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"¡Disparan al Palacio de Invierno!" Dos españoles en la Revolución Rusa
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centenario del 7 de noviembre de 1917

"¡Disparan al Palacio de Invierno!" Dos españoles en la Revolución Rusa

Cuando se produjo el breve asalto final hacía en realidad una semana que los bolcheviques le habían arrebatado de facto el gobierno a Alexander Kerensky

Foto: Asalto al Palacio de Invierno el 7 de noviembre de 1917
Asalto al Palacio de Invierno el 7 de noviembre de 1917

“Anoche a las nueve empezó un vivo fuego de fusilería, ametralladoras y cañones alrededor del Palacio de Invierno, que dista de esta embajada solo unos 500 metros en el que decíase estaba encerrado Kerensky y algunos miembros de su Gabinete…”. El telégrafo repiqueteaba en Madrid las palabras que enviaba desde Petrogrado Justo Garrido Cisneros, el encargado de Negocios de la Embajada de España. La Revolución Rusa acababa de llegar a un punto sin retorno.

Eran las 12:30 de la mañana del 8 de noviembre de 1917 (25 de octubre en Rusia según el entonces vigente calendario juliano), hace hoy justo 100 años, cuando se recibía el telegrama en el ministerio de Estado en Madrid. Un día antes, como informaba Garrido Cisneros en la misma comunicación, había estallado en Rusia la revolución que impondría la “dictadura del proletariado”, según proclamaban los bolcheviques o “maximalistas”, como se les denominaba entonces en España.

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Telegrama

Además de Garrido y el personal de la embajada española también se encontraba en la capital la veterana periodista Sofía Casanova, corresponsal del diario ABC. “Al escribir estas líneas se oyen los primeros cañonazos dirigidos a la enorme mole roja del Palacio de Invierno, donde el zarismo había concentrado sus imperiales esplendores y que ahora cobija al gobierno republicano bombardeado por sus contrincantes radicales pacifistas. En la negrura de la noche resuenan los disparos de las baterías de la fortaleza y los del crucero Aurora para rendir el Palacio. El corazón y los nervios de quienes estamos en el centro de esta hoguera sufren, desmayan…"

Leyendo ambas crónicas aisladas, la imagen habría sido la de una ciudad sumida en una batalla por las calles, con disparos heridos y muertos, pero la realidad es que ni siquiera se habían cerrado los teatros. Lo que siguió ese 7 de noviembre de 1917 que cambió el curso de la historia fue la normalidad de la miseria en las calles que duraba ya meses: hambre, colas de madrugada para adquirir el pan al día siguiente, escasez de todo tipo de productos y frío. Hubo quien ni se enteró realmente de lo que había pasado.

Porque cuando el diplomático Justo Garrido y la periodista Sofía Casanova explicaban lo que fue el breve asalto final, hacía en realidad una semana que los bolcheviques le habían arrebatado de facto el gobierno a Alexander Kerenski, un socialista moderado que había quedado al frente de Rusia tras la caída de los zares en febrero.

10 días que estremecieron el mundo

Los diez días que estremecieron el mundo, según el título de la crónica del periodista estadounidense John Reed, no se dirimieron entre barricadas como en la Comuna de París de 1871, fueron palaciegos, como un último broche zarista para la representación final del drama ruso. Se cocieron entre la habitación 36 del Palacio de Smolny, donde se habían instalado los bolcheviques y las paredes del Palacio de Invierno de la antigua San Petersburgo, cuyo asalto sería posteriormente distorsionado por la propaganda bolchevique hasta el límite de que murieron más extras durante el rodaje de la escena de la película ‘Octubre’ (Eisenstein, 1928) que la recreaba, que en el asalto verdadero. El arte de las noticias falsas y la manipulación de la verdad no lo inventó Twitter.

Murieron más extras en el rodaje de la escena de 'Octubre', de Eisenstein, que en el verdadero asalto al Palacio de Invierno

En Smolny, que había sido una antigua academia para señoritas de la alta sociedad rusa, se dirimirían las infinitas intrigas y discusiones de los bolcheviques sobre las diferencias a la hora de tomar el poder. Mientras, en el de Invierno, tras el fallido y desastroso golpe del general Kornílov, Kerenski se deshacía sumido en el optimismo suicida y las caricias del alcohol, la cocaína y la morfina, según la información que da el historiador Orlando Figes en ‘La Revolución Rusa. (1891-1924)’, Edhasa, 2010.

La situación en Rusia se había degradado por la guerra y el descontrol. Tal y como lo explicaba a Madrid el diplomático español Justo Garrido el 6 de noviembre, un día antes de que cayera el Palacio de Invierno: “La situación interior de Rusia es gravísima, el ministro de aprovisionamiento ha declarado ante el consejo provisional de la República que el frente norte del ejército tenía víveres sólo para veinte días. En Petrogrado las reservas de harina son 152 vagones: la ciudad consume diariamente setenta y recibe sólo unos veinte. En provincias la anarquía va en aumento y son despojados y asesinados impunemente los propietarios. Las tropas de los diferentes frentes amenazan con dejar las armas para dentro de breve plazo….”. (Archivo Histórico Nacional).

placeholder Lenin proclama el poder soviético en el Instituto Smolny de Petrogrado. (Vladimir Serov, 1952)
Lenin proclama el poder soviético en el Instituto Smolny de Petrogrado. (Vladimir Serov, 1952)

En resumidas cuentas, apenas habían variado los ingredientes que sirvieron para derrocar al zar Nicolas II en febrero: hambre y descontento por la guerra. Los bolcheviques lo sabían, el gobierno de Kerenski también, todo el mundo estaba al tanto de que pasaría algo. En verano ya había habido un conato de rebelión bolchevique, al que le siguió después el fallido golpe del general Kornilov que dejaría además a Kerenski sin el apoyo del ejército.

A diferencia de lo que había ocurrido en la revolución de febrero, cuando la espontánea manifestación del día de la mujer condujo a la caída de los zares, los bolcheviques preparaban con detalle, prácticamente a la vista de todo el mundo, el golpe de Estado que derrocaría el gobierno democrático de Rusia.

El genio de Trotski

Sin embargo, en Smolny, debajo de las lámparas donde habían aprendido ballet las aristócratas rusas, los bolcheviques dirimían en los últimos días de octubre otros pasos de baile: Kamenev y Zinoviev defendían que había esperar al Congreso de los Soviets antes de pasar a la acción, En cambio Lenin, que se escondía en la ciudad desde su regreso de Finlandia en primavera justo a tiempo para el golpe, presionó para que se hiciera sin la consulta de los soviets o consejos populares. A los pocos días ya calificaba en la prensa de traidores a Kamenev y Zinoviev.

placeholder 'La Revolución Rusa' (Debate)
'La Revolución Rusa' (Debate)

De todos los soviets, el más importante era, obviamente, el de Petrogrado y su figura central Leon Trotski, que maniobró hábilmente para hacerse con el control de la situación en la semana previa al golpe. Tal y como explica el historiador Richard Pipes en 'La Revolución Rusa' (Debate, 2016) los bolcheviques habían renunciado a las manifestaciones armadas masivas y a las escaramuzas callejeras que ya se habían utilizado por Lenin en abril y julio, porque se habían revelado difícil de manejar, además de suscitar una reacción negativa. En cambio, se instauró el Comité Militar Revolucionario, que pronto se hizo desde dentro con el control militar de la ciudad.

La guerra con Alemania era también una pesada losa: cuando Kerenski amenazó con trasladar la guarnición militar de Petrogrado al frente a finales de octubre, la mayor parte de los soldados se negaron a obedecer las órdenes del Estado Mayor general y manifestaron su lealtad al Comité Militar Revolucionario.

Cuando Kerenski amenazó con trasladar la guarnición de Petrogrado al frente, los soldados se negaron a obedecer

De hecho, el 3 de noviembre éste se proclamó a sí mismo como la autoridad que regía la guarnición: fue el primer y definitivo acto de insurrección. A partir de ese momento, el gobierno estaba en manos de los golpistas, disfrazados de comité revolucionario. Con Lenin ya en el palacio de Smolny, la primera semana de noviembre los bolcheviques controlaban además de la guarnición de Petrogrado, las fortalezas de San Pedro y San Pablo y con ella el cañón que dominaba el Palacio de Invierno. En definitiva, el día 6 la ciudad entera estaba bajo control de los bolcheviques sin disparar ni un solo tiro.

Esa noche cayeron estaciones ferroviarias, oficinas de correos, centrales telefónicas, bancos y puentes sin resistencia ni disparos. El caso del Estado Mayor del Ejército fue si acaso el más sorprendente: “Entraron y se sentaron, y quienes estaban sentados se levantaron y se fueron” según relata Richard Pipes.

Garrido lo explicaba así a Madrid: “A primera hora de la mañana corrió el rumor que durante la noche los maximalistas se habían apoderado sin lucha de casi todas las administraciones de Estado en Petrogrado, como bancos, teléfonos, fortaleza de San Pablo etc. En este momento se coloca debajo de los balcones de esta embajada un batallón de automóviles blindados como en orden de combate que se dice son maximalistas que vienen a sitiar el gobierno que está encerrado en el Palacio de Invierno”.

La huida de Kerenski

Alexander Kerenski se escabulló del palacio la mañana del 7 quejándose de que en vez de tropas de refuerzo solo recibiera montañas de inútiles telegramas: “La noche del 24 al 25 de octubre (6 al 7) fue tensa de expectación. Aguardábamos impacientes la llegada de refuerzos procedentes de la línea de fuego. Las llamé en tiempo oportuno para que arribasen a la capital en la mañana del 25. Pero en lugar de tropas, todo cuanto recibíamos eran montañas de telegramas y continuas llamadas telefónicas informando que las líneas férreas eran sometidas a un sabotaje sistemático”. ‘Memorias’, Alejandro Kerenski (Caralt, 1967).

Mientras el que fuera presidente del gobierno provisional huía, el diplomático español daba cuenta de las últimas horas de lo que había sido el último intento reformador de un país casi feudal después de la caída del Zar en la revolución de febrero: “En el Neva había dos torpedos venidos de Cronstad que también bombardeaban el palacio. A las doce de la noche se rindió este por fin y con ello queda ya todo San Petersburgo en manos de los maximalistas o sea del soviet de obreros y soldados de de San Petersburgo... El soviet general de la República ha sido disuelto y todos los periódicos se consideran suspendidos. Todos los puestos, cruces de calles, y plazas están tomadas militarmente pero por el momento reina completa tranquilidad en la ciudad. Se dice en este momento que que Kerenski ha logrado fugarse y se dirige al frente para volver con fuerzas sobre San Petersburgo”.

El soviet general de la República ha sido disuelto y todos los periódicos se consideran suspendidos

De las 35 descargas de cañón sobre el palacio, sólo le alcanzaron dos, produciendo daños menores. Las bajas totales, una vez finalizado el asalto fueron de cinco muertos y varios heridos.

Se había consumado el golpe de Estado debido fundamentalmente a la miopía de un gobernante que, sabiendo la existencia del golpe, dejó que se produjera. La corresponsal española Sofía Casanova lo describió así en el momento para ABC: “Los bolcheviques se han echado a la calle seguros de su fuerza y decididos a vencer o a morir (…) los idiotas que me aseguraron que los bolcheviques son unos cobardes se engañaron y se engañarán lo que les quede de vida (…) Kerenski que desapareció durante el último consejo de su gabinete en un auto de la embajada aliada aparece ahora ante Galchina (50 kilómetros de aquí) capitaneando tropas para sofocar la rebelión…”.

Kerenski se había enterado de la caída del Palacio de Invierno mientras preparaba su vuelta para retomar el control: “Aquella noche a bordo del tren camino de Petrogrado, nos enteramos de que la noche anterior, los bolcheviques se habían apoderado del Palacio de Invierno y detenido al Gobierno provisional en bloque (…) Al final llegamos a un paraje boscoso. Los frenos del automóvil chirriaron y el artefacto paró bruscamente.

-Salga, Alejandro Fiodorovich- dijo el oficial. El marinero que me acompañaba, llamado Vania, me siguió. Estábamos perdidos en la nada; sólo se veían árboles a nuestro alrededor. Me preguntaba a dónde iríamos a parar.”

Kerenski no volvería nunca a Petrogrado. El golpe había triunfado y a los rusos sólo les aguardaba la guerra civil, la masacre, las purgas y el terror.

“Anoche a las nueve empezó un vivo fuego de fusilería, ametralladoras y cañones alrededor del Palacio de Invierno, que dista de esta embajada solo unos 500 metros en el que decíase estaba encerrado Kerensky y algunos miembros de su Gabinete…”. El telégrafo repiqueteaba en Madrid las palabras que enviaba desde Petrogrado Justo Garrido Cisneros, el encargado de Negocios de la Embajada de España. La Revolución Rusa acababa de llegar a un punto sin retorno.

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