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McCarthy y el vértigo del apocalipsis
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McCarthy y el vértigo del apocalipsis

Empiece a leer el libro Es mejor decirlo cuanto antes: Cormac MCCarthy se ha llevado el último premio Pulitzer merecidamente porque La carretera es un libro fantástico.

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McCarthy y el vértigo del apocalipsis

Empiece a leer el libro

Es mejor decirlo cuanto antes: Cormac MCCarthy se ha llevado el último premio Pulitzer merecidamente porque La carretera es un libro fantástico. De esta forma a su hasta ahora obra maestra, Meridiano de sangre, le ha salido una seria competidora. Aterradora e hipnotizante a partes iguales, es una de esas joyitas para releer de vez en cuando a pesar del enorme dolor que contiene.

¿Pero quién es Cormac McCarthy? Pocos lo saben a ciencia cierta. Mucho se ha cuidado de crear un halo de misterio en torno a su figura, lo que le ha llevado a conceder solo una entrevista en su vida. Pero sus novelas -"todo lo que quieran saber de mí está en ellas"- han ido haciendo de él una leyenda y un autor considerado como uno de los cuatro mejores novelistas de este tiempo junto a Thomas Pynchon, Don DeLillo (de cuya última novela, El hombre del salto, les hablaremos en unos días) y Philip Roth. Además, se le compara con William Faulkner o Herman Melville. Su anterior libro publicado en España, No es país para viejos (de la que hace unos meses hablamos aquí), se llevó a la pantalla por los hermanos Cohen en una película homónima que se estrenará el año que viene, que a buen seguro superará las torpezas cometidas por Billy Bob Thorton con su Todos los caballos bellos.

La ceniza y la sangre tiñen las páginas de La carretera. También una crueldad y un horror vacui casi insoportables. Pero la ternura es el caballo que tira del carro del interés, así como una casi morbosa necesidad de saber dónde llegarán este padre y su hijo andando siempre cerca de la carretera abandonada; recorriendo regiones desérticas por las que ha sucedido una especie de hecatombe a la que solo sobrevivieron ellos y otros cuantos seres humanos difuminados por los paisajes apocalipticos que recorren: "El frío y el silencio. Las cenizas del mundo difunto trajinadas de acá para allá por los crudos y transitorios vientos en el vacío. Llevadas, esparcidas y llevadas de nuevo. Todo desencajado de su apuntalamiento. Sin soporte en el viento cinéreo. Sostenido por una respiración, temblorosa y breve" (pág. 15).

Padre e hijo se aferran a una vida de pesadilla y, convencidos de ser "de los buenos", sobreviven a fuerza de rebuscar en las ruinas de lo que queda. De esta forma se alejan de las prácticas de auténtico salvajismo de las que gradualmente serán testigos cada vez más fiables de un horror sugerido a través de ese suspense jamesiano que omite datos, llenando de vacíos y silencios la narración.

La carretera es una novela depurada y de diálogos afilados -"¿Eres muy valiente?/Regular./ ¿Qué es lo más valiente que has hecho?/ Escupió en la carretera (...). Levantarme esta mañana, dijo" (pág. 199).-, pero no por ello exenta de ese rico e insultantemente genial lenguaje de McCarthy, que a través de su narración en tercera persona llena de interés momentos reiterativos. Instantes que no cansan, sino que fascinan una y otra vez, llenos hasta arriba de un aire atávico y profético surgido de una especie de religión privada creada por el padre para su vástago.

La décima obra de McCarthy crea en el lector sensaciones encontradas: ¿Hacia dónde conduce toda esta amargura, toda esta desolación? No se puede saber si no se recorre con los protagonistas el camino, el paisaje incierto de un país que puede ser Norteamérica -despistan la procedencia de algunos objetos encontrados- y se devora a grandes tragos esta narración de éxtasis, difícil de concluir -quizá por ello no contente a todos su final- e imposible de explicar. Como las grandes obras.