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Cómo eran los cuentos de hadas y cómo han ido cambiando con el paso del tiempo
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Cómo eran los cuentos de hadas y cómo han ido cambiando con el paso del tiempo

Las historias moralizantes destinadas a enseñar a los niños los peligros del mundo han existido desde siempre, aunque su evolución representa los cambios sociales y de pensamiento

Foto: La princesa durmiente de Víktor Vasnetsov (Fuente: Wikimedia)
La princesa durmiente de Víktor Vasnetsov (Fuente: Wikimedia)

Desde que los hombres antiguos se sentaban frente a las hogueras y contaban historias hilvanadas para trasmitirlas de generación en generación, los cuentos de hadas han formado una parte fundamental de las sociedades. De carácter moralizante y destinados a los niños, trataban (y tratan) no solo de educar, sino también de enseñar los peligros del mundo, por lo que la mayor parte de ellos tenían una enseñanza y podían ser crueles y terroríficos.

El paso del tiempo los ha suavizado, por supuesto, lo que explica mucho la evolución de la sociedad y el trato que se da a los más pequeños en la actualidad. Aunque con la llegada de internet y las redes sociales esto es más difícil, hasta hace muy poco se trataba de proteger su inocencia no mostrándoles contenido que pudiera afectarles, y los cuentos de hadas suelen estar edulcorados y tener finales felices (especialmente aquellos que surgen de la factoría Disney), además de hacerse a los nuevos tiempos. Hoy, más que nunca, las princesas son valientes y guerreras, y ya no necesitan terminar comiendo perdices con un hombre.

Antes, por supuesto, las cosas eran un poco diferentes. Interesante es la anécdota sobre cómo los primeros niños que vieron 'Blancanieves y los siete enanitos' (1937) en una sala de cine acabaron orinando en sus asientos del puro terror. Pero es que antes de todo ello ya estaban los Hermanos Grimm o Perrault para recordarnos que en los cuentos de hadas podía haber violaciones y muertes violentas, y que solo ha sido el paso del tiempo el que los ha convertido en algo que no eran.

La verdadera Sirenita

La nueva versión de 'La Sirenita', que Disney ha preparado, está causando bastante revuelo (en internet por lo menos) debido a la elección de Halle Bailey (actriz negra) para representarla. Muchos han alzado la voz para explicar que, teniendo en cuenta que el cuento es danés, esto es un caso más de revisionismo histórico 'woke'.

placeholder Dibujo de 'La sirenita'.
Dibujo de 'La sirenita'.

No obstante, ya de por sí la versión edulcorada de la factoría del ratón poco tiene que ver con el cuento de Hans Christian Andersen; aunque la Sirenita también se enamora del príncipe en esta versión, las semejanzas terminan ahí: la bruja del mar le corta la lengua y le proporciona dos piernas que, sin embargo, le hacen sufrir, pues a cada paso que da siente como si mil cuchillas se clavaran en su carne. Además, no consigue el corazón del príncipe que finalmente se casa con otra y termina convirtiéndose en espuma del mar. Una tragedia en varios actos.

Sol, Luna y Talía, la primera Bella durmiente

Antes de 'La bella durmiente' estaba esta cruel historia, escrita por Giambattista Basile en el siglo XVII, que a su vez se remonta a 'Perceforest' (novela anónima del siglo XIV). Luego serían los hermanos Grimm los que adaptarían la historia para los niños. Esa primera historia es un poco más fuerte: aquí no hay un beso que despierte a la bella, sino un rey casado que viola a una niña (Talía) que acaba concibiendo dos mellizos llamados Sol y Luna.

Los Grimm prescindieron del canibalismo, la necrofilia, la violación y la infidelidad de la historia primigenia

La cosa no acaba ahí: el rey regresa a su reino y, cuando su esposa se entera de la infidelidad, secuestra a los mellizos y da la orden al cocinero de dárselos a comer a su propio esposo, a la vez que decide quemar viva a Talía. Por suerte la historia tiene final feliz y finalmente esto no se cumple, pudiendo Talía y el rey vivir juntos con sus hijos y tal vez comiendo perdices. Pero el canibalismo, la necrofilia, la violación y la infidelidad no se las quita nadie, aunque los Grimm decidieron, oportunamente, prescindir de ellos en su versión que, de cualquier modo, no está tan edulcorada como la de Disney.

Blancanieves, una historia real

Como no podía ser de otro modo, la 'Blancanieves' de los hermanos Grimm tampoco está exenta de crueldad. En este cuento la madrastra es obligada a llevar unos zapatos de metal ardientes, con los que baila hasta que cae muerta. Según parece, se basa en una terrible historia real: la de la princesa alemana María Sofía Margarita Catalina Von Erthal, nacida en Lohrn (Alemania) en el siglo XVIII.

El pueblo de Lohr, donde nació María, era famoso por el comercio con espejos y cristales, y ella solía juntarse con los niños que trabajaban en las minas

Además de ser huérfana de madre, la pobre María había quedado parcialmente ciega debido probablemente a una viruela. Su madrastra, que tenía dos hijos de un matrimonio anterior, era cruel con ella; sin embargo, era muy querida en el pueblo. El pueblo de Lohr no solo era famoso por su industria de espejos y cristales (¿te suena?) sino que la niña era amiga de las personas que trabajaban en las minas de la región, las cuales (sorpresa) no eran enanos, sino niños.

Madres y hermanastras malvadas

La censura, quizá, ha terminado con algunos de los cuentos más crueles de los Grimm. 'La hambruna', por ejemplo, cuenta la historia de una mujer que abandona a sus hijos en un periodo de carestía. Las madres en general no salen muy bien paradas en las historias de los hermanos alemanes, aunque quizá la construcción del discurso del instinto maternal en el siglo XIX cambió a la sociedad, tomando protagonismo las madrastras frente a las madres biológicas. En los cuentos de los Grimm desfilan toda clase de personajes crueles que reciben su merecido: las hermanastras de la Cenicienta se cortan los dedos de los pies para que les entre el zapato y es la madre de Hansel y Gretel la que los abandona en el bosque, por poner algunos ejemplos.

La Bella y la Bestia, un cuento con tintes españoles

Si algo bueno nos enseñó 'La Bella y la Bestia' es eso de que la belleza está en el interior. Aunque quizá el comportamiento de la Bestia y su obsesión por encerrar a Bella en el castillo no fueran muy admirables. Lo cierto es que la novela fue escrita por la francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve y, como sucedió con Blancanieves, también se basó en una triste historia real: la de Petrus Gonsalvus, nacido en las Islas Canarias en 1537. Gonsalvus sufrió el llamado síndrome de Ambras y tenía vello por todo el cuerpo. Cuando tenía tan solo diez años lo encerraron en una jaula y lo enviaron a Francia como regalo para Enrique II, pues en aquella época los personajes 'singulares' eran muy preciados en las cortes europeas.

Foto: 'Antonietta Gonsalvus', atribuido a Lavinia Fontana.

Pero Gonsalvus no era ningún monstruo y cuando Enrique II decidió darle educación (creyendo que no funcionaría) se sorprendió al descubrir que el joven aprendía con fluidez muchos idiomas y era muy inteligente. Tanto es así que acabó siendo muy querido en la corte y se desposó con una mujer llamada Catherine con la que tuvo varios hijos, algunos de los cuales, desgraciadamente, heredaron el síndrome de Ambras. Su hija Antonieta, de hecho, también fue muy querida y conocida en la corte, y retratada en varias ocasiones.

El cuento más cruel de todos los tiempos: 'Pedrito el greñoso'

Los cuentos de hadas son moralizantes y, por tanto, crueles, pero nos gusta excusarlos con aquello de que han pasado muchos siglos desde que se publicaron y que, en consecuencia, las sociedades eran por aquel entonces muy diferentes. No ha pasado, sin embargo, tanto tiempo desde el 'Struwwelpeter' o 'Pedrito el greñoso' en español, del médico alemán Heinrich Hoffman, publicado en el siglo XIX. El cuento (precursor del cómic) consta de diez historias ilustradas y narradas en verso, y en cada una de ellas es protagonista un niño con algún mal comportamiento que recibe un castigo al final.

placeholder Uno de los cuentos de 'Pedrito el greñoso'.
Uno de los cuentos de 'Pedrito el greñoso'.

Los castigos son, quizá, desproporcionados: una niña que juega con cerillas se quema viva, un niño que no quiere comer sopa acaba muerto de inanición, otro que se chupa el pulgar termina con el dedo cortado, y un último que sale a pasear bajo la lluvia se vuela. Como curiosidad, era el cuento favorito de Eleanor Roosevelt, que en una ocasión escribió a Walt Disney rogándole que lo trasladase al cine (cosa que nunca hizo). Aunque la obra es extremadamente popular en Alemania, es cierto que con el paso del tiempo algunos psicólogos se preocuparon porque pudiera provocar ansiedad en los niños. Una visión que hoy en día, sorprendentemente, se ha difuminado. Como Hoffman era psiquiatra, una nueva revisión de la historia explica que, probablemente, muchos de sus protagonistas están aquejados con ciertos problemas mentales. Lo más parecido que podemos encontrar en la actualidad a un cuento tan salvaje sería 'Los pequeños macabros', del escritor Edward Gorey.

El cuento es un claro antecedente a las historias de Tim Burton (él mismo ha confesado en alguna ocasión ser fan del autor), pero carece del aspecto moralizante de 'Pedrito el greñoso'. Pese a todo, no hay duda de que los cuentos para niños forman parte de la historia de todas las culturas, y que son uno de los pilares más importantes de las sociedades, pues forman las cabezas de aquellos que nos sucederán.

Desde que los hombres antiguos se sentaban frente a las hogueras y contaban historias hilvanadas para trasmitirlas de generación en generación, los cuentos de hadas han formado una parte fundamental de las sociedades. De carácter moralizante y destinados a los niños, trataban (y tratan) no solo de educar, sino también de enseñar los peligros del mundo, por lo que la mayor parte de ellos tenían una enseñanza y podían ser crueles y terroríficos.

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