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La historia de los 'monstruos' que vivían en las cortes europeas
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La historia de los 'monstruos' que vivían en las cortes europeas

Nigromantes, adivinos o bufones vivían en palacio complaciendo a los reyes, que eran los dueños absolutos de aquel peculiar lugar y de sus criaturas

Foto: 'Antonietta Gonsalvus', atribuido a Lavinia Fontana.
'Antonietta Gonsalvus', atribuido a Lavinia Fontana.

Érase que se era un reino que funcionaba como un microcosmos aparte, donde todo era posible y podía suceder cualquier cosa. Un lugar plagado de magia en el que nigromantes, adivinos, artesanos, enanos o gigantes vivían, complaciendo a los reyes, que eran los dueños absolutos de aquel peculiar lugar. La lectura, por supuesto, puede ser doble, y más de uno se horrorizará al saber que aquellos reyes elegidos por las divinidades poseían una suerte de circo privado en el que explotaban a sus monstruos de feria y se reían de ellos. Pero así eran las cortes europeas hace poco más de cien años.

Velázquez dio buena cuenta de ello, al retratar la fauna que poblaba aquellos lugares, pero lo cierto es que la corte española no fue el único lugar en el que los considerados 'monstruos' a ojos de todo el mundo campaban a sus anchas intentando divertir a sus majestades. Ya en el siglo I d.C., el romano Plinio el Viejo hablaba de un bufón que servía al rey helénico Ptolomeo I, por lo que la historia viene de lejos, pero es cierto que las cortes europeas fueron las encargadas de normalizar el 'poseer' a estas 'criaturas'.

En Rusia, los bufones no solo entretenían, también daban sermones y el rey podía mantener con ellos conversaciones filosóficas o políticas

En Rusia, por ejemplo, los bufones servían para denunciar el mal y los vicios humanos, entreteniendo a su público con representaciones, de manera alegórica. A veces se les comparaba con santos, y, sorprendentemente, a menudo sus palabras tenían mayor efecto que los sermones normales. Entre ellos había personas educadas e inteligentes, nobles y aristócratas, y el rey podía mantener con ellos conversaciones filosóficas, políticas o teológicas. El zar Pedro I de Rusia, por ejemplo, sentía una extraña fascinación por los enanos, pues, según cuenta la leyenda, su hermano le regaló uno cuando tenía nueve años y tenía una estrecha relación con él. Además de servir como entretenimiento, los enanos de la corte rusa representaban otros papeles (podían cumplir la función de niños, diplomáticos, etcétera).

placeholder El enano Sebastián de Morra, pintado por Velázquez.
El enano Sebastián de Morra, pintado por Velázquez.

Los bufones entretenían, y los enanos divertían y servían para acompañar y, aunque suene raro leerlo, ayudar a que los reyes pareciesen más altos de manera literal y simbólica. Algunos han pasado a la historia, como Richebourg, reclutado por la duquesa de Orleans durante la Revolución francesa para que actuase como espía y consiguiese información. Medía tan solo 58 centímetros y tenía una gran memoria, lo que contribuyó en su papel como agente doble. Famoso también es el retrato hecho por el holandés Van Dyck de la reina Enriqueta María de Francia, casada con Carlos I de Inglaterra, en que aparece junto al enano sir Jeffrey Hudson y un mono. Sir Jeffrey era compañero inseparable de la reina y permaneció a su servicio hasta su arresto (por matar a un hombre en un duelo). Los animales exóticos también eran una costumbre en las cortes europeas, regalos de soberanos extranjeros o 'importados' de países lejanos, por lo que aquellos microcosmos estaban plagados de monos, papagayos, perros o loros que se movían a sus anchas por los palacios.

Los animales exóticos también eran una costumbre en las cortes europeas, regalos de reyes extranjeros o 'importados' de países lejanos

No hay que olvidar a otros personajes en los márgenes de la historia, como Antonieta Gosalvus, hija del canario Petrus Gosalvus, que formaba parte de la corte de Enrique II de Francia (allá por la segunda mitad del siglo XVI). Antonieta había nacido con el llamado síndrome de Ambras, lo que significa que tenía vello por todo el cuerpo, y fue retratada en numerosas ocasiones debido en parte a cierto problema. Fue una compañía exótica y querida en la corte del rey.

Y, por supuesto, en nuestra corte tampoco faltaron esos individuos. Cuenta José Moreno Villa, director de Archivo del Palacio Nacional de Madrid, en 'Locos, enanos, negros y niños palaciegos. Gente de placer que tuvieron los Austrias en la Corte española desde 1563 a 1700', que la costumbre de rodearse de estas personas, que a nosotros podría resultarnos repugnante, en realidad proviene de Asia: "Los hubo en Persia, Egipto y después en Grecia y Roma".

Los enanos divertían y ocupaban distintos puestos, pero también servían para realzar la altura de los reyes en los retratos

"Es difícil de comprender la afición a los enanos y monstruos. Pero recuérdese que ya en Grecia atraían la curiosidad y que en nuestro tiempo se ofrecen en los circos como elementos regocijantes. Los enanos, aparte de que algunos eran ingeniosos y emparejaban con los hombres de placer, divertían por su simple presencia, por su pequeñez. Pero cabe sospechar que a los reyes les gustaban por otros motivos: mirando los retratos de Felipe IV con Soplillo, y de Isabel Clara Eugenia con la enana Magdalena Ruiz, brota la sospecha de que gustasen a las personas reales por el realce que prestaban a su figura", explica.

placeholder Soplillo, el enano de Felipe IV, por Rodrigo de Villandrando.
Soplillo, el enano de Felipe IV, por Rodrigo de Villandrando.

Y es que en nuestro país fue durante el reinado de Felipe IV cuando más importancia tuvieron los enanos, de los que nos han quedado registros en parte gracias a los cuadros de Velázquez. Mari Bárbola, por ejemplo, enana de origen alemán que a la muerte de la que era su señora (la condesa de Villerable y Walther) pasó a formar parte del servicio de palacio de la reina Mariana de Austria, es conocida por todo el mundo gracias a 'Las Meninas'.

"Los Borbones desterraron a los enanos, pero se quedaron con los negros, y los bautizaron con los nombres y apellidos de la familia real"

En palacio tuvo "paga, raciones y cuatro libras de nieve durante el verano", pero tuvo que regresar a su país de origen cuando Felipe V la desterró en torno a 1700. Con la llegada del primer rey de la Casa de Borbón, esta costumbre de los enanos y bufones en la corte desapareció, aunque, como cuenta Moreno Villa: "Desterraron a los enanos y locos, pero se quedaron todavía con los negros, y siguieron la vieja costumbre austríaca de bautizarlos con los nombres y apellidos de la familia real".

placeholder Mari Bárbola, en 'Las Meninas', de Velázquez.
Mari Bárbola, en 'Las Meninas', de Velázquez.

Terminaron las extravagancias, pero quedaron para la historia, en una época en que se buscaba diversión de tal manera para huir de la melancolía de la corte. Tenemos, gracias al pintor andaluz y a otros tantos, los nombres de algunos. Otros, sin embargo, siguen siendo figuras anónimas en la historia, pues no se registraron en ninguna parte por su condición de bufones, enanos o locos. Quedaron grabados para siempre, sin nombre, en retratos, siendo referencias mudas de otros tiempos ya extintos.

Érase que se era un reino que funcionaba como un microcosmos aparte, donde todo era posible y podía suceder cualquier cosa. Un lugar plagado de magia en el que nigromantes, adivinos, artesanos, enanos o gigantes vivían, complaciendo a los reyes, que eran los dueños absolutos de aquel peculiar lugar. La lectura, por supuesto, puede ser doble, y más de uno se horrorizará al saber que aquellos reyes elegidos por las divinidades poseían una suerte de circo privado en el que explotaban a sus monstruos de feria y se reían de ellos. Pero así eran las cortes europeas hace poco más de cien años.

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