'El papa Francisco': un hombre de palabra previsible

Quienes se sienten frente a 'El papa Francisco: un hombre de palabra' con la esperanza de encontrar en ella un retrato sincero del hombre que se oculta bajo la sotana sin duda se sentirán profundamente decepcionados. De hecho, de entrada, la película apenas reconoce la existencia de Jorge Mario Bergoglio, el jesuita argentino que tomó el nombre de Francisco después de que el papa Benedicto XVI se jubilara inesperadamente en 2013. Pese a mostrar una imagen de archivo de Bergoglio predicando en Buenos Aires a finales de los noventa, Wim Wenders se centra completamente en el papado mismo, yuxtaponiendo declaraciones directas a la cámara con imágenes del pontífice mientras viaja por el mundo para acercarse a los oprimidos.

El empeño con el que este Papa se ha dedicado a abrazar a los pobres lo emparenta espiritualmente con su homónimo San Francisco de Asís, y Wenders fortalece la conexión a través de lo que parecen ser clips de una vieja película en blanco y negro sobre el santo, filmada según el estilo de Rossellini o Bresson (en realidad, esos interludios fueron rodados por el propio Wenders).

Incluso quienes no sientan un apego particular a la Iglesia católica deben reconocer que Francisco la ha encauzado en una dirección ligeramente más inclusiva e incluso progresista. Eso no ha complacido a los elementos más conservadores de la institución, que se han quejado de sus puntos de vista ambiguos respecto de asuntos como, por ejemplo, si los católicos divorciados y casados de nuevo deben recibir la comunión.

Algunos incluso ven con malos ojos que renuncie a algunas de las tradiciones papales más chillonas y lujosas

Algunos incluso ven con malos ojos que renuncie a algunas de las tradiciones papales más chillonas y lujosas, y que en concreto decidiera establecer su residencia en una habitación de invitados de la Ciudad del Vaticano en lugar de instalarse en el Palacio Apostólico, donde los papas han vivido desde el siglo XVII. Nada de eso es siquiera mencionado en la película, que se centra enteramente en las opiniones de su protagonista sobre el amor, la compasión, la tolerancia; por supuesto, todas ellas son tan admirables como previsibles.

La negativa de Wenders a empujar al pontífice a áreas de controversia o debate es especialmente cuestionable si se tienen sus opiniones sobre el feminismo y la identidad de género. A pesar de ser mucho más abierto en estos temas que su predecesor, es frustrante que Wenders lo incluya diciendo que "los movimientos machistas y feministas no sirven" pero no lo invite a responder ninguna de las numerosas preguntas que un comentario así provoca. Por lo que respecta a su postura sobre la comunidad transgénero (a la que en el pasado se refirió como parte de una "colonización ideológica que trata de destruir a la familia"), no es mencionada.

Por eso, pese a que desde el Vaticano han insistido en que esta película es un trabajo comisionado pero financiado independientemente y que no hubo ningún tipo de censura ni intervención por su parte, al verla es inevitable tener la sensación de que Wenders (ya sea por su propia voluntad o a instancias de otros) camina constantemente con pies de plomo, formulando al Papa solo el tipo de preguntas que este podrá contestar sin fruncir el ceño. Eso la convierte en una mera herramienta más para el proselitismo, que ofrece poco o nada a aquellos que no estén ganados para la causa papal de antemano.

TE PUEDE INTERESAR

'El reino': la España corrupta y hortera

Marta Medina

TE PUEDE INTERESAR

'El reverendo': un sacerdote contra el apocalipsis medioambiental

Eulàlia Iglesias