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Cómo Joe Biden encontró su verdadero lugar en la historia
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Cómo Joe Biden encontró su verdadero lugar en la historia

En 2020 ya era un político veterano, marcado por tantos años y batallas que sus oponentes, e incluso algunos de sus admiradores, cuestionaron la prudencia de que se presentara a una elección más

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Joe Biden ha llegado a la presidencia de Estados Unidos tras una carrera de 50 años en la que se mostró como un político dedicado, con gran curiosidad por la gente y ademanes de persona común, pero también con cierta tendencia a meter la pata; todo el mundo parecía estar de acuerdo en que cualquier aspiración más allá del Congreso le iría grande. Fracasó en su primer intento de llegar a la presidencia del Gobierno, en 1988, tras la cual tuvo un aneurisma que casi acaba con él. La llegada a la vicepresidencia con Barack Obama fue vista por muchos como un milagro. Y más lo ha sido, en muchos sentidos, su victoria el pasado mes de noviembre.

Este artículo es la introducción de 'Joe Biden. Una nueva era', una brillante y breve biografía de Evan Osnos, periodista de 'The New Yorker', que acaba de publicar la editorial Península en español. Un libro muy bien escrito y muy recomendable.

Una nueva era

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Un hombre de cuarenta y cinco años —blanco, padre de tres hijos— despertó en el suelo de la habitación de su hotel. Llevaba cinco horas inconsciente. Apenas si podía mover las piernas. No sabía cómo había llegado hasta ahí. Solo recordaba un fogonazo de dolor; había dado un discurso en Rochester, Nueva York, y había vuelto a su habitación, donde de pronto sintió como si un machete le partiera el cráneo. Llevaba meses ignorando un inusual dolor de cabeza y cuello, sepultándolo en Tylenol y achacándoselo al absurdo rigor de conjugar una campaña presidencial con la presidencia del Comité Judicial del Senado de Estados Unidos. La campaña había terminado de forma vergonzosa —reconoció para sus adentros que como consecuencia de su propia arrogancia—, pero los dolores de cabeza no remitían.

Logró subirse a la cama. Desde allí, su asistente lo puso en un avión con destino a Delaware, donde los médicos le encontraron un aneurisma cerebral; es decir, la dilatación de una de las arterias que irrigan el cerebro. Sus posibilidades de supervivencia eran tan pocas que, incluso antes de que llegara su mujer, llamaron a un sacerdote para que le diera la extremaunción. En unas horas, y en medio de una tormenta de nieve, lo trasladaron a Washington D.C., donde el cirujano le advirtió que la operación podría provocarle la pérdida de la capacidad del habla. “Ojalá eso me hubiera ocurrido el verano pasado”, respondió el hombre.

Estuvo tres meses, entre cirugías y complicaciones adicionales, postrado en una cama de hospital. En un irónico giro del destino, parecía que el fracaso de la campaña presidencial le había salvado la vida. Si hubiera seguido viajando y recorriendo New Hampshire de un lado a otro, e ignorando los síntomas, quizá ya no estaría allí. En el punto más álgido de aquel calvario, uno de los doctores le dijo que era “un hombre afortunado”. Transcurrieron siete meses antes de que pudiera ponerse en pie y volver al trabajo. En su primer encuentro público dijo que había recibido “una segunda oportunidad en la vida”.

La vida de Joe Biden ha sido un viaje de giros improbables, algunos de una suerte espectacular y otros de una crueldad inconcebible

Han pasado más tres décadas desde que Joe Biden estuviera a punto de morir tirado en el suelo, y ese episodio suele perderse entre los hitos oficiales de su biografía política. Sin embargo, ese instante refleja el patrón que ha definido su vida entera: un viaje de giros improbables, algunos de una suerte espectacular y otros de una crueldad inconcebible. La ambición de Biden por ascender a los peldaños más elevados del poder en Estados Unidos ha impulsado su carrera durante más de cinco décadas. Poco después de cumplir veinte años, la madre de su entonces novia (la que después sería su primera mujer, Neilia Hunter) le preguntó cuáles eran sus aspiraciones profesionales. «Ser presidente —contestó Biden, y luego añadió— de Estados Unidos.»

Su carrera política le permitió presenciar momentos cruciales en la historia moderna del país, incluyendo algunos de los conflictos determinantes en torno a la raza, el género, el crimen, la salud pública, el capitalismo y la guerra. Cometió errores, ofreció explicaciones y pagó un precio por todo ello. Una y otra vez desafió las predicciones de que su carrera se había acabado, y llegó el día en que, para su propio asombro, terminó acompañando a Barack Obama en su histórica campaña hacia la Casa Blanca. En el discurso que dio durante la Convención Nacional Demócrata de 2008, declaró: “El fracaso es inevitable en algún momento de la vida, pero darse por vencido es imperdonable”.

Foto: Barack Obama y Joe Biden.
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En la vicepresidencia —el trabajo más menospreciado de todo Washington—, Biden con frecuencia proyectaba la imagen de ser alguien que no daba crédito a su buena suerte. Una vida llena de tribulaciones lo había hecho desprenderse de toda solemnidad. En una ocasión, durante una reunión privada, un ministro británico le preguntó cómo indicaba el protocolo que debían dirigirse el uno al otro. Biden miró a ambos lados con un gesto teatral y contestó: “Parece que estamos solos. ¿Por qué no me llama señor presidente y yo lo llamo señor primer ministro?”.

En 2020 ya era un político veterano, marcado por tantos años y batallas que sus oponentes, e incluso algunos de sus admiradores, cuestionaron la prudencia de que se presentara a una elección más. Pero él desafió una vez más las expectativas y se erigió como el candidato del Partido Demócrata en una contienda presidencial de implicaciones tan críticas para el futuro de Estados Unidos que hacía que todos esos viejos clichés sobre “la elección más importante de nuestras vidas” parecieran un chiste. Estaba en un mano a mano frente a Donald Trump, en la pelea por un puesto que perdía cada vez más su estatus de “líder del mundo libre”.

En el instante en que su país se mostraba en toda su vulnerabilidad, Biden había encontrado su verdadero lugar en la historia

Las circunstancias de una vida plena y un país en peligro conspiraron para llevar a Joe Biden al ojo del huracán del despertar estadounidense, lo que generó una inmensa curiosidad, tanto en Estados Unidos como en el extranjero, por entender qué lo había llevado hasta allí, qué pensaba, qué aportaba y también cuáles eran sus carencias. En el instante mismo en que su país se mostraba, brazos y piernas en cruz, en toda su vulnerabilidad frente a los ojos del mundo, Biden había encontrado su verdadero lugar en la historia.

Joe Biden ha llegado a la presidencia de Estados Unidos tras una carrera de 50 años en la que se mostró como un político dedicado, con gran curiosidad por la gente y ademanes de persona común, pero también con cierta tendencia a meter la pata; todo el mundo parecía estar de acuerdo en que cualquier aspiración más allá del Congreso le iría grande. Fracasó en su primer intento de llegar a la presidencia del Gobierno, en 1988, tras la cual tuvo un aneurisma que casi acaba con él. La llegada a la vicepresidencia con Barack Obama fue vista por muchos como un milagro. Y más lo ha sido, en muchos sentidos, su victoria el pasado mes de noviembre.

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