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El hilo de la semana | Pedro, ¿de verdad tenemos un plan de recuperación?
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El hilo de la semana | Pedro, ¿de verdad tenemos un plan de recuperación?

La hoja de ruta para invertir los 140.000 millones de euros que llegarán de Bruselas que ha presentado el Gobierno está llena de socavones, fallas y obstáculos

Foto: Imagen: Rocío Márquez.
Imagen: Rocío Márquez.

No es fácil llevar la cuenta de las veces que Pedro Sánchez ha presentado ante los medios, el Congreso y todo aquel que quiera escucharle su plan de recuperación. El baile de banderas, dosieres y comparecencias parece casi infinito, con la pompa a la que Moncloa nos ha acostumbrado en estos asuntos.

El problema es que, una vez que baja el telón, descubrimos que detrás del escenario no hay nada. Las 211 páginas que componen el documento, más otras 107 de anexos y aclaraciones, son poco menos que un 'collage' de otros documentos que han publicado diferentes ministerios a lo largo de los meses. De hecho, hay partes que están literalmente copiadas y pegadas del Plan Nacional de Reformas o del Plan España Puede.

Eso, claro, despierta la legítima pregunta de si tenemos un plan de recuperación. Lo de Frankenstein no era solo para el Gobierno, sino también para ese documento que tiene que hacer que en Bruselas firmen un cheque de 140.000 millones a nombre de España. Y allí no se dejan impresionar por las luces, las cámaras y las buenas palabras del presidente del Gobierno.

Esos agujeros que tiene el gran proyecto de Sánchez son un gran problema, pero la situación es todavía más grave si tenemos en cuenta que seguimos anclados en discusiones del pasado cuando el presente exige movimientos certeros. Como explica Esteban Hernández, las discusiones sobre austeridad, reformas o equilibrios fiscales demuestran una nefasta comprensión del momento actual: eso son instrumentos que se emplean para un fin, pero lo que hay que tener claro es cuál es el fin.

Foto: Pedro Sánchez, Merkel y el primer ministro griego, Mitsotakis. (EFE) Opinión

Tal y como explica en su columna, la dicotomía no es ahora meter o no dinero en la economía, algo que se lleva haciendo a espuertas desde 2008, sino para qué meterlo. La idea es que ahora el capital se destine a producir empleo, actividad y bienestar. Un plan que se limite a colocar puntos de recarga del coche eléctrico, rehabilitar edificios o poner fibra óptica en zonas rurales será una ayuda, pero no una solución.

El contexto exige ahora producir y no volver a hacer autopistas. De que tengamos un país productor, no uno que esté bien acondicionado para lo que otros producen. España se enfrenta ahora a este desafío que no es, ni mucho menos, pequeño.

Las exigencias de Bruselas, donde no se acaba de comprar el plan plagado de agujeros que ha presentado Sánchez, no van a ser pequeñas. Europa va a hacer un seguimiento pormenorizado del destino y ejecución de los fondos, si bien todavía no está claro cuál será su capacidad de presión para obligar a los gobiernos a cumplir.

Foto: Banderas de la Unión Europea. (EFE)

La Comisión Europea, tal y como explica en su análisis Carlos Sánchez, recela del trecho que suele haber entre lo que se dice y lo que se hace. O lo que es lo mismo, entre lo que se publica en los documentos oficiales y lo que posteriormente se ejecuta. Y ese es el gran problema del plan de recuperación que el Ejecutivo quiere sacar adelante con una exigua mayoría parlamentaria. No es un asunto menor cuando hablamos de cuestiones como la reforma laboral o la de las pensiones.

Pese a todos los problemas que tiene, lo cierto es que Sánchez sigue vendiendo su plan de recuperación como lo "más ambicioso y trascendental de la historia". Insiste el presidente en la enorme dimensión de la inversión pública que se va a afrontar, dando importancia a lo mucho que va a solucionarnos el futuro, pero evitando concretar cómo resolverá los problemas que se nos acumulan en el presente.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters) Opinión

Así lo explica Marta García Aller en su columna, en la que apunta que no sabemos cómo serán esas reformas clave en las que Sánchez no ha sido capaz de ponerse de acuerdo ni con su propio socio de gobierno. Su empeño por subrayar solo las buenas noticias requiere de un esfuerzo cada vez mayor, pues hay que hacer que la realidad no interfiera en sus inspiradores planes de futuro.

Esa estrategia por la que se ha decantado Sánchez ha estado muy influenciada, claro, por su gabinete, con Iván Redondo al mando de las operaciones. Ese espacio, como relata Ángel Alonso, es una suerte de centro de alto rendimiento con el objetivo de colocar España en la cumbre mundial del prestigio.

Foto: El secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver (i), y el jefe del Gabinete de la Presidencia, Iván Redondo. (EFE) Opinión

Escritores, analistas de datos, expertos demoscópicos, economistas, juristas, periodistas... Un sinfín de cargos y asesores escrutan a diario todo lo que ocurre y puede ocurrir. Su labor en el plan de recuperación ha consistido en crear un compendio de lenguaje farragoso, medidas abstractas, objetivos rimbombantes, fichas densas y numerosas inconcreciones. Más de 200 folios que no han recibido ni sus aliados políticos ni las autoridades continentales. Sánchez gusta de trabajar con los mejores, pero planes así provocan la siguiente pregunta: ¿lo están haciendo bien?

No es fácil llevar la cuenta de las veces que Pedro Sánchez ha presentado ante los medios, el Congreso y todo aquel que quiera escucharle su plan de recuperación. El baile de banderas, dosieres y comparecencias parece casi infinito, con la pompa a la que Moncloa nos ha acostumbrado en estos asuntos.

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