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PSOE y Más Madrid dejan el debate tras la marcha de Iglesias por los ataques de Vox
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PSOE y Más Madrid dejan el debate tras la marcha de Iglesias por los ataques de Vox

"Del Gobierno —dijo Monasterio— no nos creemos nada". Tras sus palabras, Iglesias se ha levantado y ha abandonado el estudio. Gabilondo y García lo acompañan y abortan el debate

Foto: Iglesias se marcha del debate de Cadena SER.
Iglesias se marcha del debate de Cadena SER.

Punto de inflexión en la campaña madrileña y en el tratamiento mediático y político de la ultraderecha. El segundo debate electoral —en Cadena SER, sin Ayuso— ha sido, ya a los cinco minutos de empezar, más tenso y menos civilizado que el primero —en Telemadrid, con todos los candidatos—. El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, ha abandonado la radio de Prisa tras la negativa de la representante de Vox, Rocío Monasterio, a condenar el sobre con balas que recibió ayer, similar al enviado a la directora de la Guardia Civil, María Gámez, y al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Previamente, el exministro de Derechos Sociales ya había evitado la foto inicial con el resto de candidatos porque la líder del partido de ultraderecha continuaba poniendo en duda las amenazas de muerte.

"Del Gobierno —ha dicho Monasterio— no nos creemos nada". Tras estas palabras, Iglesias se ha levantado, puesto la mascarilla y, a pesar de las peticiones del resto de candidatos y de la moderadora, Àngels Barceló, ha abandonado el estudio. "Que se vaya, que se vaya, que es lo que están deseando los españoles, les dará una alegría", espetaba Monasterio mientras Iglesias se dirigía rumbo a la puerta del estudio central de Gran Vía 32, a la par que tachaba de "activista" la actitud de la presentadora, que trataba de convencerlo para que volviese a su silla.

Después de la primera pausa publicitaria, el candidato socialista, Ángel Gabilondo, y la de Más Madrid, Mónica García, anunciaban su intención de solidarizarse con Iglesias y seguir sus mismos pasos. Una decisión con la que Barceló dio por concluido el debate. "No podemos permitir que el odio se imponga sobre las personas y la democracia; debemos mandar un mensaje de que esto no se puede consentir", comenzó argumentando Gabilondo, que avisaba que abandonaría la emisora a la par que llamaba a los ciudadanos "a que voten contra el odio".

Mónica García se enfrentaba con Monasterio: "No quiero pasar ni un minuto más con usted ni en un plató ni en ningún sitio y voy a hacer todo lo posible porque su odio no llegue a la Puerta del Sol ni a las pizarras de mis hijos, que su intolerancia no se plasme en ningún sitio de la sociedad". El candidato de Ciudadanos, Edmundo Bal, que se quedaba entonces solo con la dirigente de ultraderecha —puesto que Isabel Díaz Ayuso no quiso acudir a la SER—, apelaba al parlamentarismo y reclamaba, sin éxito ninguno, a los candidatos que permaneciesen en sus asientos: "No se vayan y no hagan el juego a lo que hace Monasterio".

​Crónica de una bronca anunciada

Al inicio de su turno de palabra, Iglesias, el primero en hablar, criticó la "tolerancia e impunidad" ante las amenazas "que mi pareja y yo, mi padre y mi madre han recibido por parte de la ultraderecha". Y remataba su intervención apelando a Barceló, la presentadora del matinal 'Hoy por hoy': "Si vosotros permitís que [Monasterio] continúe sin retractarse, nosotros los vamos a abandonar".

Monasterio, por su parte, no solo no se desdecía —minutos antes, en la radio pública, dudó en los mismos términos de la veracidad de estas amenazas recibidas por Iglesias, Gámez y Marlaska—, sino que se ha ratificado ampliamente en sus palabras: "Yo digo lo mismo: nosotros condenamos todo tipo de violencias; me hubiera gustado que Iglesias condenase la violencia que sufrimos nosotros en Vallecas. Le insto a que vaya a una comisaría. Si usted es tan valiente, levántese y lárguese".

"Que se vaya, que se vaya", decía Monasterio mientras Iglesias se dirigía a la puerta del estudio

Y así ha hecho Iglesias. Con la bronca ya inundando el estudio y con resto de candidatos —Bal, Gabilondo y García— y la periodista pidiendo al líder de Podemos que reculase, este se ha marchado tras el bronco episodio. "Tienes razón, pero no te vayas, Pablo; queremos escucharte", le decía el socialista.

Con el otrora ministro ausente, la tensión seguía impregnando las almohadillas amarillas de los micrófonos de la SER. "Si me está escuchando, le quiero decir a Iglesias que vuelva al estudio. Los madrileños tienen derecho a conocer las propuestas que le tiene que hacer Podemos, como el resto de los partidos", apelaba Edmundo Bal. "¿Tan mal le van las encuestas, señora Monasterio, para tener que hacer este turismo de provocación allá por donde van? A Iglesias le han mandado balas y usted se ríe. Vamos a hacer todo lo posible para que ustedes no estén en ninguna institución", ha repuesto Mónica García (Más Madrid). "Usted quítese esa cara de amargada, porque está usted amargada, y deje a los demás poner la cara que quieran", contestaba la candidata de Vox a García, entre críticas unánimes.

Un sobre con balas

"El Ministerio del Interior ha recibido una carta, dirigida a mí, con amenazas de muerte hacia mí y hacia mi familia. El sobre contenía cuatro balas de Cetme [un tipo de fusil]. No es la primera vez que sucede. Amenazas y más amenazas para que dejemos de hacer política, y que cada vez van un poco más lejos", exponía Iglesias anoche, después de que Interior informase de las misivas a su nombre recibida en su sede.

placeholder La carta con amenazas de muerte a Pablo Iglesias y su familia enviada al Ministerio de Interior.
La carta con amenazas de muerte a Pablo Iglesias y su familia enviada al Ministerio de Interior.

El exvicepresidente del Gobierno y candidato a las elecciones madrileñas continuaba lamentando lo que, a su juicio, era "otra consecuencia más de la normalización y el blanqueamiento del discurso de odio de la ultraderecha". "Esto es consecuencia de la normalización mediática de bulos y mentiras contra nosotros. Y también es la consecuencia de la impunidad. No ha habido ni un solo detenido por el atentado contra nuestra sede en Cartagena con un cóctel molotov", añadía el líder de Podemos.

Y cuestionaba también: "¿Cómo no van a sentir una impunidad absoluta como para enviarnos amenazas de muerte con balas de un fusil de asalto después de que el exlegionario que disparó con fuego real contra fotos de miembros del Gobierno, mientras reía frente a la cámara, se ha ido de rositas y de que no ha habido ninguna consecuencia para los militares retirados que hablaban de fusilar a 26 millones de españoles por rojos?". Iglesias avanzaba ayer que denunciaría la misiva contra él en los juzgados —lo hará esta misma mañana— y remataba: "La amenaza a la democracia la tenemos que rechazar entre todos y todas, porque esto no va de personas ni de partidos, va de defender la libertad y la democracia". A la salida del debate, ya en la calle, Iglesias se preguntaba: "Hoy son balas de Cetme; ¿mañana qué va a ser?".

A primera hora de la tarde, la cuenta de Twitter de Vox anunciaba que la formación denunciaría "estas supuestas amenazas", personándose como acusación popular. "Queremos que la investigación policial y judicial determine quién o quiénes son los autores de estas cartas", añadían, manteniendo así su tesis de que se podría tratar de un montaje del Ejecutivo.

Punto de inflexión en la campaña madrileña y en el tratamiento mediático y político de la ultraderecha. El segundo debate electoral —en Cadena SER, sin Ayuso— ha sido, ya a los cinco minutos de empezar, más tenso y menos civilizado que el primero —en Telemadrid, con todos los candidatos—. El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, ha abandonado la radio de Prisa tras la negativa de la representante de Vox, Rocío Monasterio, a condenar el sobre con balas que recibió ayer, similar al enviado a la directora de la Guardia Civil, María Gámez, y al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Previamente, el exministro de Derechos Sociales ya había evitado la foto inicial con el resto de candidatos porque la líder del partido de ultraderecha continuaba poniendo en duda las amenazas de muerte.

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