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¿Por qué parece que nos movemos lentamente cuando vamos dentro de un avión?
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La altura engaña

¿Por qué parece que nos movemos lentamente cuando vamos dentro de un avión?

Mirar por la ventanilla durante un vuelo en avión se parece bastante a introducirnos en un sueño en el que estamos suspendidos en la troposfera. Y, mientras tanto, estamos recorriendo unos 14 kilómetros cada minuto

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Volar es hoy en día un asunto cotidiano para mucha gente. Bien sea por trabajo, por el placer de viajar o porque viajar supone ver a la familia y amigos, volver a casa y descansar, en ese trayecto pasajeros y tripulaciones conforman un ecosistema en sí mismo: hay miles y miles de aviones sobrevolando el cielo, cruzándose entre sí, atravesando territorios, países, continentes, mares y océanos… Sin embargo, si te has subido a uno alguna vez, la sensación que deja saberse recorriendo distancias tan bastas desconcierta.

Mientras volamos, o mejor dicho, mientras vamos en el interior de uno de estos aparatos que han cumplido el sueño de la humanidad: volar, tendemos a obviar que lo hacemos a una velocidad que sería imposible para nuestros cuerpos. Total, ni se nota... A efectos, las horas que tarda un vuelo pueden parecernos interminables, pero ¿qué son 5, 8, 12, 15 horas de vuelo si se trata de despertar en un punto del planeta y dormir en otro bien lejano?

Foto: Imagen del interior de una cabina de primera clase con el servicio de comida a bordo (chef y azafata incluidos). (Wikimedia)

Sucede que, sentados en nuestro asiento, ya sea de clase turista, premium o primera clase, no conseguimos ser conscientes del ritmo que alcanza la nave a través de las nubes. De hecho, una vez que ha despegado y tomado altura, mirar por la ventanilla se parece bastante a un sueño en el que estamos suspendidos en la troposfera. Y, mientras tanto, recorremos unos 14 kilómetros cada minuto. ¿Cómo puede ser?

Cuando perdemos la sombra

La respuesta más gráfica sería que es así porque no ves la sombra del avión. Esta, como sucede cuando viajamos en coche, por ejemplo, nos permite tener conciencia visual de la velocidad, es decir, tomar perspectiva. Pero en el aire esta se desvanece. No obstante, como explican desde Mental Floss, las nubes también pueden ayudar.

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Al fin y al cabo, el truco no es otro que poder ver cómo se mueven las cosas fuera. Pero claro, hay que tener en cuenta que las nubes también se están moviendo, como señala Sara Nelson, educadora aeroespacial y directora del Consorcio de Subvenciones Espaciales de la NASA en Iowa, en un artículo para The Conversation. Eso sí, lo hacen a un ritmo mucho más lento.

Tener puntos de referencias es la única forma en que los seres humanos establecemos nociones en estos casos. Así, lo mismo podríamos decir si la situación que se da desde el suelo. Seguro que también has notado más de una vez que los aviones que ves sobrevolándote van muy, muy lentos allá arriba, aunque sabes que nada que ver.

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Si no hay nubes a la vista, o incluso si las hay, todavía puede darte la sensación de que la nave se desplaza despacio. Esto se debe simplemente a que el avión está muy lejos de ti. Como explica Nelson, "tarda más tiempo en moverse a través de tu campo de visión en comparación a un objeto que esté cerca de ti".

Aunque también hay otra respuesta para todo esto, y es que te mueves tan rápido como el avión, lo que significa que no puedes seguir su progreso observando al avión en sí. Lo mismo pasa en cualquier otro tipo de vehículos, con la diferencia, claro, de que en cualquiera tienes puntos de referencia más evidentes. Ves a otros coches, los árboles, las orillas terrestres. Lejos del suelo, se complica.

Volar es hoy en día un asunto cotidiano para mucha gente. Bien sea por trabajo, por el placer de viajar o porque viajar supone ver a la familia y amigos, volver a casa y descansar, en ese trayecto pasajeros y tripulaciones conforman un ecosistema en sí mismo: hay miles y miles de aviones sobrevolando el cielo, cruzándose entre sí, atravesando territorios, países, continentes, mares y océanos… Sin embargo, si te has subido a uno alguna vez, la sensación que deja saberse recorriendo distancias tan bastas desconcierta.

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