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"Colé a Rodrigo Rato en un concierto de Lou Reed; le obsesionaban las entradas gratis"
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el nuevo libro de Adrian Vogel

"Colé a Rodrigo Rato en un concierto de Lou Reed; le obsesionaban las entradas gratis"

El ejecutivo discográfico publica 'Bikinis, fútbol y rock and roll. Crónica pop bajo el franquismo sociológico (1950-1977)'

Foto: Simone Bosé, Manolo Díaz, Michael Jackson y Adrian Vogel. (Foca)
Simone Bosé, Manolo Díaz, Michael Jackson y Adrian Vogel. (Foca)

Adrián Vogel (Bucarest, 1956) ha escrito un libro necesario. Primero, por el torrente de datos sobre nuestra historia pop reciente, que todavía no contaba con un texto de referencia. Teníamos que conformarnos con aquella irregular enciclopedia por fascículos de El País, publicada en 1986, difícil de encontrar y demasiado centrada en la música, como otros manuales similares.

Foto: Actuación de Los Planetas. (EFE)

Por contra, ‘Bikinis, fútbol y rock and roll. Crónica pop bajo el franquismo sociológico (1950-1977)’ , publicado en la editorial Foca, entiende la cultura popular como un todo, desde las estrategias para atraer turistas hasta las revoluciones del arte contemporáneo, pasando por la épica de los grandes estadios de fútbol. Como bien dice El Gran Wyoming en el prólogo, a España nos llegó todo de golpe, tras años de autarquía y fundamentalismo católico. “Tuvimos que echar mano de los manguitos para salir a flote”, bromea el popular presentador.

Franquismo sociológico en 2017

No esperen solo análisis basados en el gusto, un mal típico de la prensa cultural española. Aquí hay diagnósticos sociales de largo alcance. El más certero, sin duda, afirma: “El franquismo es como la esclavitud: no se cambia en una o dos generaciones”. La confirmación la tenemos encima: su amigo y prologuista El Gran Wyoming soporta estos días una demanda porque un reportero de su programa dijo que El Valle de Los Caídos era “una mierda”.

“Yo no estoy de acuerdo con lo que hizo Rita Maestre, pero me parece ridículo que ese asunto llegue a los tribunales, igual que los tuits de Guillermo Zapata, aunque no sea un político que goce de mis simpatías. Lo único positivo es el efecto bumerán que hace que los ataques se vuelvan en gran parte contra quienes los inician”, celebra. ¿Ha terminado ya el franquismo sociológico? “No, aunque está menos presente en nuestra vida cotidiana. Tenemos la Ley Mordaza y los juicios a tuiteros, que suenan a castigos ejemplarizantes”, remata.

Cuando Fraga se hizo “cool”

¿Cuál es el capítulo más destacable de estas 440 páginas? En mi opinión, el más largo, dedicado a Manuel Fraga Iribarne y su enorme habilidad para utilizar el turismo, flexibilizar la censura (haciéndola más perversa) y poner al servicio del régimen gran parte del arte y la música contemporánea. Como diría el periodista estadounidense Thomas Frank, el franquismo consiguió conquistar el “cool” para beneficio propio. Dalí fue el ejemplo más evidente de artista del régimen. “Había una doble vara de medir: por un lado, una operación de imagen de cara al exterior, donde se mostraban los logros artísticos. Para dentro, represión pura y dura. El director del Prado, Sotomayor, que lo fue también en la dictadura de Primo de Rivera, estaba en contra del arte contemporáneo.

Fraga utiliza el turismo, flexibiliza la censura y pone al servicio del régimen gran parte del arte y la música contemporánea

Franco iba a las exposiciones de pintura, pero a los conciertos de contemporánea por los '25 años de paz' ni le invitaron. Sabían que no iba a acudir. Esto se enmarca en el contexto de la Guerra Fría, donde los dos bloques buscan la hegemonía deportiva y cultural”, señala. Vogel está en una posición inquietante: su familia huye en la Rumanía soviética, pero al llegar a España se encuentra simpatizando con el bando antifranquista, dominado por el Partido Comunista. Por eso sus enfoques no son fácilmente clasificables.

Michael Jackson y Miguel de Molina

No faltan anécdotas de estrellones, como cuando Michael Jackson (con quien tuvo trato personal) le preguntó qué tal cantaba Miguel de Molina. “Me quedé descolocado. Él conocía a Molina como diseñador, ya que hacía trajes con chorreras y borlas que vestían tanto él como Prince. Jackson alucinó con que además fuera buen cantante”, recuerda. En la separata de fotos del libro aparece el autor entregando una capa española al rey del pop, que pensó que tenía que ver con los vampiros, dada la ascendencia rumana de Vogel. Hubo que aclararle que era “typical spanish”. Nada de lo que extrañarse: Vogel define a Miguel de Molina como “El Prince de la copla”.

Más páginas tronchantes: la forma implacable en la que el autor revela el pijerío del pop madrileño. El primer bajo de calidad que tuvieron Los Pekenikes fue un regalo del dictador argentino Juan Domingo Perón. Los Brincos venían de la calle Almagro, una de las más exclusivas de Madrid. Al contrario que en el caso de los Beatles, el yeyé madrileño no tuvo nada de clase obrera. “Todo eso se prolonga hasta La Movida, ya que el punk de la capital llega con adolescentes de clase alta como Kaka Deluxe, primer grupo de Alaska. En Barcelona era más movimiento de barrio”, apunta. Intelectuales antifranquistas como Javier Pradera, claves en articular el discurso del PSOE, también eran “niños bien” de la calle Serrano.

El poder del pop latino

Otra aportación esencial del libro es deshacer la idea de un pop latino enfrentado al pop anglosajón. Hay territorios porosos, por ejemplo la frontera entre Texas y México. “Jorge Negrete desató el primer fenómeno masivo de fans, mucho antes que los Beatles”, señala. También está el Caribe, con islas como Jamaica y Cuba, donde llegaban las emisoras de radio estadounidenses, creando vínculos sonoros. “En ese aspecto, Nueva Orleans es la ciudad musical más importante del siglo XX. Recoge la cultura anglosajona, francesa e hispana. Fats Domino, a quien Elvis considera el rey del rock and roll, no habló inglés hasta los doce años. Se expresaba en patois, el dialecto local. En la mayoría de las bandas de jazz de comienzos del siglo XX hay una guitarra española”, recuerda. Los poros siguen abiertos: Voguel celebra que Justin Bieber haya hecho una versión de 'Despacito', el éxito global de Luis Fonsi. No hay que achantarse ante el poder de la industria musical gringa.

Rodrigo Rato, playboy de la derecha

Queda una anécdota reveladora sobre el carácter de Rodrigo Rato, tan de actualidad estos días. “Traté con él por la cadena de emisoras de su familia. Desde muy joven iba de playboy. A finales de los setenta, tuve que colarle en un concierto de Lou Reed. Su obsesión eran las entradas gratis y poder llegar con su Porsche (pronunciado “porsch”), para el que pedía aparcamiento preferente. Un colega de profesión encontraba incomprensible cómo el tipo aquel podía caer bien a alguien, incluida su familia. Es increíble que, desde hace cuarenta años, nadie hable bien de Rodrigo, cuando mucha gente sí lo hace de Ramón, su hermano mayor. El franquismo sociológico volvió a descararse con el triunfo electoral de Aznar, ya que no solo tenían el poder económico, sino también el voto popular”, lamenta.

Adrián Vogel (Bucarest, 1956) ha escrito un libro necesario. Primero, por el torrente de datos sobre nuestra historia pop reciente, que todavía no contaba con un texto de referencia. Teníamos que conformarnos con aquella irregular enciclopedia por fascículos de El País, publicada en 1986, difícil de encontrar y demasiado centrada en la música, como otros manuales similares.

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