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¿Y si Pitágoras no hubiera inventado realmente el teorema que lleva su nombre?
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Un posible plagio

¿Y si Pitágoras no hubiera inventado realmente el teorema que lleva su nombre?

Basándose en una antigua tablilla, numerosos investigadores han conseguido afirmar que los babilonios establecidos en Mesopotamia ya eran conscientes de esta relación geométrica mucho antes que el griego

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A menudo tendemos a pensar que buena parte de aquello que aprendemos en la escuela en torno a las matemáticas no nos volverá a servir para la vida diaria en cuanto dejemos de asistir a clase. La estructura educativa moderna plantea hoy estos desafíos: ¿Qué saber ponemos en valor? O, más bien, ¿qué es el saber exactamente? Algo que no se ve, consideramos, debería quedar al menos palpable en la práctica de lo cotidiano. Pero, ¿y si es así y no nos damos cuenta?

Foto: (iStock / Elaboración propia)

Uno de los ejemplos más claros que lo demuestra es el conocido teorema de Pitágoras. Puedes que lo recuerdes más o puede que menos, quizás ni te acercas ya bien a lo que este recogía. Total, qué pinta Pitágoras en tu vida… Pues resulta que mucho.

Hace más de dos milenios que el filósofo y matemático griego dejó constancia de una de tantas fórmulas que ahora hay que aprenderse en algún momento de la etapa educativa. En concreto, dice así: Si un triángulo es ángulo recto, el cuadrado de la longitud de la hipotenusa (o lado opuesto al ángulo recto) es igual a la suma de los cuadrados de las longitudes de los otros dos lados. Esto es de vital importancia en ámbitos tan fundamentales para nuestra presencia en el mundo como la construcción de casas y edificios en los que resguardarnos. Pitágoras se llevó el reconocimiento eterno por ello, aunque puede que la historia diga otra cosa.

Décadas de estudio

Basándose en una antigua tablilla, numerosos investigadores han conseguido afirmar que los babilonios establecidos en Mesopotamia ya eran conscientes de esta relación geométrica mucho antes que el griego, hace más de mil años. Es la conclusión de una investigación publicada en el Journal of Targeting, Measurement and Analysis for Marketing en 2009.

A través de dicho, estudio que en realidad es un compendio de estudios que se remonta a más de una década, el análisis de una tablilla babilónica llamada IM67118 ha llevado a situar las matemáticas como asunto histórico, no solo porque los números lo son en sí mismos, sino porque cada gesto sobre ellos tiene o tendrá un sentido social: la atribución de este descubrimiento a Pitágoras dejó fuera del mismo a sus antecesores y, al mismo tiempo, a la humanidad durante siglos de datos más precisos. ¿Y no es esto último, al fin y al cabo, el objetivo de esta ciencia?

El artefacto en cuestión que lo demuestra fue hallado en el yacimiento arqueológico Tell al-Dhiba'i, en el actual Irak, en 1962

Así, resulta que la famosa ecuación a2 + b2 = c2 del teorema de Pitágoras se obtuvo alrededor del año 1770 a.n. e. El artefacto en cuestión que lo demuestra fue hallado en el yacimiento arqueológico Tell al-Dhiba'i, en el actual Irak, en 1962. Allí mismo se encuentra en la actualidad expuesto, en su Museo Nacional.

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(iStock / Wikipedia)

De hecho, algunos expertos como Bruce Ratner, fundador de DM STAT-1 Consulting en Estados Unidos, una empresa dedicada al análisis estadístico, cree que Pitágoras pudo haber obtenido esta relación de los propios babilonios: "Una de las razones de la rareza de una de las fuentes originales de Pitágoras fue que el conocimiento pitagórico se transmitía de generación en generación de boca en boca, siendo escasos los materiales para escribir. Además, por respeto a su líder, muchos de los descubrimientos realizados por los pitagóricos fueron atribuidos al propio Pitágoras", apunta el estudio.

Si tenemos en cuenta que los primeros matemáticos ya utilizaban como base el 60, un número imprescindible hoy en día para contar minutos y horas, no resulta de extrañar que la fórmula aquí protagonista debiera llamarse Teorema babilónico, como poco. Porque claro, ¿alguna vez sabremos quién fue exactamente su descubridor? Los grabados que incluye la tabla conducen a la famosa ecuación, pero de momento no ofrecen más datos.

A menudo tendemos a pensar que buena parte de aquello que aprendemos en la escuela en torno a las matemáticas no nos volverá a servir para la vida diaria en cuanto dejemos de asistir a clase. La estructura educativa moderna plantea hoy estos desafíos: ¿Qué saber ponemos en valor? O, más bien, ¿qué es el saber exactamente? Algo que no se ve, consideramos, debería quedar al menos palpable en la práctica de lo cotidiano. Pero, ¿y si es así y no nos damos cuenta?

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