencia de sus antecesores Benedicto y Juan Pablo, no tiene nada de la afable personalidad pública del magnate inmobiliario, ni esa rara y entrañable simpatía natural. Como se muestra en sus aburridos sermones sobre desigualdad de ingresos, este es un papa que sin problemas admite que no tiene ni la más remota idea de cómo funciona la economía global.

Los periodistas que odiaban a Benedicto XVI –no sabían bien por qué, pero habían oído que era conservador, por lo que hacían todo lo posible por conseguir fotos que le dieran un aspecto siniestro y en general hacían patente su desacuerdo con él– pensaron que iban a tener un papa al estilo Obama, un papa Francisco 'esperanza-y-cambio'. No se daban cuenta de que se le describe mejor como clintoniano, del tipo culto a la personalidad que exige lealtad y obediencia absoluta. Por encima de todo, Francisco es un político dispuesto a hacer compromisos morales bastante chocantes con tal de preservar su poder. Una manera fiable de entender a Francisco y su carrera de cargos eclesiásticos hasta ser elegido papa son las deudas que tiene con los cardenales europeos que le eligieron, algunos de los cuales son los hombres más teológicamente izquierdistas de la Iglesia, como el inglés Cormac Murphy O’Connor y el alemán Walter Kasper.

Por encima de todo, Francisco es un político dispuesto a compromisos morales bastante chocantes con tal de preservar su poder

A Walter Kasper se le recuerda como el cardenal que fue devuelto a casa inmediatamente después de aterrizar en el Reino Unido con el papa en 2010, por calificar a Inglaterra como "un país del tercer mundo", refiriéndose al parecer a su multiculturalismo. Como es típico de la élite de izquierda progresista a la que pertenece, Walter Kasper es esnob, racista y mentiroso; pero más importante, es un hipócrita. Una vez negó que se refiriera despectivamente a las opiniones de los dirigentes eclesiásticos africanos con la palabra 'tabú' y que despreciara sus puntos de vista como irrelevantes, a pesar del hecho indiscutible de que África es el futuro de la Iglesia Católica, mientras que en la Alemania de Kasper, el catolicismo ha prácticamente desaparecido. Pero Kasper tuvo que reconocer que había mentido después de que se diera a conocer la grabación en la que decía exactamente lo que el corresponsal en el Vaticano Edward Pentin había informado.

El equilibrio de poder en la Iglesia ha cambiado radicalmente desde que Francisco asumió el cargo. Se han promovido personalidades menores por tener la adecuada actitud progresista, y humillado, y en al menos un caso, degradado, a tradicionalistas y conservadores altamente respetados. El pacto electoral por el que O’Connor, Kasper, Godfried Danneels y Karl Lehmann formaron el Equipo Francisco para conseguir que Bergoglio fuera elegido está explícitamente prohibido en la constitución que rige la elección papal, pero nadie intervino para detenerlo. Seguramente nadie lo vio venir.

La liberalización del cristianismo es uno de los factores del declive en la asistencia a la iglesia, y todo el mundo lo sabe

Como ya he comentado antes, editores de revistas católicas me dicen que hay un revivir intensamente conservador y tradicionalista entre los católicos de la generación del milenio que están en contra de la balbuceante incontinencia emocional de los viejos izquierdistas que dirigen la mayoría de las diócesis. Una de las cosas más preocupantes del sector más a la izquierda del colegio cardenalicio es lo poco que reflexionan sobre Dios. Estos viejos hippies se han tragado el anzuelo, el sedal y el plomo de las políticas identitarias para todos los gustos, y de ahí la adopción por la Iglesia del activismo social de la extrema izquierda. Pero de lo que los cardenales no se dan cuenta, o no les importa, es que la visión del mundo progresista que ellos consienten mina su propia autoridad espiritual. En cuanto Francisco fue nombrado, los cuatro ancianos cardenales del Equipo Francisco maquinan por una agresiva liberalización de la Iglesia, por la que los feligreses no muestran ningún entusiasmo. Incluso a los votantes de izquierda no les gustan los excesos políticamente correctos de las élites. La liberalización del cristianismo hasta hacerlo básicamente indistinguible de la sociedad secular es uno de los factores del declive en la asistencia a la iglesia, 'y todo el mundo lo sabe'.

*La editorial Bolchiro publica la versión española de 'Diabólico', de Milo Yiannopoulos, del que aquí adelantamos algunas páginas.

Los católicos pueden ser encantadoramente susceptibles cuando se critica al papa. Como saben muy bien, el papa es sólo 'infalible' en un sentido técnico: en determinados momentos, en ciertas circunstancias, en declaraciones dogmáticas públicas que se aplican a toda la Iglesia. De hecho, la doctrina de la infalibilidad del papa sólo se ha invocado explícitamente una vez –en relación con la Asunción de María– desde que fue definida por primera vez en el Concilio Vaticano I en 1870. Pero hablar mal de 'il papa' es de mala educación. ¡Genial, en todo caso! Estos no son tiempos corrientes. Ciertamente, Francisco no es impecable, que es lo que la mayoría de la gente piensa que significa infabilidad. Sin duda es capaz de pecar ('peccatum'). La cuestión es: ¿le quedan suficientes años de vida para todas las avemarías que le van a imponer en el confesionario?

Iglesia Papa Francisco Vaticano
El redactor recomienda