¿Perjudica a Ayuso la polarización extrema entre Podemos y Vox?
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De prevenir contra el Madrid comunista y bolivariano a disparar la alerta antifascista. No hay término medio en esta campaña electoral del 4-M que, pese a librarse en medio de una endiablada crisis sanitaria y social que nos trajo el coronavirus, más bien nos regresa directos a 1936. La carta amenazante con cuatro balas recibida por Pablo Iglesias y la actitud desafiante del partido de Santiago Abascal han disparado la tensión política (todavía más) en una España partida en dos bloques por el momento irreconciliables. Con Vox y Podemos tirando fuerte de los extremos.
Avanzaba imparable Isabel Díaz Ayuso con su bandera de 'libertad' hacia las urnas. Su apuesta decidida por una gestión más abierta de la pandemia frente a la estrategia más conservadora del Gobierno central dominaba el debate público. 'Comunismo o libertad'. Hasta que el viernes llegó el giro de guion. Los hechos son conocidos: debate alterado en la Cadena SER, Rocío Monasterio niega las amenazas de muerte a Iglesias y otros miembros del Gobierno, y el líder del Podemos abandona el plató de radio trazando el nuevo cortafuegos electoral. 'Democracia o fascismo'.
En ese marco se ha zambullido también el PSOE, que junto a Podemos y Más Madrid trata de aprovechar la alta tensión con Vox para movilizar al durmiente electorado de izquierdas. Hasta Ángel Gabilondo, moderado miliciano, se ve arrastrado por la corriente más ideologizada: “La democracia está amenazada”, alertó este fin de semana, en que las trincheras se cavaron un poco más profundas. Del otro lado, Vox echó más leña al caldero: “El llorón del moño, cobarde”, resumió Abascal sobre Iglesias. Podemos, hay que recordarlo, también puso en duda la agresión física a una diputada de Vox en Sestao en la campaña electoral vasca. “Es kétchup”, dijo Echenique.
Y entre tanto, el PP de Ayuso que teme una incipiente resurrección de la izquierda en Madrid. El PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos le exigen que imponga un cordón sanitario contra el "fascismo". Traducido: que renuncie a gobernar con Vox. “Nosotros, a lo nuestro”, reclamó Pablo Casado a los suyos el sábado, aleccionando para no caer en trampas ajenas. “No vamos a estar en estos circos”, tercia la presidenta madrileña, que ve cómo su intención de convertir el 4-M en un duelo personalísimo contra Pedro Sánchez se desdibuja.
¿Le perjudica a Ayuso la extrema polarización entre Podemos y Vox? ¿Le favorece a la izquierda una recta final con más tensión para movilizar a su electorado?
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De prevenir contra el Madrid comunista y bolivariano a disparar la alerta antifascista. No hay término medio en esta campaña electoral del 4-M que, pese a librarse en medio de una endiablada crisis sanitaria y social que nos trajo el coronavirus, más bien nos regresa directos a 1936. La carta amenazante con cuatro balas recibida por Pablo Iglesias y la actitud desafiante del partido de Santiago Abascal han disparado la tensión política (todavía más) en una España partida en dos bloques por el momento irreconciliables. Con Vox y Podemos tirando fuerte de los extremos.
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