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Cuanto peor, mejor: Felipe IV y la educación en España
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Cuanto peor, mejor: Felipe IV y la educación en España

Mientras en Europa se cernía el aliento de la Ilustración, en España un coronado un pelín tarado pondría a dieta a un país muy necesitado de gentes avanzadas

Foto: 'Felipe IV', por Diego Velázquez (Museo del Prado)
'Felipe IV', por Diego Velázquez (Museo del Prado)

Mi nombre es Daniel Blake, soy un hombre, no un perro. Y como tal, reclamo mis derechos. Demando ser tratado con respeto.

Soy un ciudadano, nada más, y nada menos-

Ken Loach/Paul Laverty

Un antiguo proverbio africano viene a decir que… (Sic) "Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador."

En 1623, Felipe IV reinaba sobre un imperio de más de 20.000.000 km2 de tierra firme (el imperio español y Portugal coexistían razonablemente desde su integración durante el reinado de Felipe II) y en un ataque de lucidez, va y dicta una de las leyes estelares de su reinado cubriéndose de gloria para los restos, tal ley era la Pragmática por la que se prohibía enseñar a leer y escribir en las zonas rurales de los pueblos españoles, o dicho de otra manera se privaba de recursos al medio rural en beneficio del urbano, dando así paso a un agravio comparativo monumental en beneficio de las ciudades y dentro de estas, en aquellas de más peso en la tradición cultural; esto es, Valladolid, Salamanca, Alcalá de Henares y similares.

Foto: 'El triunfo de la muerte' de Pieter Brueghel el Viejo.

Asimismo y para rematar este despropósito, todos aquellos que no fueran de buena cuna quedaban condenados a su suerte y méritos propios sin tener más colchón que la lotería de su propio destino. Esta radical y caprichosa estulticia regia, condenaba a los pobres de solemnidad, huérfanos, mendigos de profesión, gentes sin posibles, etc. a una odisea vital llena de calamidades sin cuento, cuyo destino solía ser la inmigración hacia las Américas, dar el callo en galeras, ser carne de cañón para cualquier cosa que lo demandara o sencillamente vivir- si se tenía la dignidad suficiente-, una existencia de miseria garantizada para los restos.

Desde entonces, es más que probable que a la educación y a la cultura en este país, las haya mirado un tuerto.

¿O cabe la posibilidad de que esta vanguardista idea de crear una fábrica de analfabetos tuviera un propósito útil y elevado?

"Más de 4000 escuelas desaparecerían ipso facto del tejido educativo de esta atribulada nación"

Esta medida tenía como objetivo generar mano de obra para las labores del campo esencialmente y ser a la vez, un reservorio de desgraciados que vivirían los restos bordeando los límites de la ignorancia más lacerante, pues así lo determinaba su bien amado rey, rey al que solo le interesaba tener mano de obra precaria y con los brazos indignamente estirados ante la oferta de cualquier eventualidad que les permitiera asegurarse un mendrugo de pan. España, ayer como hoy, un país donde los súbditos de su majestad y de un estado con un ojo puesto en los pesos pesados, devora a sus hijos condenándolos al exilio económico o a vivir una existencia de calamidad e incertidumbre. Nada nuevo bajo el sol.

En aquel tiempo de oscuridad, un tonsurado escaso de azotea y poco cristiano a pesar de su confesión, un tal Fernández de Navarrete, se le encendió una bombilla en su desamparado cerebro llegando a la conclusión de que la juventud tenía que huir de los libros y dar el callo en el agro. Y punto.

De esta poco sutil manera, más de 4000 escuelas desaparecerían ipso facto del tejido educativo de esta atribulada nación, negándoseles la educación a los huérfanos, mendigos barbilampiños – que eran legión --, niños desamparados de toda laya, a la vez que se les estigmatizaba por sus carencias culturales. Al coronado del momento le pareció que había pergeñado una brillante idea cuando en realidad lo parido, era ni más ni menos que una pesadilla de por vida para sus desgraciados súbditos. Visto con perspectiva, por una mera carambola, varias generaciones de españoles se verían condenadas a raíz de esa decisión a vivir en el lodo de la ignorancia.

"Si querías acceder a la educación, tenías que pasar por la religión"

Evidentemente los seminarios permanecieron abiertos y la única alternativa para acceder a una Sopa Boba con más tropiezos, era el camino del seminario o lo que es lo mismo, si querías acceder a la educación, tenías que pasar por la religión.

La consecuencia de esta pragmática, venía derivada por la expulsión de los moriscos, de los judíos y de todo aquello que tuviera un tufillo a turbante. Por consiguiente, tras aquellas drásticas decisiones que no vamos a valorar en el presente artículo, pues este tema ya se ha tocado en esta columna en otros momentos; el país quedó huérfano de manos en el campo.

Por ende, se cogía a lazo a todos aquellos que tuvieran síntomas de analfabetismo, y se los ponía en fila hacia destinos inciertos en los que purgarían de por vida la osada decisión de un rey escaso de entendederas (otros dicen que era culto a rabiar) y con algunas carencias, más que notables en valores o principios básicos.

placeholder Palacio de los Consejos de Madrid, el lugar donde estuvieron los Estudios de la Villa en el siglo XVI (Foto: Carlos Delgado, CC BY-SA 3.0)
Palacio de los Consejos de Madrid, el lugar donde estuvieron los Estudios de la Villa en el siglo XVI (Foto: Carlos Delgado, CC BY-SA 3.0)

Mientras en Europa se cernía el aliento de la Ilustración, en España un coronado un pelín tarado apoyado en las fuerzas vivas pondría a dieta a un país muy necesitado de gentes avanzadas, de pensadores, de talentos con proyección, etc.

Todo apuntaba a que un pueblo embrutecido y adoctrinado sería más manipulable que uno educado y con criterio propio, pero como todas las historias, hay más verdades o puntos de vista sobre aquello que es sujeto de observación.

Algunos historiadores sostienen que muchas de las medidas tomadas por Felipe IV, ya fuera a través de Pragmáticas o leyes consensuadas en cortes, eran avanzadas y apropiadas para el momento, pero a la postre, el hecho de que las Escuelas de Gramática (que en puridad así se llamaban) desaparecieran, quebró en la obra viva la línea ascendente de un espectacular Siglo de Oro en el que esforzados escribanos y orfebres de la palabra dotarían de grandeza a un país que la eludía con animosidad

Se ha dicho que una clase privilegiada se vio favorecida en esta exclusión en detrimento de otra que no tenía posibilidades de tener voz. Si bien es cierto que en aquella purga los más perjudicados fueron los más vulnerables, también hay que destacar la falta de previsión en las dos expulsiones previas de las comunidades judía y morisca, soluciones intermedias había, pero eso ya entra en el territorio de la especulación y la ucronía, a toro pasado es fácil opinar.

Foto: Pedro Páez. Jesuita español y misionero en Etiopía
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Se estima que las decisiones de Felipe IV, curiosamente un hombre muy culto, estaban basadas en la no proliferación de este tipo de escuelas en zonas de páramo y muy alejadas de una demanda más atractiva. Se buscaba su asentamiento en zonas en las que la administración estuviera más presente e interviniente.

En España somos auténticos especialistas en la ley prueba – error, doctorados cum laude en deshacer los logros conseguidos por nuestros adversarios políticos, de pegarnos tiros en el pie, de ser un audaz surrealismo a la par que un pueblo inasequible al desaliento, de arrearnos patadas en los 'cojoncillos' con entrega y esmero, de zurrarnos sin parar por temas banales y de juntarnos como una piña para darle cera a cualquier invasor; en fin, para mear y no echar gota; en definitiva, una jaula de grillos.

Si, si en un análisis previo de la situación que vamos a abordar y cometemos un desliz, habrá otro momento para rectificarlo; es la esencia del espíritu de la improvisación. Con estas referencias, basculamos entre luces y sombras, aciertos y fracasos, gloria y desidia, pasado y ¿futuro?

Soren Kierkegaard dijo en uno de sus celebrados estados de gracia algo así como…“Existen dos maneras de ser engañados. Una es creer lo que no es verdad, la otra es negarse a creer lo que sí es verdad”.

Y otro colega de azotea bien ventilada, el sabio llamado Averroes decía que la ignorancia lleva al miedo, el miedo lleva al odio y el odio lleva a la violencia, y la violencia puede ser extremadamente sutil e imperceptible. Esa es la ecuación, al loro.

Mi nombre es Daniel Blake, soy un hombre, no un perro. Y como tal, reclamo mis derechos. Demando ser tratado con respeto.