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Francia descubre a Velázquez
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primera muestra sobre el autor en parís

Francia descubre a Velázquez

El Grand Palais de París muestra desde mañana más de un centenar de obras del artista, entre ellas siete procedentes del Museo del Prado

Lo trajo Manet en el siglo XIX, grabado en la retina y en el entusiasmo que despertó en el pintor parisino tras una visita al museo del Prado en Madrid. Lo trajeron Picasso y otros artistas españoles que hicieron Patria enFrancia, pero que jamás olvidaron sus orígenes españoles, a sus maestros. Está presente en todos los geniosposteriores que quedaron sobrecogidos por la profundidad y el afilado estudio psicológico de sus retratos. Pero, por sorprendente que parezca, Diego Velázquez, nunca había venido a Francia.

En la primera gran retrospectiva francesa que se dedica al pintor sevillano, el Grand Palais de París muestra desde este miércolesal público más de un centenar de obras (entre cuadros suyos y trabajos de artistas coetáneos y seguidores del pintor) procedentes de varios rincones del mundo. El Museo del Pradoha prestado siete pinturas, pero también llegan de museos y colecciones privadas de Londres, Viena, Nueva York, Boston, San Petersburgo, Dallas o Berlín. Toda una proeza para un joven comisario de 34 años, Guillaume Kientz, que ha conseguido reunir en París un total de total 51 obras de Velázquez, cuya producción supera el centenar.

Velázquez se conoce poco en Francia porque, durante muchos años, siglos, sólo ha estado en España

El maestro del Siglo de Oro español y pintor de cámara de Felipe IV “se conoce poco en Francia porque, durante muchos años, siglos, sólo ha estado en España”, asegura Kientz a El Confidencial. “Los franceses tienen un gran interés por conocer a Velázquez, pero para despertar ese interés hay que ver los cuadros, hay que conocerlos”, señala el comisario.

Por el momento, al igual que Velázquez tuvo que viajar a Castilla, a Madrid, y posteriormente a Italia para conocer a los maestros, el público francés tiene que ir a Rouen, a Orleans o a Castres, al sur de Francia, para poder contemplar las únicas tres obras (o dos, una sólo se le atribuye) que Francia posee del artista. El Louvre, el mayor museo del mundo, no conserva ninguna de sus pinturas desde que la galería española del rey Luis Felipe, el último rey de Francia, fuera desmantelada en 1853.

La exposición supone una excelente oportunidad para ver, hasta el 13 de julio, reunidas algunas de las obras maestras del sevillano, como la exquisita Venus del espejo, prestada por la National Gallery de Londres, o el poderoso retrato del Papa Inocencio X, venido desde la galería Doria Pamphilj de Roma, que Velázquez pintó en su segunda estancia en Italia y que disgustó al propio pontífice al verse reflejado con gesto severo y contraído. “Troppo vero” (demasiado real), dijo entonces.

Algo parecido sintió el propio Felipe IV al sentarse por última vez ante la mirada analítica del pintor. “El rey reconoció en una carta a una hermana de un convento que no quería someterse al pincel de Velázquez porque le daba miedo”, relata el comisario, que muestra una especial querencia por este último retrato, inacabado, de 1654, y que ha prestado el museo del Prado. Envejecido, cansado y en un momento turbulento de su reinado, Felipe IV sintió “miedo por su edad y también por el declive de España en aquel momento. No quería verse tan real ni tan humano”, interpreta Kientz.

La muestra, que está producida por el Gran Palais-RMN y el Louvre, está estructurada de una forma muy pedagógica, que conduce al visitante por las diferentes etapas en la vida y obra del pintor, desde sus comienzos en Sevilla con su maestro y posteriormente también suegro Francisco Pacheco, su paso por el naturalismo, el caravaggismo, sus viajes a Italia y, por supuesto, su entrada en la corte real.

“Mi idea es que el visitante tiene que participar en la odisea pictórica de Velázquez, tiene que ver cuáles fueron sus curiosidades, su recorrido. Es como un viaje al mundo de Velázquez en el que el pintor nos lleva de la mano”, explica el comisario. Y para ello, para comprender de dónde viene y qué influencia deja, las obras del maestro están expuestas junto a otras de artistas que le sirvieron de inspiración, como por ejemplo, José de Ribera, representado con los magníficos San Judas Tadeo y San Felipe, Alonso Cano o el propio Pacheco.

El siglo XIX en Francia es el siglo de la pintura española, y está muy de moda en ese momento. Hay una gran influencia en los pintores del Romanticismo o del Impresionismo

La profunda impronta que el sevillano dejó en Manet cuando este visitó Madrid en 1865 y pudo descubrir las obras del que calificaría como “pintor de pintores” se vislumbra en obras como Vista de los jardines de Villa Médicis, “una pintura que parece impresionista antes del impresionismo”, confía Kientz.

“El siglo XIX en Francia es el siglo de la pintura española, y está muy de moda en ese momento. Hay una gran influencia en los pintores del Romanticismo o del Impresionismo. No vamos a discutir si Picasso es español o francés, pero está claro que tiene una influencia de Velázquez, y trae a Francia ese conocimiento”, reconoce el comisario, que está a cargo de las colecciones de pintura y escultura española, portuguesa y latinoamericana del Louvre.

“La gran modernidad de Velázquez es su intemporalidad. Ya era moderno para sus contemporáneos, para sus coetáneos. Era moderno para Goya cuando lo descubrió en el siglo XVIII. También resultó muy moderno a Manet, cuando lo vio en Museo del Prado en el siglo XIX. Parece incluso moderno a los artistas actuales porque es un clásico, y la fuerza de los clásicos es la de ser siempre modernos”, sentencia Kientz.

Lo trajo Manet en el siglo XIX, grabado en la retina y en el entusiasmo que despertó en el pintor parisino tras una visita al museo del Prado en Madrid. Lo trajeron Picasso y otros artistas españoles que hicieron Patria enFrancia, pero que jamás olvidaron sus orígenes españoles, a sus maestros. Está presente en todos los geniosposteriores que quedaron sobrecogidos por la profundidad y el afilado estudio psicológico de sus retratos. Pero, por sorprendente que parezca, Diego Velázquez, nunca había venido a Francia.

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