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Notre-Dame, cómo para salvar la joya del gótico francés acabaron por precipitar su fin
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Notre-Dame, cómo para salvar la joya del gótico francés acabaron por precipitar su fin

Una catedral legendaria cuya primera piedra se erigió hace casi un millar de años ha acabado por arder debido a las obras iniciadas para salvarla paradójicamente de su derrumbe

Foto: Incendio en la catedral de Notre-Dame de París. (Reuters)
Incendio en la catedral de Notre-Dame de París. (Reuters)

Notre-Dame, la joya del gótico francés cuya primera piedra se puso hace casi un millar de años sobre un legendario santuario celta donde a su vez los romanos erigieron un templo a Júpiter y se alzó la primera iglesia cristiana de París; Notre-Dame, donde Napoleón arrebató la corona al mismísimo Papa para entronizarse emperador, a la que Victor Hugo rindió homenaje en sus novelas; Notre-Dame, la de la Galería de los Reyes, la aguja infinita, las gárgolas sempiternas y vigilantes durante siglos, ha ardido. Ya los comuneros intentaron incendiarla sin éxito en 1871. Pero lo que no pudieron revoluciones, guerras y otros desastres que han acechado a la capital francesa, lo ha logrado, a la espera de ulteriores informaciones, un accidente en las obras que, paradójicamente, buscaban salvar la catedral del derrumbamiento que la amenazaba.

Foto: Vista general del incendio que consume el techo de la catedral de Notre-Dame este lunes, en París.
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En 2017, el arzobispado parisino lanzaba el grito de alarma: había que acometer obras ciclópeas en la catedral de Nuestra Señora de París valoradas en unos 100 millones de euros para salvarla de la ruina. La catedral se caía a pedazos. Profundas grietas resquebrajaban su célebre aguja, sus dos torres —visitadas diariamente por cientos de turistas—, sus arbotantes y sus icónicas gárgolas. Varias de ellas habían sido ya degolladas por los elementos y una llegó incluso a desprenderse de su fachada y caer sobre el asfalto de París. Para sustituirla, hubo que utilizar un tubo de PVC, pues una de sus funciones principales consistía en canalizar el agua de lluvia.

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Notre-Dame fue un emblema de la cristiandad y aún hoy es un emblema de Francia, una de las catedrales góticas más antiguas del mundo, reformada en multitud de ocasiones. Pero el paso de los siglos, el intempestivo clima de París y la contaminación minaron su maltrecha arquitectura. A Francia, su mantenimiento le costaba dos millones de euros anuales, pero sus necesidades reales eran 50 veces mayores. Solo 100 millones de euros a gastar en al menos 20 años la mantendrían en pie. Solo las dos preocupantes grietas de su emblemática aguja acapararían 10 millones del presupuesto. Reparar y consolidar los arbotantes costaría unos 30 millones de euros. "Si no hacemos nada, corremos el riesgo de que se hunda", advirtió André Finot, jefe de comunicación de Notre-Dame.

Y así, las obras que debían salvar Notre-Dame acaban de precipitar su fin.

Mil años de historia

Notre-Dame atesora demasiada historia, demasiadas vueltas arquitectónicas que, al modo de capas geológicas, han ido transformando radicalmente su imagen a lo largo de los siglos. Iniciada en el año 1163 y concluida casi dos siglos después —en 1345—, se alzó sobre la isla de la Cité que lamen las aguas del Sena dedicada a María, madre de Jesucristo. Pero la catedral gótica que admiraban hasta hoy los turistas no era exactamente la construcción original. Porque Notre-Dame había sufrido la alteración radical de uno de los más célebres y virulentos restauradores que ha conocido la historia, alteración que corresponde precisamente al foco del incendio de este lunes: las cubiertas y el vertiginoso pináculo. Se llamaba Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc.

placeholder Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc.
Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc.

Arquitecto, arqueólogo y escritor, representante tremendamente controvertido de la escuela de restauraciones 'interpretativas' de edificios medievales, Viollet-le-Duc 'limpió' y 'actualizó' Notre-Dame en 1845 añadiéndole la tercera torre que la caracteriza con su forma en espiral, además de otro tipo de modificaciones de menor importancia. Se da la circunstancia de que el escritor Victor Hugo publicó su célebre novela protagonizada por la gitana Esmeralda y el jorobado Quasimodo en 1830 y, así, Notre-Dame quedó inmortalizada en su libro en un estado previo a las radicales modificaciones con las que Viollet-le-Duc alteraría su imagen solo 15 años después.

El gran restaurador insertó gabletes en las ventanas, levantó un rosetón al sur completamente nuevo, cambió la piedra de los arbotantes, reconstruyó todos los altares y capillas interiores y situó nuevas estatuas en la Galería de los Reyes para sustituir las destruidas durante la Revolución Francesa. También añadió numerosas gárgolas —o, mejor dicho, 'quimeras'—, que ofrecieron una de sus imágenes más características. Pero eso no fue todo. De todas las estatuas que circundan la aguja de la catedral, solamente una se muestra de espaldas y mira hacia la propia aguja. Se trata de Viollet-le-Duc en el papel de Santo Tomás, admirando su propia obra y, por si hubiera alguna duda, en la mano derecha puede apreciarse una regla con su nombre.

Notre-Dame, la joya del gótico francés cuya primera piedra se puso hace casi un millar de años sobre un legendario santuario celta donde a su vez los romanos erigieron un templo a Júpiter y se alzó la primera iglesia cristiana de París; Notre-Dame, donde Napoleón arrebató la corona al mismísimo Papa para entronizarse emperador, a la que Victor Hugo rindió homenaje en sus novelas; Notre-Dame, la de la Galería de los Reyes, la aguja infinita, las gárgolas sempiternas y vigilantes durante siglos, ha ardido. Ya los comuneros intentaron incendiarla sin éxito en 1871. Pero lo que no pudieron revoluciones, guerras y otros desastres que han acechado a la capital francesa, lo ha logrado, a la espera de ulteriores informaciones, un accidente en las obras que, paradójicamente, buscaban salvar la catedral del derrumbamiento que la amenazaba.

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