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¿Por qué la ropa tendida al sol huele tan bien? La ciencia empieza a tener una respuesta
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¿Por qué la ropa tendida al sol huele tan bien? La ciencia empieza a tener una respuesta

Que la colada al sol huela mejor aún que la que tendemos en interior esconde motivos que van mucho más allá de los efectos de los químicos y perfumes de los productos empleados en la lavadora

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Si existe un sentido que nos une a nuestra infancia como por arte de magia, ese es el olfato: los olores de nuestros primeros años parecen no olvidarse nunca, como aquel de la colonia de tu madre, la comida de casa, el de la ropa tendida. Siguiendo el rastro de esa magia, buscamos el mismo detergente y el mismo suavizante cuando crecemos y nos toca poner lavadoras. Queremos que nuestra ropa siempre huela como olía cuando éramos pequeños. El olor de la ropa es, en sí mismo, un vínculo propio con la nostalgia.

Si la ropa recién lavada nos ofrece todo un concierto de olores memorables o, al menos, reconfortantes, la ropa secada al sol, al aire libre, mejora mucho más esta experiencia. Tanto es así que durante décadas diversos grupos de investigadores la han estudiado. Sin embargo, no fue hasta 2020 que consiguieron detectar el origen de ese olor. Hace ahora tres años, un equipo de la Universidad de Copenhague arrojó luz a todas las especulaciones. ¿Qué poderes tiene el sol en todo esto?

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Que la colada al sol huela mejor aún que la que tendemos en interior esconde motivos que van mucho más allá de los efectos de los químicos y perfumes de los productos empleados en la lavadora: es consecuencia de los posibles efectos de la luz solar en las superficies mojadas. Para encontrar la respuesta, los científicos lavaron a mano tres toallas en agua ultralimpia, es decir, libre de microorganismos o sales minerales que pudieran afectar su olor.

Tres casos diferentes

Para el proceso de secado, colgaron las toallas en tres tendederos bajo condiciones diferentes: uno estaba en una habitación a oscuras, otro colgado en un balcón sombreado y el tercero estaba expuesto al sol. Las diferencias entre unas y otras fueron más que notables.

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Cuando todas se habían secado, se sellaron en bolsas de plástico durante quince horas, lo que permitió que se liberaran los diferentes químicos. Finalmente, analizaron el aire contenido en cada bolsa de plástico mediante cromatografía de gases-espectrometría de masas. Se trata de un método de análisis químico que se realiza en dos etapas, utilizado para sondear los compuestos orgánicos volátiles presentes en una muestra. El primer paso separa los compuestos, y el segundo permite identificarlos individualmente.

Paralelamente, el equipo también tomó muestras de aire de una bolsa vacía, así como del aire de cada uno de los sitios donde se secaron las diferentes muestras para compararlo con las toallas ya secas y procesadas.

Las sustancias químicas y el sol

Fue así como los investigadores descubrieron que las toallas secadas en el balcón soleado contenían más sustancias químicas, como aldehídos y cetonas. Estos compuestos orgánicos, a veces utilizados para producir una amplia variedad de productos químicos y de consumo diario, están asociados con la fragancia o el olor natural de las plantas.

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Además, los dos juegos de toallas secadas al aire libre también contenían pentanal. Este compuesto suele utilizarse en la industria de alimentos y perfumes como agente aromatizante y fragante, ya que desprende un olor dulce y afrutado. Junto al mismo, también identificaron octanal y nonanal. El primero tiene un olor más fuerte, pero también afrutado con toques cítricos, y el segundo recuerda al olor de las rosas.

Según explican en su estudio, todos estos compuestos podrían formarse cuando el ozono del aire reacciona con los materiales de una toalla mojada. Asimismo, como ya se venía intuyendo, podría haber una relación directa con la luz solar que, en contacto con materiales húmedos, da lugar a transformaciones químicas. Sin embargo, para confirmar esto último aún se necesita más análisis. De momento, no se comprende completamente.

Si existe un sentido que nos une a nuestra infancia como por arte de magia, ese es el olfato: los olores de nuestros primeros años parecen no olvidarse nunca, como aquel de la colonia de tu madre, la comida de casa, el de la ropa tendida. Siguiendo el rastro de esa magia, buscamos el mismo detergente y el mismo suavizante cuando crecemos y nos toca poner lavadoras. Queremos que nuestra ropa siempre huela como olía cuando éramos pequeños. El olor de la ropa es, en sí mismo, un vínculo propio con la nostalgia.

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