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Los inventos más curiosos del futurismo 'sesentero' que no triunfaron demasiado
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Los inventos más curiosos del futurismo 'sesentero' que no triunfaron demasiado

¿Has pensado alguna vez que a tu coche le falta una cafetera a bordo? ¿Has querido transportarte a centímetros del suelo con tus propios pies? En los sesenta lo intentaron todo

Foto: Ilustración retrofuturista de un Ford Gyron. (James Vaughan / Flickr)
Ilustración retrofuturista de un Ford Gyron. (James Vaughan / Flickr)

El siglo pasado vio el surgimiento de curiosos inventos que ayudaron a allanar el camino para muchos de los dispositivos que usamos hoy. "Más cerca de lo que crees" decían los fabricantes sobre nuestra actualidad, que fue su futuro. Estábamos cerca, y de hecho lo estamos gracias a ese relato conectado de una tecnología que se ha ido creando pieza a pieza. Sin embargo, algunas de estas ideas que parecían encajar como telón de un nuevo siglo nos sitúa lejos.

El retrofuturismo es un fenómeno tan fascinante porque lo cierto es que, en la actualidad, sigue presentando imposibles o, al menos, rarezas: no, nuestros coches no vuelan aún, tampoco nuestras casas, los robots no dominan nuestra vida cotidiana (aunque empiezan a tener una presencia importante en ella desde sectores como los servicios), tampoco tenemos luz perpetua o hemos habitado el fondo marino. Y, sin embargo, lo hemos hecho todo.

Foto: La casa del mañana. (Wikipedia)

Desde las más disparatadas (con consecuencias para la salud) hasta las de andar por casa, las ideas que poblaron el siglo pasado y que, en mayor o menos medida han hecho posible este, tienen para todo y para todos. ¿Has pensado alguna vez que a tu coche le falta una cafetera a bordo? ¿Has querido transportarte a centímetros del suelo con tus propios pies? Alguna vez fue posible todo esto y mucho más, o parecía que lo sería. Al mismo tiempo, suerte que otras posibilidades desaparecieron. Aquí algunos de los inventos más curiosos del futurismo sesentero que apenas prosperaron durante unos años:

Máquina expendedora de bronceado

En la década de los cuarenta del siglo pasado, las máquinas empezaban a serlo todo. Se vislumbraba un futuro sin guerra y sin tantos quehaceres porque, de la misma forma que una máquina acabaría con lo primero, haría lo propio (fuera lo que fuera) en lo segundo. Para entonces, el tiempo de disfrute era también un objetivo común en Estados Unidos. Dejaban atrás la gran recesión que había provocado la Depresión una década antes; y fuera, perdían a miles de soldados en favor de una patria que se planteaba futurista. Todo por el futuro podría haber sido su lema.

Tanta era la devoción por las máquinas que se creó una convención anual de máquinas expendedoras en Chicago. Allí, el 19 de enero de 1949, una de las modelos más famosas del momento, Betty Dutter, puso en marcha una de ellas: sujetando una boquilla, te rociabas de loción autobronceadora. Por una moneda de diez centavos, en solo 30 segundos, la nueva máquina te dejaba moreno o morena lo que te diera tiempo a tunear: los brazos, el escote, el cuello… Si querías más, pues otra moneda.

No sin mi lámpara

placeholder (Wikimedia)
(Wikimedia)

Lo del bronceado y el sol fue una fiebre contraproducente que comenzaba sin precedentes para llegar hasta nuestros días. Si bien hoy el asunto se ha ido puliendo, durante años, la 'terapia de rayos solares' con lámparas ultravioleta fue recetada por los médicos para casi todo, desde dolores de garganta hasta acné infantil. Evidentemente, esta sobreexposición con más riesgos que ventajas ha puesto a toda una generación (y más de una) en riesgo de sufrir cáncer.

El uso terapéutico de la luz es tan antiguo como la humanidad, sí. Varias civilizaciones antiguas adoraban al sol como un dios (por ejemplo, Ra para los antiguos egipcios, Apolo para los antiguos griegos). No obstante, hasta finales del siglo XIX en Europa y Estados Unidos, la piel pálida era un símbolo de clase social alta entre los blancos. Las mujeres victorianas llevaban sombrillas y usaban sombreros de ala ancha y guantes; sus casas presentaban pesadas cortinas que protegían del sol.

A medida que las clases trabajadoras pasaron del trabajo en el campo a las fábricas de la ciudad y a hogares oscuros e insalubres, la piel pálida se asoció con la pobreza y la mala salud

Sin embargo, a medida que las clases trabajadoras pasaron del trabajo en el campo a las fábricas de la ciudad y a hogares abarrotados, oscuros e insalubres, la piel pálida se asoció cada vez más con la pobreza y la mala salud. En 1923, Coco Chanel volvió con otro color de unas vacaciones en Cannes. Sus declaraciones para la revista Vogue fueron: "¡Un bronceado dorado es el índice de la elegancia!" La piel bronceada se había convertido en un accesorio de moda. No era la única que lo pensaba, pues la terapia moderna que se originó a finales del siglo XIX contra diferentes dolencias ya miraba a la luz solar natural, descrita como helioterapia; y usaba electricidad para producir luz artificial a través de lámparas, llamada fototerapia.

Los médicos ya estaban relacionando la luz ultravioleta (la luz solar en general) y el cáncer a finales de la década de 1910 y principios de la de 1920. De hecho, en 1928 se había probado en un laboratorio con ratones. Pero nadie se lo tomó realmente en serio hasta pasada la primera mitad de siglo, cuando los intereses más amplios en la 'radiación' dominaron la política y la ciencia. El 18 de enero de 1960, por ejemplo, la joven Miss Hesse (Alemania) del año anterior, Marion Liebig, aparecía en una fotografía publicitaria en mitad de la calle bajo el sol artificial de una lámpara infrarroja en un parque cubierto de nieve. Aquel artilugio concreto funcionaba con gas embotellado y garantizaba un verano perpetuo.

Ford Gyron: un coche imposible

placeholder El Ford Gyron durante su primera exposición en 1961. (Insomnia Cured Here / lFlickr)
El Ford Gyron durante su primera exposición en 1961. (Insomnia Cured Here / lFlickr)

La historia de la automoción puede parecer breve, pero si nos adentramos en su transcurso a lo largo del siglo XX, nos encontramos con un recorrido intenso donde decenas de modelos solo llegaron, como aquello que prometían, a figuras de museo. Este es el caso del Ford de dos ruedas al que apodaron "Gyron". Exhibido por primera vez en el Salón del Automóvil de Detroit de 1961, hoy sigue teniendo forma de coche del futuro, pero mejor que se quede en el pasado. Ahora entenderás por qué.

El Gyron era más bien una motocicleta con neumáticos de automóvil. Dentro solo cabían dos personas, una al lado de la otra. Debido a las dos ruedas, quien entrara necesitaba un buen equilibrio, pero también con bastante poco espacio. Las puertas estaban pasadas de moda, y cuanto más se pudiera vislumbrar mejor. El Gyron se equipó así con un dosel. En este caso, un dosel tan grande que todo el interior quedaría empapado para cuando lo cerraras si te tocara entrar en medio de un aguacero.

Cafeteras automáticas a bordo

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(Classiccult)

Fabricadas específicamente para el Volkswagen Beetle, este accesorio de automóvil casi ha desaparecido, pero alguna vez fue parte de esa idea de futuro automatizado que algunos proyectaron, detallan en un artículo desde Open Culture.

A juzgar por los pocos ejemplos conocidos, nunca tuvo tiempo de evolucionar más allá de sus deficiencias técnicas. Por un lado, carece de un interruptor de encendido: "Tan pronto como lo conectas al encendedor de cigarrillos, simplemente se calienta", escribe Peter Holderith de The Drive. "Y en cuanto al tipo de máquina de café que es, bueno, tendrías que estar bastante desesperado por la cafeína para hacer café en esta cosa".

A día de hoy, poco se sabe de la cafetera 'Hertella', solo que estaba disponible en versiones de 6 o 12 voltios. Según el diseñador, la máquina contenía suficiente agua para tres tazas de café y también se puede usar para preparar sopas, hervir huevos o calentar agua para lavar o afeitar. Eso sí, baratas, por supuesto, no eran.

'Hoverboards' como en las pelis

¿Quién no ha querido uno de estos después de ver Regreso al futuro II? Niños y adultos siguen mirando con los ojos muy abiertos la aerotabla del protagonista, Marty McFly. Un deseo popular que asumimos imposible.

Aquella película, que se ambientó en el año 2015, es un buen ejemplo para comprobar que siempre imaginamos el futuro mucho más despampanante. Sin embargo, suele ser poco probable que la tecnología se desarrolle a tiempo. Las afirmaciones de 'hoverboards' que funcionan han resultado ser engaños o versiones de vehículos aerodeslizadores que no tienen las mismas capacidades que el 'hoverboard' de Regreso al Futuro.

Mochilas propulsoras

placeholder (Wikimedia)
(Wikimedia)

Nuestra anatomía no está diseñada para deslizarse por el aire, ni siquiera para caer con gracia. Hemos tratado de jugar con la naturaleza con cometas, planeadores y alas de cera. Imagina la emoción en la década de 1950, cuando el ejército estadounidense se puso en contacto con Bell Aerospace Corporation para desarrollar un dispositivo que haría posible esta fantasía de muchos. El "primer cinturón de cohetes" o mochila propulsora, como la conocemos hoy, estaba listo para hacer del futuro un tiempo habitado por auténticos 'mandalorianos'.

Fue el ingeniero de cohetes Bell, Wendell Moore, quien creó el "cinturón de cohetes", explica Jess Romeo en Jstor. Aquel primer modelo consistía en un motor de cohete de 127 libras que lanzaba gas caliente a través de boquillas a ambos lados del dispositivo. Se instalaba con un corsé de fibra de vidrio moldeado al cuerpo.

Foto: Fuente: Archivos Federales alemanes

Con ello comenzaron los intentos de vuelo. Después de docenas de ellos, y muchas bajas, en la mañana del 20 de abril de 1961, una multitud de personas se reunieron a lo largo de la primera ruta prevista. Había camarógrafos y fotógrafos esforzándose por obtener una imagen de aquel hito. También un médico, para monitorear los signos vitales de Harold Graham, el hombre que iba a cumplir el sueño de muchos. Consiguió elevarse algo menos de un metro en el aire y volar durante 21 segundos unos 30 kilómetros a una velocidad de hasta 16 kilómetros por hora.

Desde entonces, y durante algún tiempo, las demostraciones de que aquel artilugio tenía futuro no fueron pocas: El cinturón cohete de Bell incluso voló frente al castillo de Cenicienta en Disneyland en 1966 y recorrió el estadio en el primer Super Bowl en 1967. Sin embargo, los cinturones de cohetes eran demasiado caros, no ahorraban combustible y tenían una duración de vuelo extremadamente corta. Los militares dejaron de financiar el proyecto y el cinturón de cohetes se convirtió en una novedad.

El siglo pasado vio el surgimiento de curiosos inventos que ayudaron a allanar el camino para muchos de los dispositivos que usamos hoy. "Más cerca de lo que crees" decían los fabricantes sobre nuestra actualidad, que fue su futuro. Estábamos cerca, y de hecho lo estamos gracias a ese relato conectado de una tecnología que se ha ido creando pieza a pieza. Sin embargo, algunas de estas ideas que parecían encajar como telón de un nuevo siglo nos sitúa lejos.

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