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"La próxima vez que hagas el amor, piensa como si estuvieras tocando jazz"
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Entrevista a Alexandre Lacroix

"La próxima vez que hagas el amor, piensa como si estuvieras tocando jazz"

El filósofo indaga en cómo podríamos ser más libres en el modo en que desplegamos nuestra energía amorosa y sexual. Y no, para nada es un acto mecánico

Foto: Alexandre Lacroix, en una imagen promocional. (Arpa Editorial)
Alexandre Lacroix, en una imagen promocional. (Arpa Editorial)

El sexo se hace, pero también se piensa. Los expertos en sexualidad siempre recuerdan que en la práctica amatoria importa más la mente que el físico. Y no solo lo que tiene que ver con las inseguridades, las expectativas o las vergüenzas de cada uno, sino también la idea preconcebida, en su dimensión filosófica, de lo que comporta el acto sexual. Conviene pensar y repensar en cómo lo hacemos, no tanto en factores como la calidad, el aguante o la habilidad, sino en si de verdad es un acto mecánico (un mero choque de genitales) o es más propio de la experimentación de dos cuerpos desnudos frente a frente.

De todo ello habla el filósofo francés Alexandre Lacroix en su nuevo libro, Aprender a hacer el amor. Reflexiones de un filósofo sobre la sexualidad en la era del porno (Arpa Editores, 2022), el cual nos invita a practicar el arte amatorio como si fuera eso mismo: un arte. Y todo buen artista sabe que, más allá de la práctica, importa la improvisación libre, al menos para dar con la idea central que después sea el origen de su obra.

placeholder Portada de 'Aprender a hacer el amor', de Alexandre Lacroix. (Arpa Editores)
Portada de 'Aprender a hacer el amor', de Alexandre Lacroix. (Arpa Editores)

En este sentido, hay que salir del guion establecido, ese choque de genitales mecánico que impuso Sigmund Freud como "lo correcto y sano", y que ha prevalecido en las peores fantasías (machistas y falocéntricas) que representa hoy en día PornHub. Para disfrutar, no hace falta seguir los preceptos de la sexología positiva centrados siempre en el dogma de "hay que experimentar", tan solo comunicarse con el otro cuerpo como si hubiéramos nacido ayer y no supiésemos nada del placer sexual. En este punto, precisamente, confluye la filosofía, pues el sexo es uno de los mayores interrogantes de la condición humana, y por ello, para abordarlo filosóficamente, hay que hacer como que no se sabe nada como punto de partida.

PREGUNTA. El psicoanalista Lacan decía que "pienso cuando no estoy, y estoy cuando no pienso". En lo que se refiere al sexo, ¿cómo lo disfrutamos más, pensando en él o practicándolo ? Supongo que la fantasía y la imaginación juegan un rol muy importante, incluso cuando estamos metidos en harina.

RESPUESTA. Un día, cuando tenía 18 años, un amigo poeta mucho más mayor que yo me dijo esta frase que me sorprendió : "¡El sexo es muy mental!". Obviamente, en ese momento, me lo tomé a broma. Yo pensaba que más bien al contrario, el sexo era muy físico. Cuando ves a intelectuales, a filósofos sin ir más lejos, bailando, lo hacen de manera muy torpe. Pero cuando pensé después en esta afirmación, entendí lo que quería decir: para ser verdaderamente uno mismo cuando hacemos el amor, para sentirnos libres, para que se convierta en una exploración de la condición humana en su más pura desnudez e intensidad, sin duda se debe haber realizado una introspección, se tiene que haber profundizado en uno mismo y superado ciertos miedos y preceptos morales a veces superficiales, haberse liberado de ciertos falsos modelos transmitidos por la pornografía, de ciertas modas. Por tanto, sí, de alguna forma hay que haber reflexionado sobre ello previamente.

"Nos jugamos la piel, nos jugamos una parte de nosotros mismos cada vez que lo practicamos, no somos agentes racionales fríos"

Todos hemos aprendido a hacer el amor, no es algo innato ni biológico. Lo hemos hecho a través de encuentros, conversaciones, películas y vídeos porno. Hay muchos códigos y matices que vamos descubriendo poco a poco. Pero, aunque sea sorprendente, leer un libro es un buen medio para aprender sobre el sexo. Se lee a solas, no es para nada molesto, te permite reflexionar sobre el tema por tu cuenta y de forma independiente para entender lo que te gusta y lo que no, y conocer así el alcance que le queremos dar al sexo en nuestra vida.

P. ¿Crees que la gran accesibilidad al porno, así como la hipersexualización de la sociedad, hace que estemos más insatisfechos con nuestras relaciones sexuales, como si hubiéramos perdido parte de la fascinación por descubrir el cuerpo del otro o estamos más acostumbrados que antes debido a este fácil acceso a la representación sexual?

R. La edad de la primera exposición a la pornografía, en plataformas online como PornHub, es ahora de 11 años de media. Sin embargo, una vez que un niño adquiere un teléfono móvil ya escapa del control de los adultos. Así que probablemente sea una edad mucho más joven. Pero, por otro lado, la edad a la que un joven tiene su primera relación sexual no ha cambiado mucho en los últimos cuarenta años: en España, es a los 17 años y medio. Esto significa que durante muchos años el descubrimiento de la sexualidad es a través de la pornografía, lo que nos da tres problemas. En primer lugar, un chico joven que vea vídeos de porno mainstream verá cómo las mujeres no disfrutan, y en cierto modo el hombre abusa de su cuerpo. En segundo lugar, el porno rinde culto a la interpretación y a la superación de ciertos límites, lo que intimida mucho y puede acomplejar a los adolescentes (el tamaño del pene o de los pechos, los músculos, la resistencia sexual...). Gracias a la magia del montaje pornográfico, los actores y actrices parecen hechos de plástico, indestructibles e incansables.

"El sexo no está tan reñido con el amor. Hay personas que se aman y no consiguen sentir placer cuando lo practican"

En tercer lugar, está plagado de prejuicios racistas y clichés problemáticos (la asiática sumisa, los negros salvajes), clichés que han podido ir desapareciendo de la sociedad, pero que son reproducidos en gran medida por estos sitios web, que se encuentran entre los más visitados de la red (PornHub es el 16º sitio más visitado en España y XVideos el 18º). A esto se le añade un contexto en el que las apps para ligar crean una noción bastante consumista de la sexualidad: igual que puedes pedir una pizza a medianoche en una gran ciudad, se puede buscar pareja, a la que se selecciona en base a una descripción y unas fotos que parecen la ficha de un producto de consumo, como si fuera una tienda online. Las conversaciones por chat giran en gran medida en torno a las preferencias sexuales y habilidades del "vendedor".

P. Cuando hablas del "freudporno" dices que este tiene un guion fijo. Pero, obviamente, el porno más anterior que Freud y que PornHub. ¿Cómo podemos superar esta falta de imaginación o este juego imitativo? ¿Es la filosofía una buena herramienta para ello?

R. A esta pregunta puede responder la sociología de la sexualidad. En 1973, dos investigadores del Instituto McKinsey, John Gagnon y William Simon, propusieron la "teoría de los guiones sexuales", que ofrece un valioso marco de análisis. Ellos dedujeron que, en el ámbito de la sexualidad, seguimos nuestros deseos e instintos, que todo es espontáneo. Pero, sin embargo, hay un guion, está codificada culturalmente. También hay reglas tácitas, tanto en las relaciones heterobásicas, como en las más minoritarias o heterodoxas. Imagina que eres heterosexual y tienes tu primera experiencia homosexual: irás a tientas y probablemente cometerás errores, porque te estás aventurando en un juego en el que no conoces el guion. Y es probable que tu falta de cultura sea detectada por tu compañero, que estás más experimentado. La teoría del guion sexual explica por qué casi todos tenemos relaciones sexuales parecidas en un grupo social determinado y en un momento social determinado.

Foto: Foto: Wikipedia.

Los seres humanos siempre han practicado el sexo, pero no de la misma forma. ¿Cómo lo hacemos hoy en día? Si eres heterosexual y piensas espontáneamente lo que podrías hacer en una aventura de una noche, visualizándolo, es probable que tengas en mente más o menos la misma secuencia de actos que la de tu compañero. Esta secuencia es lo que yo llamo "freudporno". Cuando acuñé este neologismo lo hice para separar las dos fuentes de las que bebe ese guion sexual: el porno y el psicoanálisis. En sus Tres ensayos de la sexualidad (1905), Freud expone lo que considera el "ciclo sexual sano" y pleno. Este consta de tres etapas: los juegos preliminares, la penetración que debe hacerse cada vez más rápida y luego la eyaculación del hombre en el interior de la cavidad vaginal de la mujer. Freud consideraba la homosexualidad una perversión, este es un aspecto documentado de su obra.

"Cuando dos personas hacen el amor, y lo hacen regularmente, se forma un vínculo entre ellas. Y este vínculo es de distintos tipos"

De algún modo, este guion freudiano se asemeja al drama aristotélico: exposición, trama y desenlace. Pero volviendo a lo que hacemos actualmente, los occidentales del siglo XXI, podríamos decir que mezclamos el guion freudiano (un drama en tres pasos) con la cultura de la representación y del exhibicionismo que nos viene del porno. Mi ensayo es un alegato para deshacernos de este aburridísimo guion en el que mimetizamos la procreación muy rutinaria, para abrir nuestras mentes y cuerpos a otras posibilidades. De hecho, ¡propongo reescribir el guion!

P. En un sentido puritano del sexo, este está reservado solo a los que se quieren, a los amantes o enamorados. Freud y la religión, como bien has expuesto, lo consideran un proceso mecánico cuya única finalidad es la procreación, y sobre todo en parejas casadas. Pero en algunas páginas de tu libro me da que propones abrir el acto sexual a todo tipo de relaciones, incluso entre amigos. En la era de la modernidad líquida, podemos afirmar que la gente ahora disfruta del sexo con más personas que nunca, lo más importante: el matrimonio no es un requisito para practicarlo. ¿Consideras esto algo positivo o crees que quizá hemos perdido cosas buenas por el camino?

R. Para responder a esta pregunta tan amplia, podemos fijarnos en el significado de la expresión fair l' amour, que en español equivaldría a "hacer el amor" y ambas comparten ese significado. Es una expresión hermosa, creo yo, aunque luego en un tono más ordinario usemos otras palabras, como "follar". En mi ensayo, no considero que el matrimonio o el amor sean criterios necesarios o indispensables para tener relaciones sexuales con alguien; de hecho, hay muchas formas posibles de relaciones, y algunas personas las tienen sin estar enamoradas o apenas conocerse. No hago ninguna crítica moral contra eso.

"A medida que las máquinas se vuelven más humanas, los humanos se vuelven más mecánicos"

Sin embargo, me parece que incluso en el apartado aparentemente menos sentimental, el sexo remueve cosas en nosotros, nos inquieta. Nos afecta. Tener relaciones sexuales con alguien no es como jugar al tenis. Además, si un partido de tenis sale muy mal, no hay probabilidad de que salga traumatizado, mientras que el acto sexual sí que puede tener una dimensión traumática. Esto es lo que quiero apuntillar cuando hablo de "hacer el amor", y por eso uso esta expresión: nos jugamos la piel, nos jugamos una parte de nosotros mismos cada vez que lo practicamos, no somos agentes racionales fríos, independientes y maximizadores del placer, en lo que el mercado querría convertirnos.

P. Siguiendo la pregunta anterior, ¿es el placer físico la expresión más genuina de amor?

R. No lo creo. Creo que hay personas que se aman profundamente y no consiguen, o al menos ya no tanto, sentir placer cuando hacen el amor, por la erosión del deseo a lo largo del tiempo. Por esta razón dedico un pasaje de mi libro a la cuestión de acostumbrarse al sexo, que es muy importante en la experiencia de tener pareja. También creo que, en otras circunstancias, la gente tiene acceso a noches maravillosas de amor sexual sin llegar a poner mucho sentimiento en acción. Si el amor y la sexualidad estuvieran siempre bien imbricados se resolverían muchos problemas... ¡Y habría poco sobre lo que escribir en películas y novelas! Sin embargo, hay un fenómeno misterioso que me interesa: cuando dos personas hacen el amor, y lo hacen regularmente, se forma un vínculo entre ellas. Este vínculo puede ser de varios tipos, no siempre es exactamente amor, pero existe, se forma... ¡Incluso si las dos personas en cuestión no lo desean!

P. La aplicación de alta tecnología en el porno, como la realidad virtual inmersiva, sería revolucionaria para cómo vivimos la sexualidad los humanos, ya que en este mundo de fantasías digitales podríamos hacer el amor con quien quisiéramos. Esto plantea grandes dilemas filosóficos. ¿Eres optimista respecto a este nuevo paradigma del sexo y del amor que puede irrumpir?

R. Estoy un poco atrasado en ese terreno, porque ya me niego a hablar con el asistente de voz de mi teléfono móvil o con un altavoz que interactúa contigo. ¡Es totalmente absurdo hablar con una máquina! Ahora en serio, lo que me interesa de tu pregunta es que hay un cruce de caminos. Delegamos o replicamos mecánicamente capacidades humanas en nuestras máquinas. Tenemos inteligencias artificiales con las que conversar, robots sexuales... Pero lo que no vemos es que la dinámica es doble: a medida que las máquinas se vuelven más humanas, los humanos se vuelven más mecánicos. Los humanos seguimos procesos, optimizamos cada vez más nuestro tiempo, vivimos en una simbiosis con nuestras pantallas y entorno tecnológico.

Al final de mi libro propongo ver la sexualidad como lo que debería escapar a esa mecanización de lo humano, porque el sexo es un "arte vivo". Piensa en la próxima vez que hagas el amor con alguien como si estuvieras tocando música jazz, o improvisando con esa persona. Todos se escuchan, nadie es perfecto, pero en ese momento presente puedes imaginar algo creativo. Dejemos la repetición y la eficacia para las máquinas. ¡Hay que practicar el sexo como un arte!

El sexo se hace, pero también se piensa. Los expertos en sexualidad siempre recuerdan que en la práctica amatoria importa más la mente que el físico. Y no solo lo que tiene que ver con las inseguridades, las expectativas o las vergüenzas de cada uno, sino también la idea preconcebida, en su dimensión filosófica, de lo que comporta el acto sexual. Conviene pensar y repensar en cómo lo hacemos, no tanto en factores como la calidad, el aguante o la habilidad, sino en si de verdad es un acto mecánico (un mero choque de genitales) o es más propio de la experimentación de dos cuerpos desnudos frente a frente.

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