¿Quieres vivir más años? Ni ejercicio, ni adelgazar, ni dejar de fumar: mejor vive una crisis económica
Un estudio dirigido por una experta economista del MIT asegura que, a menor actividad económica, menos contaminación en nuestras ciudades y más beneficios para la salud. ¿Es cierto?
A la hora de entender el secreto de la longevidad, suelen aparecer dos explicaciones: las personas que consiguen llegar a una edad elevada lo hacen por todas las adversidades a las que se han tenido que enfrentar (véase una guerra o una hambruna, algo que, de hecho, muchos de la generación previa a los boomers tuvieron que hacer frente) o al revés, es decir, aquellos que más años registran en su contador es porque han vivido una vida de asceta en la que los malos hábitos nunca han tenido lugar.
Bien, la respuesta, según un estudio muy curioso recientemente publicado, se acerca más a la primera explicación: de 2007 a 2009, el año en le que se desató la crisis financiera que llevó al mundo occidental a una recesión sin precedentes, las tasas de mortalidad ajustadas según la edad cayeron en Estados Unidos un 0,5% por cada aumento de un 1% en la tasa de desempleo de una zona geográfica determinada. Es decir, cuanto más aumentaba el paro, más vivía la gente, especialmente los adultos mayores de 64 años y aquellos que no tenían una educación superior, como resume un artículo de Business Insider que se ha hecho eco del estudio.
Podría parecer uno de esos papers rebuscados que plantean hipótesis locas. El artículo, titulado Lives vs. Livelihoods, fue realizado por cuatro expertos en economía del país norteamericano, con Amy Finkelstein al frente, quien pertenece al prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts y está especializada en temas económicos y de salud. Según sus cálculos, la recesión económica fue la responsable de que el 4% de todas las personas mayores de 55 años consiguieran un año extra de vida. "Estas reducciones de la mortalidad aparecieron de inmediato y persistirán durante al menos diez años", vaticinó el equipo encargado del estudio.
Los argumentos
Estas son las conclusiones, pero lo interesante son las razones que adujeron los investigadores para explicar este curioso aumento de la esperanza de vida. Podríamos pensar que un mayor nivel de desempleo conduce a un aumento notable del tiempo libre, lo que quiere decir que los trabajadores despedidos podían tener más horas al día disponibles para hacer deporte o dedicarse a sus hobbies personales; aunque, a decir verdad, muchos de ellos pudieran optar por formas menos sanas de matar el tiempo libre, sobre todo por el disgusto de haber perdido el trabajo.
El dilema que establecieron los autores fue el siguiente: "¿Preferirías una riqueza que te mata o una pobreza que te mantiene con vida?"
Pues no, este aumento de la esperanza de vida no se debió a que los desempleados pudieron dedicar más tiempo a mejorar sus hábitos de vida, sino a una mejora de los niveles de contaminación. El equipo vio una relación entre los estados y zonas geográficas que registraron mayores niveles de desempleo con un marcado descenso de los niveles de partículas contaminantes en el aire. La explicación es que por aquella época el número de gente que cogía el coche para ir a trabajar descendió con creces, sobre todo teniendo en cuenta que Estados Unidos es un país con una gran cultura automovilística. Además, las fábricas y oficinas disminuyeron su actividad, y el consumo personal de energía y gas de los hogares cayó para ahorrar.
Los investigadores, además, pusieron en una balanza dos variables atendiendo a estos resultados: por un lado, dieron por hecho que en las épocas de bonanza económica la actividad industrial y empresarial es mayor, y por ello hay más contaminación, mientras que en épocas de crisis y dificultades, las personas tendían a ahorrar más y a la par a conducir menos. Así, el dilema que situaron fue el siguiente: "¿Preferirías una riqueza que te mata o una pobreza que te mantiene con vida?"
Evidentemente, aquellos que están en puestos más altos de la pirámide social tienen muchísimas más probabilidades de vivir más años, sobre todo en un país como Estados Unidos en el que la atención sanitaria es un lujo. Por mucho que contamines, si tienes un buen nivel adquisitivo puedes pagarte un cirujano o un coach. Por otro lado, aquellos que están en una posición económica delicada o comprometida tienen más puntos para vivir en zonas mucho más contaminadas o caer en espirales de destrucción como vienen a ser las drogas; estamos más que acostumbrados a ver vídeos de barrios que parecen habitados por zombies en vez de por seres humanos.
Los autores, sin embargo, establecen el debate sobre si en verdad deberíamos apostar por el decrecimiento económico, como postulan ciertas voces situadas a la izquierda del espacio político. A decir verdad, la crisis climática y el calentamiento global son hoy en día dos de las grandes amenazas para el mantenimiento del sistema, sobre todo debido a su influencia en sectores tan relevantes como la agricultura o la ganadería, por lo que la idea de reducir la producción, más que una cuestión estratégica es una necesidad de supervivencia. Así lo refrendan autores como Kohei Saito, al que califican como "el Marx del siglo XXI". Pero no nos engañemos: en ningún caso ser pobre puede ser una garantía de una mayor esperanza de vida; quizá sí una mejor distribución de la riqueza, pero ese ya es otro tema.
A la hora de entender el secreto de la longevidad, suelen aparecer dos explicaciones: las personas que consiguen llegar a una edad elevada lo hacen por todas las adversidades a las que se han tenido que enfrentar (véase una guerra o una hambruna, algo que, de hecho, muchos de la generación previa a los boomers tuvieron que hacer frente) o al revés, es decir, aquellos que más años registran en su contador es porque han vivido una vida de asceta en la que los malos hábitos nunca han tenido lugar.