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El país de las no maravillas: cómo una obra de fantasía reveló una curiosa condición cerebral
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El país de las no maravillas: cómo una obra de fantasía reveló una curiosa condición cerebral

Unas décadas después de que Lewis Carroll publicara por primera vez 'Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas', numerosas personas comenzaron a informar de que experimentaban distorsiones en la percepción como las de aquella niña fictici

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"Todo se vuelve más y más grande", empezaron a relatar algunas personas a comienzos del siglo XX. Al principio, parecía un asunto esporádico, una casualidad de entre miles de millones, la posibilidad de que aquí y allí alguien sintiera lo mismo. El problema es que lo que sentían no se adhería al marco de la normalidad. Unas extrañas sensaciones se fueron apoderando de la mente de tantas personas que resultaba imposible pasarlo por alto. Corría el año 1904 cuando William Spratling, uno de los primeros epileptólogos estadounidenses, publicó una serie de estudios de casos de varios pacientes con convulsiones que, justo antes de sufrirlas, sentían cómo el mundo aumentaba a su alrededor.

Lo que algunos especialistas de la época detectaron como una especie de "epidemia" de la mente en Estados Unidos se dejó caer poco después al otro lado del charco: era 1907 y el neurólogo británico William Gowers también informaba que algunos de sus pacientes con epilepsia percibían que los objetos parecían crecer hasta "el doble de su tamaño" durante el aura que precedía a sus convulsiones. La tendencia continuaría y en 1913, el neurólogo alemán Hermann Oppenheim señalaba que había observado "un caso de hemicránea genuina (dolor de cabeza unilateral) en el que hubo durante un episodio de migraña violenta una sensación indescriptible de desprendimiento del tronco o de una extremidad después de una hora o incluso un día de mareos espontáneos".

Foto: Fuente: Wikipedia

Cuarenta años atrás, la sociedad había leído por primera vez algo parecido a todo aquello en las páginas de un libro que sacudió la literatura del siglo XIX y parecía que seguía haciéndolo. Conocían bien a una niña llamada Alicia que acababa inmersa en el país de las maravillas. La obra de Lewis Carroll se había publicado por primera vez a mediados de 1865 como una historia de fantasía para niños, pero lo cierto es que se convirtió en una pesadilla del mundo adulto. ¿Qué estaba pasando en la psique social que envolvía las ideas de Carroll?

Un trastorno perceptivo

Los primeros informes describieron los síntomas de lo que luego denominarían síndrome de Alicia en el País de las Maravillas como "alucinaciones", pero hoy en día se describen con mayor precisión como "distorsiones de la percepción visual y las representaciones corporales" que surgen de un "trastorno perceptivo". Según apuntan los investigadores Osman Farooq y Edward J. Fine en un artículo para la revista científica Neurology Pediatric, el síndrome de Alicia en el país de las maravillas es una afección neurológica desorientadora que afecta la percepción humana de los sentidos de la vista, el oído, el tacto, las sensaciones y el fenómeno del tiempo.

Una característica habitual de este trastorno es la percepción distorsionada del tiempo, que el propio Carroll describió bajo el halo de lo imaginativo: "el agujero de la madriguera del conejo siguió recto como un túnel hasta que, de pronto, se hundió... y Alicia se encontró cayendo por lo que parecía ser un pozo muy profundo. O el pozo era muy profundo, o ella cayó muy lentamente, porque tuvo mucho tiempo mientras bajaba para mirar a su alrededor y preguntarse qué iba a pasar después".

Además, los pacientes han informado de otros síntomas como la incapacidad de percibir el color o el movimiento, percepción de profundidad mejorada, movimiento ilusorio, la ilusión de que los objetos se han dividido verticalmente, los objetos aparecen aplanados y alargados, los objetos aparecen girados 90 o 180 grados y ver múltiples imágenes como si mirara a través del ojo compuesto de un insecto.

Los diarios de Carroll

En la actualidad, una teoría recorre todo el eco que su obra ha dejado, asegurando que Carroll pudo haberse inspirado en sus propias alucinaciones para escribir Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas. De hecho, menciona ciertos síntomas en sus diarios, aunque una evaluación científica de los mismos no encontró entradas que se refirieran a ello hasta 20 años después de la publicación de los libros de Alicia, solo un dibujo y una página previos hablarían de ello.

placeholder Una página del manuscrito original de Alice's Adventures in Wonderland, ilustrada por el autor. (Wikimedia)
Una página del manuscrito original de Alice's Adventures in Wonderland, ilustrada por el autor. (Wikimedia)

Carroll, en realidad Charles Lutwidge Dodgson, era matemático, lógico y fotógrafo además de escritor. Cuando la historia de Alicia salió a la venta, solicitó que le fueran reservados cincuenta ejemplares. Sin embargo, su ilustrador John Tenniel se mostró insatisfecho con el resultado de las impresiones, por lo que el libro no se vendió en Inglaterra. Aquellos ejemplares "defectuosos" fueron vendidos al editor neoyorquino Appleton, quien cambió la portada y publicó la primera edición estadounidense antes que cualquier otra.

En Inglaterra, mientras tanto, la editorial Macmillan preparó una nueva edición mejorada que apareció en otoño de 1865, aunque llevaba impresa el año 1866. De los nuevos dos mil ejemplares, Dodgson solicitó que uno de ellos recibiera una encuadernación especial, en vitela blanca, para regalárselo a la niña en la que Carroll se había inspirado, Alice Liddell. Rápidamente, corrió por toda Europa y, a finales de siglo, el joven cine ya recogía algunas adaptaciones a la pantalla como la de 1903. Fue entonces cuando en la literatura médica comenzaron a aparecer cientos de relatos de alucinaciones similares a las descritas por Alicia.

Más allá de la romantización

"Cada seis meses, tenía un fuerte ataque de migraña con auras que duraba semanas y requería hospitalización. Fue en esos momentos que experimenté la sensación de que mi cabeza había crecido en proporciones tremendas y era tan liviana que flotaba hasta el techo, aunque estaba segura de que todavía estaba pegada a mi cuello... Al caminar por la calle, era muy aterrador y molesto no ver exactamente cómo me sentía. La sensación era tan real que cuando me veía en una ventana o en un espejo de cuerpo entero, me sorprendía mucho darme cuenta de que todavía tenía mi estatura normal de menos de metro y medio", aseguró una joven de 23 años a la neuróloga estadounidense Carol Lippman a través de una carta.

placeholder Ilustración de The Nursery Alice, que contiene veinte ampliaciones en color de las ilustraciones de Tenniel para 'Alice's Adventures in Wonderland', con texto adaptado para primeros lectores por Lewis Carroll. (Wikimedia)
Ilustración de The Nursery Alice, que contiene veinte ampliaciones en color de las ilustraciones de Tenniel para 'Alice's Adventures in Wonderland', con texto adaptado para primeros lectores por Lewis Carroll. (Wikimedia)

Los casos se dispararon a partir de la primera mitad del siglo XX, así que para cuando Lippman escribió en un artículo publicado en el Journal of Nervous and Mental Disease en 1952 que "la gran variedad" de alucinaciones experimentadas durante el aura de la migraña aún era "poco conocida por la profesión médica", el síndrome de Alicia en el País de las Maravillas aún permanecía en el relato del morbo.

Gracias al trabajo minucioso y desprejuiciado de Lippman, la tarea se fue haciendo posible: solo bastante con observar. "No existe una descripción en la literatura sobre las alucinaciones de la migraña en el sentido de la imagen corporal", sostuvo en su momento, a lo que añadió que "durante un período de 18 años de estudios intensivos sobre la migraña, he recopilado muchas historias de tales alucinaciones tanto de hombres como de mujeres". La neuróloga recogió siete casos bien detallados que evidenciaron la necesidad de prestar atención al asunto más allá de la romantización de su historia.

Los niños, los pacientes más habituales

Como explica el neurocientífico Moheb Costandi en su libro Body am I, solo se habían publicado unos 200 descripciones de casos desde que Todd lo nombró en 1955. La gran mayoría de estos casos había ocurrido a niños, en la media de edad de 9 años. Para el caso de los pequeños, resulta que este síndrome se asocia con mayor frecuencia a la encefalitis causada por la infección del virus de Epstein-Barr; en adultos, sin embargo, la migraña es una causa más común, y el síndrome ocurre en aproximadamente el 15% de las personas que la padecen.

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(iStock)

En las últimas dos décadas, los científicos y médicos han comenzado a prestarle más atención a esta cuestión, debido en parte a los avances en la tecnología de neuroimagen funcional que, como sostiene Costandi, les permite investigar la relación entre los síntomas y la actividad cerebral.

"He escuchado a pacientes decir que las cosas están patas arriba, incluso que sus madres están a su lado cuando en realidad se encuentran en el otro extremo de la habitación", dice Grant Liu, un neurólogo de la Universidad de Pensilvania, en EE.UU., quien ha estudiado el fenómeno. El especialista sospecha que el síndrome puede provocar una actividad anormal en los lóbulos parietales del cerebro, los responsables de la percepción espacial; y, como consecuencia, sesgar el sentido de la perspectiva y la distancia.

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(iStock)

Hoy en día los neurocientíficos están tratando de provocar la ilusión en sujetos sanos, ya que creen que ello podría arrojar luz sobre la manera en la que creamos nuestro sentido del yo aquí y ahora. Mientras tanto, no deja de ser reveladora la edición de Alicia que realizó el pintor surrealista alemán Max Ernst en 1941. Ernst, que había sido prisionero de guerra francés en 1936, basó gran parte de su arte en el cuento de Carroll. En el cuadro, envuelta en un manto que parece desprenderse de la propia suelo, la protagonista resulta atrapada por el mismo, como alejándose de sí misma.

Cabe destacar también que las llamadas 'metamorfopsias' características de esta condición también se denominan "alucinaciones liliputienses" en referencia a la isla ficticia de Lilliput, creada por el escritor Jonathan Swift en su novela Los viajes de Gulliver, publicada en 1726.

"Todo se vuelve más y más grande", empezaron a relatar algunas personas a comienzos del siglo XX. Al principio, parecía un asunto esporádico, una casualidad de entre miles de millones, la posibilidad de que aquí y allí alguien sintiera lo mismo. El problema es que lo que sentían no se adhería al marco de la normalidad. Unas extrañas sensaciones se fueron apoderando de la mente de tantas personas que resultaba imposible pasarlo por alto. Corría el año 1904 cuando William Spratling, uno de los primeros epileptólogos estadounidenses, publicó una serie de estudios de casos de varios pacientes con convulsiones que, justo antes de sufrirlas, sentían cómo el mundo aumentaba a su alrededor.

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