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¿Puede una droga convertir a un supremacista blanco en una persona tolerante?
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"SIENTO EL AMOR"

¿Puede una droga convertir a un supremacista blanco en una persona tolerante?

Rachel Nuwer publica un libro en el que aporta estudios y experimentos sobre la capacidad que tienen ciertas sustancias para modificar la ideología y el modo de pensar de la gente

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En los últimos años, se han venido publicando una larga lista de estudios científicos que refrendan las buenas propiedades de ciertas sustancias psicoactivas para tratar distintos trastornos mentales como la ansiedad o la depresión. Evidentemente, el poder terapéutico de drogas como el MDMA o la ketamina sigue en vía experimental, sujeto a un riguroso escrutinio médico y farmacológico cuando se pone en marcha en pacientes, y siempre recetado en dosis muy pequeñas. Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de estas investigaciones provienen de Estados Unidos, un país que actualmente se encuentra inmerso en una grave crisis de los opiáceos en la que mueren miles de personas al año por sobredosis.

En cualquier caso, drogas como el MDMA, incluso para aquellos que no la hayan tomado, están asociadas a un consumo en ambientes recreativos cuyo efecto sume al individuo en una profunda conexión consigo mismo y con los demás. Se trata, al fin y al cabo, de una fuerte descarga hormonal que activa sensaciones de placer y felicidad en el sistema nervioso. Entonces, podemos suponer, no es difícil llegar a la conclusión de que si se extrae del entorno festivo a la vida cotidiana de pacientes aquejados de, digamos, "dolencias del alma", podrían depararles beneficios siempre y cuando haya un seguimiento médico y una terapia psicológica detrás.

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Sin embargo, lo que todavía no se ha explorado a un nivel más profundo son los cambios que pueden provocar estas drogas, no ya en el estado de ánimo y la salud mental, sino en las ideas políticas de las personas. Pensemos, por ejemplo, en un individuo con una ideología política muy orientada hacia la derecha e influida por los predicados más reaccionarios de la sociedad, es decir, con una manera de pensar abiertamente racista, machista o xenófoba. ¿Pueden esos sentimientos desatados de felicidad, euforia, sentido de comunidad y bienestar influir en el modo en que ve el mundo alguien así?

Cierto es que muchos grandes genios o personas influyentes de la antigüedad en ocasiones tuvieron experiencias trascendentales que les hicieron cambiar diametralmente de personalidad o manera de pensar, no necesariamente influidos por las drogas. La ideología se supone que penetra en el individuo de acuerdo a sus experiencias y el razonamiento que hace de ellas o que hacen otros por él y que asume como propio. Entonces, ¿cómo actúan este tipo de sustancias en el cerebro para que de repente el sujeto se desdoble, asumiendo preceptos contrarios que antes tomaba como los del enemigo?

La historia de Brendan

Esto es lo que le sucedió a un hombre llamado Brendan que estaba impregnado por una de las ideologías más peligrosas de Estados Unidos, el supremacismo blanco. Su historia la cuenta la periodista Rachel Nuwer en su nuevo libro I Feel Love: MDMA and the Quest for Connection in a Fractured World ("Siento amor: el MDMA y la búsqueda de conexión en un mundo fracturado"), el cual recoge varios testimonios reales y estudios científicos que prueban cómo esta droga puede alterar los postulados ideológicos de la gente, aunque estén bien enraizados y formen parte de su identidad.

"Es algo que no puedes explicar con palabras. Sentí mis relaciones con otras personas como si todos fuéramos uno"

En el caso de Brendan, pasó de ser un miembro y cabecilla de Inditity Evropa, un grupo muy nutrido y famoso en Estados Unidos de supremacistas blancos, a renunciar a todo ello y cambiar completamente de vida y relaciones. Fue la llegada de Donald Trump a la presidencia lo que impulsó aún más su radicalización, llevando a cabo giras por todo el país para reclutar a más gente y conocer a otros grupos de su espectro ideológico. Su vida se truncó cuando un grupo de antifascistas publicó su imagen en redes sociales y de otros tantos compañeros. Entonces, fue despedido de su trabajo y aislado socialmente por sus amigos y familiares que no comulgaban con sus ideas aversivas.

Esto fue lo que le llevó a participar en un experimento de la Universidad de Chicago para ver si el consumo de MDMA aumentaba la sensación de placer con el contacto social tras el fin de la pandemia. Tras tomar la droga, los científicos sometían a los voluntarios a un cuestionario estándar al final para conocer sus impresiones. Les llamó la atención la ficha de Brendan, el último de todos ellos, que dejó escrito: "Esta experiencia me ha ayudado a resolver un problema personal que me debilitaba. Busca mi nombre en Google. Ahora sé lo que debo hacer". En un inicio, no sabía que había ingerido MDMA, pues se presentó al estudio solo porque estaba desesperado y por dinero.

"Me di cuenta de que había estado obsesionado con cosas que no importan. No había estado absorbiendo la alegría que me ofrecía la vida"

"Estaba atormentado por el arrepentimiento, no por los puntos de vista cargados de odio e intolerancia que todavía tenía, sino por los errores cometidos que le habían llevado a esa situación", narra Nuwer en un reciente artículo de la BBC en el que expone algunos de los puntos más importantes de su libro. "Aproximadamente treinta minutos antes de tomar la píldora, comenzó a sentirse raro. 'Espera... ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Por qué estoy pensando de esta forma? ¿Por qué alguna vez llegué a pensar que estaba bien poner en peligro las relaciones con casi todos en mi vida?'".

En las propias palabras de Brendan: "Es algo que no puedes explicar con palabras, algo muy profundo. Sentí mis relaciones con otras personas como si todos fuéramos uno. Me di cuenta de que había estado obsesionado con cosas que realmente no importan y me sentí perdido. No había estado absorbiendo la alegría que me podía ofrecer la vida". El MDMA le había cambiado. Sus siguientes pasos le llevaron a infiltrarse como una persona anónima en Chicago Antifascist Action, la organización que anteriormente había publicado su identidad y por la que había perdido su trabajo. Dio con la persona que publicó todos sus datos, un activista que respondía a la inicial de "S", con quien empezó a comunicarse para desintoxicarse de toda la ideología que hasta entonces había marcado su vida, una ideología basada en el racismo y el odio al diferente. También se apuntó a terapia psicológica y comenzó a meditar.

"Hay momentos en los que tengo pensamientos racistas o antisemitas. Pero ahora puedo reconocer ese tipo de patrones de pensamiento"

El nuevo Brendan había hecho acto de presencia, aunque el viejo no se fue del todo. "Cuando le visité, acababa de pasar el Día de Acción de Gracias solo", relata Nuwer. "Aún está luchando para establecer conexiones con toda la gente que anhela en su vida. No ha abandonado su ideología de momento, y no está seguro de que eso sea posible alguna vez", admite la escritora. De hecho, el propio Brendan confiesa: "Hay momentos en los que tengo pensamientos racistas o antisemitas. Pero ahora puedo reconocer ese tipo de patrones de pensamiento y saber que me están haciendo más daño a mí que a cualquier otra persona".

La oxitocina y la empatía

¿Cómo es posible químicamente que la droga produjera este cambio de perspectiva tan brutal en él? La respuesta está en la oxitocina, una de las hormonas clave que desencadena una respuesta de "cuidar y proteger" en todo el reino animal, no solo en nosotros. "La misma que hace que una madre oso alimente a su cachorro que incremente su ira cuando este se ve amenazado", explica Nuwer valiéndose de varios estudios. "En las personas, la oxitocina fortalece las tendencias hacia el cuidado de los miembros de su grupo reducido y hacia los extraños que se perciben como pertenecientes al mismo grupo social, pero aumenta la hostilidad hacia los individuos que están en grupos contrarios o amenazantes".

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Evidentemente, "el MDMA no parece ser capaz de librar mágicamente a las personas de sus prejuicios, la intolerancia o el odio", recalca la periodista. "Pero a nivel individual puede marcar la diferencia. En ciertos casos, la droga puede ayudar a las personas a ver a través de la niebla de la discriminación y el miedo que nos divide a tantos de nosotros". Esa oxitocina liberada gracias al MDMA, (que es consumido siempre en pequeñas dosis y en un contexto terapéutico, hay que incidir en ello), puede estimular el sentimiento de empatía en individuos aislados y con la mente abierta.

Brendan nunca habría cambiado si sus ideas no le hubieran llevado al ostracismo social. En otro momento esto le habría dado igual, suponemos, debido a que estaba metido dentro de un círculo de gente muy compacto, pero a su vez eso le alejó de la gente que le importaba. Y eso le hizo ver lo aislado que estaba y germinar ese espíritu empático con toda la gente que había despreciado y odiado. Puede que no fuera el MDMA el motor de ese cambio, sino la palanca sensitiva que le brindó la oportunidad de salir de sí mismo y de su cosmovisión ideológica en un contexto personal muy malo para él. Porque, como él mismo reconoce, todavía vive inmerso en una espiral de pensamientos racistas. Sin embargo, ha sabido distanciarse de todo ese pasado del que ahora se arrepiente y, a su vez, comenzar a reconectarse con la gente que a día de hoy sigue echando de menos.

En los últimos años, se han venido publicando una larga lista de estudios científicos que refrendan las buenas propiedades de ciertas sustancias psicoactivas para tratar distintos trastornos mentales como la ansiedad o la depresión. Evidentemente, el poder terapéutico de drogas como el MDMA o la ketamina sigue en vía experimental, sujeto a un riguroso escrutinio médico y farmacológico cuando se pone en marcha en pacientes, y siempre recetado en dosis muy pequeñas. Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de estas investigaciones provienen de Estados Unidos, un país que actualmente se encuentra inmerso en una grave crisis de los opiáceos en la que mueren miles de personas al año por sobredosis.

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