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El año del decrecimiento: cómo se ha puesto de moda una idea de hace medio siglo
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¿Hemos llegado al límite?

El año del decrecimiento: cómo se ha puesto de moda una idea de hace medio siglo

La Unión Europea ha empezado a financiar la primera gran investigación sobre cómo implantar este concepto en el sistema y hasta el foro de Davos habla de ello. Cada vez más expertos ven en medidas de este tipo la única solución real

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El pasado mes de diciembre, la revista científica Nature publicaba un artículo firmado por el antropólogo Jason Hickel con un titular tajante: El decrecimiento puede funcionar. Hace poco tiempo, una frase así se habría tachado de pensamiento desfasado e irreal, pero en los últimos años todo lo que rodea a las teorías decrecentistas está viviendo un nuevo auge y también han crecido sus críticos. Tanto que no solo la revista Nature le ha hecho un hueco a sus defensores, sino que instituciones como la Unión Europea o incluso el foro de Davos han comenzado a tratar abiertamente sus postulados y tomarlos en serio. ¿La razón tras este nuevo interés? Hemos preguntado a varios expertos en la materia para intentar entenderlo, y todo apunta a que nos vamos a tener que acostumbrar a este concepto.

Más allá del artículo de Nature, en los últimos meses el decrecimiento ha empezado a ocupar muchos más espacios. Las librerías se han empezado a llenar de títulos sobre la materia y la idea de que un país pueda estar bien, y hasta mejorar, sin crecimiento económico, ha vuelto a discutirse en periódicos y revistas de medio mundo. La situación climática ha hecho que se recupere con fuerza una teoría que ahora goza de su mejor momento desde que apareció hace más de 50 años. Quizás el caso más llamativo es el de la UE, pues la institución ha decidido financiar con más de 10 millones de euros un proyecto científico sobre esta teoría y cómo poder implementarla, y ha organizado unas jornadas para mediados de este año para discutir sobre esta temática. Eso sí, en este evento no se habla de decrecimiento, sino del mundo del poscrecimiento.

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"Aún hay miedo al término porque se piensa que la gente puede rechazarlo. Estamos demasiado acostumbrados a que solo el crecimiento es positivo de por sí", comenta Fernando Valladares, profesor de investigación del CSIC, divulgador y uno de los grandes defensores de estos postulados en España. "El decrecimiento se entiende como una teoría que aboga por aceptar que los recursos que tenemos son limitados y que el crecimiento de por sí y sin control tiene un fin y hay que anticiparse a ello para intentar controlarlo. Pero hay que pensar que esta idea del decrecimiento tiene su origen hace más de 50 años, en un momento en el que nadie pensaba mucho en los límites del sistema. Eran los últimos momentos de la Unión Soviética y todo lo que sonara a planificación era rechazado. El porqué de que se recupere ahora es que estamos viendo cómo estamos llegando a ese límite y hay que hacer algo", explica.

La pandemia, la guerra y, sobre todo, el debate sobre cómo luchar contra la crisis climática han puesto de moda una teoría abstracta, incluso para los expertos en la misma, pero que, aseguran, está presente en muchos de los grandes debates que tenemos estos días. Desde la discusión sobre qué hacemos con las renovables y los macroparques a la fast fashion o el uso de los aviones, todos estos debates están muy relacionados con los postulados decrecentistas. Autores que defienden estas posturas, como Hickel o Tim Jackson acaban de publicar libros al respecto (el título que firma el primero, Menos es más, es una de las grandes apuestas de la editorial española Capitán Swing para este año), y el término también aparece ya en los postulados de los que están en contra. "El decrecimiento no se acordaría democráticamente. Solo una tiranía podría hacerlo", escribía el economista Martin Wolf el pasado enero en una columna en Financial Times.

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Foto: EFE.

Entre la mayoría de economistas, sin embargo, la postura sigue siendo clara, el decrecimiento es algo negativo y no se puede pensar en una situación favorable sin crecimiento económico, pero sí hay muchas voces que hablan de una forma de crecer "responsable". A nivel internacional es la postura defendida por expertos como Paul Krugman, y aquí en España uno de ellos es Rafael Pampillón, catedrático de Economía de la Universidad CEU San Pablo. "El crecimiento económico es un básico para mejorar el bienestar general, y sigue siéndolo, por lo que apostar por el decrecimiento sería algo muy peligroso y que no tendría mucho sentido si queremos mejorar nuestra situación y la de la población global. Lo que sí es cierto es que en los últimos años se ha empezado a ver que además de crecer hay que hacerlo de forma responsable por la situación planetaria y social. Y hemos visto que no podemos medir el bienestar simplemente mirando el PIB", comenta.

Para Andreu Escrivá, ambientólogo, divulgador y que también acaba de publicar un libro relacionado con todo esto (Contra la sostenibilidad, Arpa), el boom del decrecimiento es algo lógico que nace de una sociedad que ve una situación límite, pero deja claro que no se puede tomar como un mantra. "No se puede decir que el decrecimiento va a solucionarlo todo, así, sin más. Hay que pensar bien en qué puntos puede ayudar a que mejoremos y cómo hacerlo para que sea justo y que ayude a que todo el mundo lo acepte y lo vea de forma positiva. Obviamente, hay ciertos peligros, como que ahonde en la desigualdad o la injusticia social. Por ejemplo, que se quiera gravar más los viajes en avión y se encarezcan precios, pero que se sigan permitiendo los jets privados. Claro que desde el punto de vista medioambiental los jets pueden no ser lo más relevante, sin embargo, no debe quedar la sensación de que al final uno deja de irse de vacaciones mientras cualquier famoso puede moverse por el mundo sin problema".

Tiempo, aviones o moda

El asunto de los aviones es uno de los que mejor muestran cómo las ideas decrecentistas empiezan a calar en la sociedad. Desde hace años se habla abiertamente del derroche en vuelos cortos, del cambio de los aviones por trenes para muchos trayectos o de poner más aranceles a las aerolíneas. Incluso situaciones como los vuelos de los clubes de fútbol para hacer recorridos que se podrían hacer perfectamente en tren han generado un gran debate. "No se trata de prohibir volar a la población o poner precios prohibitivos para la mayoría, nadie quiere eso, lo que creo que la gente acepta es acabar con los abusos. No se puede permitir que el medio de transporte más contaminante tenga una situación privilegiada o que quien lo use continuamente no pague más por su huella ambiental", comenta Escrivá.

Desde el punto de vista del biólogo y activista Héctor Tejero, la clave para que ahora todo esto se vea de otra forma está en que ahora se han ido introduciendo pequeños cambios en el debate público que tienen su origen en el decrecimiento y son aceptados por toda la población. Se ven como cambios positivos incluso sin saber que tienen que ver con esto. "Los debates sobre el uso del tiempo, la jornada de cuatro días, el teletrabajo... Todo eso son temas que a la gente le llegan y que tienen una raíz que se basa en la idea de que no podemos seguir produciendo y consumiendo solo para crecer sin más como si esto nunca se fuese a acabar", añade. Hasta la moda ha abrazado este término como algo positivo contra la fast fashion.

Su partido actual, Más Madrid, es uno de los que más ha intentado dar la vuelta a esa imagen pesimista del decrecimiento en España. Puso sobre la mesa debates como la jornada laboral de cuatro días y el experto menciona un término utilizado en América Latina para que decrecer no se vea como algo negativo: el "buen vivir". "Cada vez más gente se está dando cuenta de que no tiene tiempo para nada. Todos nos hemos visto en la situación de no llegar a todo, de vivir en una carrera continua en la que nos vemos abocados a consumir y subcontratar la mayor parte de nuestra vida aunque no queramos", comenta Tejero. "Además, según varios estudios, medidas como la jornada de cuatro días mejora la productividad", añade.

Sin embargo, el terreno donde la lucha sobre el decrecimiento está más presente es en el medio ambiente. Aceptado el cambio energético, en los últimos años, se ha disparado el interés por las energías renovables, frente a los problemas que ofrecen soluciones como el petróleo, pero ya han empezado a aparecer ciertos problemas. Se habla de su impacto en el territorio con los llamados macroparques, generando bastante rechazo entre la población local. Aquí aparecen dos posturas enfrentadas.

Los que piensan que la situación climática se puede corregir con tecnologización y los que apuestan por una reducción del consumo. "Obviamente la transición energética es necesaria, pero no se puede pensar en esta como una opción sin límites, es mentira que podamos seguir consumiendo y gastando sin freno simplemente cambiando el petróleo por los aerogeneradores o inventando nuevos artilugios. Ya se ha demostrado. De no pensar más allá las desigualdades seguirán ahí y los problemas volverán", comenta Escrivá.

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Foto: EFE.

Entre los contrarios señalan que ya muchas grandes economías, por ejemplo España, han conseguido reducir sus emisiones mientras crecen económicamente. Una situación que mostraría una salida que cumpla con ambos preceptos, ayudar al planeta pero no perder la senda económica. Ante eso, los decrecentistas son claros: todo tiene un límite. "Ya se está viendo lo que pasa con los macroparques, el impacto ambiental afecta y no tenemos un espacio infinito, a no ser que queramos profundizar en la desigualdad. La transición es buena, pero hay que pelear para que sea justa y responsable", añade Tejero.

¿Cómo se mide el mundo?

Más allá de sectores concretos, Valladares cree que el punto de inflexión está en cómo queremos medir el mundo y el progreso. En su opinión y en la de otros muchos decrecentistas, medir el mundo basándose en el producto interior bruto es algo desfasado y corre el peligro de no representar lo que realmente ocurre en el territorio. "Medir nuestra sociedad en si producimos más o menos es algo que lleva años sin tener sentido, no representa realmente la situación de la sociedad ni cómo se sienten las personas. Durante décadas se pensó que no había mejor medidor, que un país que crecía era un país que iba bien, pero ya se ha visto que no, que hay muchos detalles que se escapan ante esa medida", explica.

Valladares no está solo en esta idea, es algo que incluso la ONU, con su secretario general a la cabeza, llevan años debatiendo. ¿Por qué? Porque aunque muchas economías están en la senda del crecimiento otros indicadores, sobre todo ambientales, no paran de dar la voz de alarma. Desde la ONU llevan desde 2021 manejando la idea de que es hora de dejar de usar el PIB como la principal medida de prosperidad del mundo, y complementarlo con un panel de indicadores, posiblemente vinculados a los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible). Si esto sucede, sería el mayor cambio en la forma en que se miden las economías desde 1953.

Pampillón menciona un medidor que está ganando fuerza en los últimos años, el IDH (Indice de Desarrollo Humano). Este medidor tiene en cuenta el PIB, pero lo complementa con la esperanza de vida, la educación y el ingreso per cápita. "Son indicadores que ayudan a dar una mejor visión global de la situación. Antes con el crecimiento bastaba porque había recursos y posibilidades que parecían infinitas para la mejora social, pero ahora no es así", añade.

Los contrarios a estas teorías hablan de que abocan a la sociedad a un empobrecimiento que además será poco efectivo. Aunque los países más ricos, que es en los que se centran sus defensores, dejen de producir, el problema climático seguirá creciendo porque las más contaminantes no son precisamente las naciones señaladas. Ante el debate abierto lo que está claro es que una teoría denostada durante décadas ha vuelto a debatirse como algo a tener en cuenta. "El decrecimiento va a tener que llegar, porque los límites están ahí y todos los estamos viendo, lo que debemos decidir es si queremos controlarlo y hacer algo o preferimos que llegue sin más", termina Valladares.

El pasado mes de diciembre, la revista científica Nature publicaba un artículo firmado por el antropólogo Jason Hickel con un titular tajante: El decrecimiento puede funcionar. Hace poco tiempo, una frase así se habría tachado de pensamiento desfasado e irreal, pero en los últimos años todo lo que rodea a las teorías decrecentistas está viviendo un nuevo auge y también han crecido sus críticos. Tanto que no solo la revista Nature le ha hecho un hueco a sus defensores, sino que instituciones como la Unión Europea o incluso el foro de Davos han comenzado a tratar abiertamente sus postulados y tomarlos en serio. ¿La razón tras este nuevo interés? Hemos preguntado a varios expertos en la materia para intentar entenderlo, y todo apunta a que nos vamos a tener que acostumbrar a este concepto.

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