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¿Cada cuánto deberías cambiar la funda de tu almohada?
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¿Cada cuánto deberías cambiar la funda de tu almohada?

Existen estudios que demuestran que la ropa de cama no se lava con la frecuencia necesaria para mantenerla higiénica, y esto puede significar consecuencias fatales para nuestro cuerpo y organismo

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Cambiar las sábanas, he ahí la cuestión. Por supuesto que hay que cambiarlas, pero parece una espiral de duda decidir cuándo: nadie tiene un parámetro claro, unos tiempos claros, no hay unas reglas. Todo depende de las circunstancias, y no es poco, pero incluso así nos acabamos liando con ellas, nunca mejor dicho.

Como sucede con la ropa, la exposición a ciertos aspectos es lo que nos lleva a cambiarnos, a lavarla, a buscar esa idea de limpieza. Uno de esos aspectos, y más en verano, es el sudor. El calor sin descanso y las noches tórridas nos hacen sudar una y otra y otra vez mientras intentamos dormir. Es lógico que esa acumulación (de sudor y de sueño) nos despierte la necesidad de cambiar la cama, como suele decirse. Pero más allá de estas nociones básicas, resulta que sí existen algunos parámetros para saber (sudemos o no) cuándo conviene hacerlo, sobre todo para el caso de la almohada.

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La mayoría de las personas pasan una gran cantidad de tiempo en la cama, incluso aquellas muy activas que parecen no parar y descansar nunca. Con esto de fondo, desde How Stuff Works Alia Hoyt explica "la ropa de cama, que es muy importante, no se lava con la frecuencia necesaria para mantenerla higiénica". El dato lo ofrece una encuesta reciente realizada por la empresa Mattress Advisor sobre la población estadounidense, que encontró que los hombres en el país norteamericano pasan unos 29 días, y las mujeres en torno a 20,4 días, sin cambiar sus fundas de almohada. De media, casi 25 días, es decir, más de 3 semanas.

Un escenario para la "maleza"

Hablando de medias, según apunta Hoyt, pasamos entre 49 y 60 horas por semana "acurrucados en la funda de nuestra almohada". Mientras tanto, la "maleza" que desprende nuestra cara, cuerpo y cabeza se va depositando en aquella. Lo explica también Saundra Montijo en Greatist: "Tus sábanas son presagio de la aspereza". Un estudio de 2017, de hecho, encontró que la ropa sucia es fuente de transmisión de infecciones.

La exposición a lo que el cuerpo por sí mismo desprende puede causar de todo, partiendo de erupciones en la piel, acné, alergias exacerbadas o síntomas de asma

Al fin y al cabo, la exposición a lo que el cuerpo por sí mismo desprende, ya suena contraproducente: puede causar de todo, partiendo de erupciones en la piel, acné, alergias exacerbadas o síntomas de asma.

Si a eso le sumas el hecho de que los ácaros del polvo microscópicos (sin mencionar su materia fecal y los pequeños cadáveres de células muertas que quedan) se multiplican rápidamente en tales entornos, es fácil ver por qué la funda de la almohada necesita cambios más regulares, quizás, de lo que pensabas.

Cómo lavarla

La mejor regla general, según dermatólogos y otros expertos como la Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos, es cambiar la funda de la almohada (y el resto de las sábanas, de paso), al menos una vez a la semana. No obstante, si tu cuerpo tiende a sudar mucho, sufres de alergias graves (el polen puede acumularse durante la temporada de alergias) o duermes con mascotas, reduce ese tiempo a tres o cuatro días.

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¿Y cómo lavarla? La forma en que lavas la funda de la almohada es tan importante como la frecuencia con la que lo haces. La mayoría de las sábanas vienen con instrucciones de lavado, así que síguelas para obtener los mejores resultados.

En cualquier caso, por lo general, y como apunta la periodista especializada en salud, Soledad López, en Saber Vivir, lo conveniente es hacerlo a 60 °C para eliminar bien toda esa suciedad "invisible". Usa siempre productos suaves para su limpieza, sobre todo si tienes la piel sensible o alergias y, por supuesto, tiéndela y deja que se seque por completo antes de volver a utilizarla.

Cambiar las sábanas, he ahí la cuestión. Por supuesto que hay que cambiarlas, pero parece una espiral de duda decidir cuándo: nadie tiene un parámetro claro, unos tiempos claros, no hay unas reglas. Todo depende de las circunstancias, y no es poco, pero incluso así nos acabamos liando con ellas, nunca mejor dicho.

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