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LA INDUSTRIA DEL PORNO SE ACERCA AL ARTE PARA LIMPIAR SU IMAGEN (PERO NO TE LO CREAS, NO LO ES)

Por Álex Carrasco

Lollipop Lounge. Super Funland, Museum of Sex.

¿Qué es arte y qué es mera pornografía? El avance de la industria del porno en la sociedad ha llegado también al mundo del arte, desdibujando la línea roja que separaba ambas realidades en un contexto en el que, paradójicamente, la nueva censura afecta más al arte que a la industria pornográfica

“Esta exposición es parte de la conversación sobre sexo y sexualidad en el espacio del arte”. Habla Corey Price, vicepresidente de PornHub, la web de porno más grande y visitada del mundo (entre 115 y 150 millones de visitas únicas diarias), sobre ‘The Pleasure Principle’, la exposición que organizó antes de la pandemia en la galería Maccarone de Los Ángeles (EEUU), inaugurada bajo el lema: "Porque el porno puede no ser considerado arte, pero algunas obras de arte definitivamente pueden ser consideradas porno”.

Esta no ha sido la primera ni será la última exposición patrocinada por PornHub, pero sí fue la pionera en apropiarse del discurso más sexual del mundo del arte a través de una voz autorizada, la de Michele Maccarone, reconocida galerista y representante artística norteamericana responsable de comisariar la muestra. "Me perturba el modo actual de limpieza de contenido, el arte está tan orientado al mercado en estos días…”, declaró Maccarone antes de la inauguración de su exitosa exposición dedicada a descubrir el principio del placer a través de témperas de Louise Bourgeois, grabados de Lynda Benglis, fotografías de Bettie Page o –de forma más contemporánea– por medio de la instalación interactiva de Karen Finley ‘Sext Me if you can’, donde los espectadores pasaban 10 minutos enviando mensajes de texto sexuales a Finley que ella luego convertía en pinturas.

La exposición tuvo tanto éxito como críticas, puesto que resolvía las inevitables y complejas cuestiones de misoginia, violencia y explotación asociadas a la temática estableciendo un retorcido discurso “a favor del sexo y las mujeres”. Críticas a las que Maccarone respondió con un "honestamente, no me importan” y de las que se defendió afirmando que esta exposición había sido para ella “una de las cosas más inspiradoras en las que he trabajado en mucho tiempo”. Inspiradora, sin duda, y también muy rentable: 2018 había sido uno de los peores años para la gurú del arte californiano, quien tuvo que cerrar su galería de Nueva York y reducir radicalmente su cartera de artistas representados. Tras su fructífera exposición junto a PornHub, Michele Maccarone retomó con fuerza su trabajo y encontró su lugar en el nuevo mundo, ofreciendo en su galería una de las propuestas artísticas más descarnadamente sexuales del momento .

Jibz Cameron, Female Executive Executioner, 2020
Bettie Page (atribuido a Irving Klaw Studio)
Karen Finley, Sext Me if You Can, 2019

“Desde que PornHub forma parte de MindGeek (la empresa matriz de Pornhub a la que pertenecen otras webs de referencia como Youporn, Redtube, Gaytube o Tube 8 y de productoras como Twistys, Digital Playground o Brazzers) ha tenido como característica diferencial el empleo de un marketing orientado a la legitimación de sus productos”, afirma a El Confidencial Lluís Ballester, doctor en Sociología y Filosofía, diplomado en Trabajo Social y uno de los mayores expertos españoles en el estudio del impacto de la pornografía en la sociedad. “Necesita esta estrategia porque ha sido denunciada en numerosas ocasiones por distribuir imágenes de explotación sexual en la infancia y adolescencia, de apropiarse de vídeos producidos en sexting o directamente robados de una u otra manera, entre otras prácticas ilegales”. No le falta razón, recientemente un informe publicado por el Parlamento de Francia ha denunciado el abuso sexual sistémico en la industria del porno. Durante seis meses de investigación, una comisión sobre derechos de la mujer y equidad de género escuchó los testimonios de más de 50 personas, algunos de ellos involucrados en la industria, llegando a la conclusión de que los abusos sexuales, físicos y verbales son habituales y que en el 90% de las escenas hay violencia. Una violencia al alcance de cualquiera en internet, incluidos los niños.

Para Ballester, el giro de guión que ha dado la industria del porno para colonizar el mundo del arte tiene un objetivo claro: “Acercarse al arte es una manera de intentar limpiar una imagen muy turbia”.

Renee Cox, Garter Belt, 2001
Mary Beth Edelson, Many Happy Returns: Coming & Going with Ereshkigal, 1973

ARTE Y PORNO, UNA RELACIÓN QUE VIENE DE LOS AÑOS 80

Antes de PornHub, el artista brasileño Eduardo Kac (Río de Janeiro, 1962) fue pionero del media art y el arte online –que empleó a través de la telecomunicación y la robótica– así como de la introducción de la pornografía en el arte. Hablamos de 1980, cuando se presentó el Movimiento de Arte Porno como mecanismo de resistencia política frente a la dictadura militar, conocida como Quinta República Brasileña. Kac y sus acólitos rechazaron el erotismo vigente en su época y la producción de pornografía convencional con el objetivo de crear alternativas sociales, políticas y estéticas.

Pero la posición de Kac como visionario fue mucho más allá de la confrontación: dos años después de presentar su movimiento creó su primera obra digital, compuesta de informaciones en constante cambio y transformación; y cinco años después empleó la red Minitel (antecesora de internet) como plataforma para presentar parte de su obra. El entorno que empleó es, curiosamente, el mismo que utiliza actualmente la industria de la pornografía. “Hay un antes y un después de las tecnologías de cuarta generación, de la llegada del 4G, porque son las que facilitan que se distribuyan vídeos de alta calidad a gran velocidad en todo el mundo. Internet aparece antes, pero son estas tecnologías las que han facilitado el boom de la industria pornográfica mundial”, comenta Ballester al respecto.

REduardo Kac, Pornô Comics, 1982

Posteriormente destaca la polémica exposición ‘Devoid of Shame’ del artista Michael Iversen utilizó a personas reales practicando sexo en vivo. El artista justificó que su exposición tenía el objetivo de “demostrar que el sexo es un bello, natural y espléndido aspecto del ser humano y de la vida”, pero lo que allí se veía, básicamente, era gente follando (irónicamente, Iversen tuvo que recurrir a actores porno para realizar su obra de arte).

El rechazo a esta exposición tuvo en los movimientos feministas a su principal azote, puesto que es la mujer quien padece en el porno y en el arte la visión masculina de su sexualidad, algo que a Iversen se le escapó en su discurso. Si el danés hubiese mirado hacia atrás –y no hacia abajo, a sus genitales– se habría topado con que ni las propias mujeres han encontrado en el arte el refugio ni la reconciliación a su cada vez más humillante y vejatoria presencia en el porno.

Precisamente, y tras su búsqueda de una nueva realidad sexual de la mujer a través del arte, se presentó en 2015 la exposición ‘La pasión según Carol Rama’, realizada en el MACBA de Barcelona, artista “olvidada tanto por la historiografía hegemónica como por el relato feminista” de su época, comentan Teresa Grandas y Paul B. Preciado, comisarios de la exposición. En sus obras se muestran provocadoras e irreverentes pinturas eróticas, cuyo objetivo no es generar ni placer ni deseo, sino mostrar al cuerpo femenino en una ambivalencia que se mueve entre la vitalidad y una amenazante violencia que lucha contra las fuerzas que lo dominan. Un estilo que fue definido bajo la etiqueta porno brut y que en el presente, cuando realizamos una búsqueda en Google, nos transporta a lo más brutal de la pornografía. Lo que sucedió en Europa con Carol Rama tuvo un poderoso reflejo en EEUU: en 2021, el Dallas Contemporary Art Museum (EEUU) organizó la exposición ‘Black Sheep Feminism: The Art of Sexual Politics’, donde Alison Gingeras –comisaria de la muestra– recopiló las pinturas, collages y fotografías de alto contenido sexual de las artistas de los 70 Joan Semmel, Anita Steckel, Betty Tompkins y Cosey Fanni Tutti , todas ellas censuradas por el mundo del arte y tratadas como ovejas negras por sus contemporáneas feministas.

Carol Rama, Dorina, 1940
Anita Steckel, New York Landscape (Woman Pressing Finger Down), 1970-80

LA CENSURA LLEGA AL ARTE (PERO NO AL PORNO)

De la misma forma que el artista brasileño o Carol Rama subvirtieron el lenguaje de la pornografía para crear un nuevo campo artístico, es hoy la pornografía quien retuerce el lenguaje artístico para naturalizar su industria. Por lo que la confusión vuelve ser tan inevitable como la aclaración: “La categoría arte la establece el público y la inteligencia colectiva de las comunidades humanas. El porno también, pero podemos convenir en que este último se basa en generar atracción a partir de la violencia y la explotación sexual”, apunta el sociólogo.

“¿Se puede salir del porno y su lógica mercantil, explotadora, cosificadora y violenta? ¿Se puede representar, mostrar el cuerpo y la sexualidad al margen de las convenciones de género? Yo creo que sí, pero dudo que la industria del porno pueda ayudar lo más mínimo”, prosigue Ballester. De ahí la necesaria intervención del mundo del arte en el presente como alternativa a una sexualidad dominada por el lenguaje de la pornografía, generando espacios como The Museum of Sex, inaugurado en 2002 en Nueva York (EEUU), cuya misión es “preservar y presentar la historia, evolución y significado cultural de la sexualidad humana”, según reza en su web. Una de las exposiciones más sonadas de este peculiar museo se tituló ‘NSFW (Not Safe For Work): Female Gaze’ (2018) y se centró en el trabajo de más de 25 artistas femeninas emergentes con el objetivo de presentar una visión del sexo alternativa a los parámetros masculinos, de romper con los roles históricos de las mujeres como musa y objeto de deseo.

Lejos del escándalo, la muestra supuso un punto de inflexión y una enorme reflexión sobre cómo los artistas masculinos han representado y representan la sexualidad femenina desde un punto de vista masculino y para el placer visual del hombre: “Desde la infancia, a las mujeres se nos enseña que el sexo es algo peligroso para nosotras, la sociedad regula la mirada femenina del mismo modo que regula obsesivamente el cuerpo de la mujer”, declaró Kara Weisenstein, una de las organizadoras de la exposición.

The Museum of Sex, NSFW (Not Safe For Work): Female Gaze

Coincidiendo con el 50 aniversario del levantamiento de la prohibición de la pornografía visual en Dinamarca, los museos ARoS y Kunsthal Charlottenborg de Copenhague se unieron en la exposición ‘Art & Porn’, que más que una muestra fue todo un análisis de la relación contemporánea entre el arte y la pornografía. “La exposición rastrea el impacto de las leyes de la pornografía en el arte y las normas sociales cambiantes. ¿Qué implica, por ejemplo, que gigantes internacionales de las redes sociales como Facebook, YouTube e Instagram desafíen la legislación liberal danesa, censurando tanto el arte como la pornografía?”, se preguntaba Michael Thouber, director de Kunsthal Charlottenborg, señalando la doble moral de las redes sociales, que sirven de soporte para plataformas como OnlyFans (donde cada usuario crea su propia pornografía amateur para conseguir dinero, un sistema similar al de YouTube) y, al mismo tiempo, censuran la imagen de una teta femenina (pero no de un culo masculino). “Nuestra sociedad está impregnada de sexo, se difunde a través de canales como la publicidad y la telerrealidad y, sin embargo, se acompaña de una ferviente búsqueda de identidad sexual; esta es una realidad compleja en la que el arte puede servir como catalizador para abordar un tema difícil”, declaró por su parte Erlend G. Høyersten, director del museo ARoS.

¿Existe el riesgo de que el mundo del porno absorba al del arte como una más de sus innumerables manifestaciones, puesto que la nueva censura –curiosamente– afecta más al arte que a la industria pornográfica? En 2021 se lanzó la campaña ‘Don’t delete art’ con el objetivo de recoger en una web todas aquellas pinturas, fotografías y esculturas que, aunque puedan exhibirse en un museo o galería, han sido eliminadas por las redes sociales, las mismas redes que sirven de trampolín para plataformas pornográficas donde no sólo no existe tal censura, sino que la libertad de la que disfrutan les permiten llegar a extremos sexuales nunca antes vistos.

Sex-Paralysappeal, 1936 and Sex-Paralysappeal, 1936 (Copy, 1961)
Anna Uddenberg, Rich Rose, 2017. Installation view

Pero el verdadero problema, como señala Lluís Ballester, no es meramente legislativo ni moral ni artístico, va mucho más allá, puesto que en este momento “el porno está construyendo nuestra realidad, influyendo de manera decisiva en nuestras relaciones”, y da un claro ejemplo de esta afirmación: “La pornografía está haciendo retroceder en todo el mundo, en especial entre adolescentes y jóvenes, el uso de los preservativos, porque en el porno no se utilizan y, como los jóvenes forman su sexualidad a través de lo que ven en la pornografía, ellos tampoco los emplean en sus relaciones sexuales”. Aunque Ballester, en este ámbito, afirma que el arte “no tiene nada que decir ni nadie espera que lo tenga”, prefiriendo trasladar el debate al campo social, nos topamos con que esta terrible realidad ya tiene respuesta por parte del arte. “En mi opinión, no hay nada malo en una sexualidad libre y promiscua, porque en las relaciones de sexo sin amor también amas, aunque sea sólo por unos instantes. No obstante, las personas seropositivas vivimos con un estigma: somos juzgados y parece que en cierto sentido merezcamos un castigo”, argumenta el artista contemporáneo español Nacho Hernández, artífice de la controvertida e impactante serie La sexualidad como castigo, donde toma la figura de Hitler como la expresión del sufrimiento que viven las personas con VIH (“algo que he experimentado en mi propia piel”, dice el artista), desnudándolo y despojándose de su imagen para hablar de una sexualidad promiscua, que deriva hacia enfermedades.

The Museum of Sex, NSFW (Not Safe For Work): Female Gaze

La figura de Nacho sirve también para analizar una nueva tendencia surgida en las redes sociales, para entender un nuevo avance del erotismo en el mundo del arte, que está trasladando la desnudez de sus creaciones a ellos mismos, fotografiándose desvestidos de forma recurrente frente a su obra. “La desnudez está muy presente en mi vida, en mi Instagram dedicado a mi pintura me muestro desnudo físicamente, mientras que en mi Instagram personal lo estoy haciendo emocionalmente; ni hay pose en mi desnudez, ni pretendo gustar”, puntualiza Hernández, recordando que el verdadero strip-tease, el desnudo definitivo al que nunca podrá llegar la industria de la pornografía, será no tanto físico como emocional, puesto que “el arte puede ayudarnos a conectar con nuestras propias emociones y con las de otras personas, así es cómo hemos podido aprender sobre las sensaciones de otras personas en novelas o en el cine, en la pintura o en la escultura, con personajes construidos de manera más completa. Hasta en la música o en el arte no figurativo, podemos construir nuestra empatía”, concluye Ballester, reivindicando el que –posiblemente– sea el último reducto donde el porno no tiene acceso en la actualidad: la sexualidad como emoción (y no como acto).

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