10 curiosidades del Madrid de los Austrias
Pese a ser una de las zonas más visitadas de la capital, el Madrid de los Austrias está repleto de anécdotas desconocidas para la mayor parte de la población
Madrid era muy diferente en los siglos XVI y XVII, la etapa en la que Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II gobernaron en España. Si a los dos primeros se les considera los Austrias mayores, los restantes son catalogados por los historiadores como Austrias menores… Sin embargo, todos tienen en común que dejaron un sinfín de anécdotas en la Villa y Corte.
Civitatis ha recopilado las mejores y más llamativas curiosidades del Madrid de los Austrias en un listado que sorprenderá incluso a aquellos que residen en la capital de España.
La estatua ecuestre de Felipe IV
La estatua ecuestre de Felipe IV, situada en plena plaza de Oriente, frente al Palacio Real, es uno de los monumentos más icónicos del Madrid de los Austrias. El pedestal actual sobre el que se levanta data del siglo XIX, cuando la reina Isabel II pudo impulsar definitivamente el proyecto.
El propio rey Felipe IV ya manifestó en su época el deseo de pasar a la posteridad con un monumento diferente. Hasta entonces, todas las estatuas ecuestres eran iguales: con el caballo sustentado sobre sus cuatro patas. El monarca español encargó una obra única, con el corcel levantado sobre sus cuartos traseros. Dicen que el artista que llevó a cabo el trabajo, el escultor italiano Pietro Tacca, recibió incluso el asesoramiento del mismísimo Galileo Galilei para realizar los cálculos exactos.
Los secretos de Juan de Escobedo y la princesa de Éboli
Antonio Pérez, secretario del rey Felipe II, hacía y deshacía a su antojo. Pero, al parecer, sus tejemanejes fueron descubiertos por Juan de Escobedo, secretario de don Juan de Austria, hermanastro de Felipe II. El caso es que Escobedo estorbaba, por lo que en 1578 fue asesinado en la calle de la Almudena, muy cerca del Palacio Real. En esa calle, donde actualmente hay una placa que recuerda esta historia, se encuentra también la famosa escultura del Vecino Curioso.
Dicen las malas lenguas que en esta compleja trama del Madrid de los Austrias también tuvo algo que ver la princesa de Éboli, a la que atribuyeron un romance con el rey Felipe II. Para comprender este Sálvame Deluxe del siglo XVI, es posible asistir a un free tour de los amoríos de los Austrias en el que se aclaran estas y muchas otras cuestiones.
Quema de herejes en la Plaza Mayor
Bocatas de calamares, paellas, jarras de sangría a tutiplén… La imagen de la actual Plaza Mayor de Madrid, cuyo trazado definitivo se inauguró en la época de Felipe III, nada tiene que ver con la del periodo de los Austrias. En esa época, la explanada acogía diversos eventos, como por ejemplo corridas de toros. Además de espectáculos taurinos, la Plaza Mayor también era el escenario habitual para otra clase de acontecimientos. Se trataba de los autos de fe, es decir, un acto público que consistía en la quema de herejes condenados por el Tribunal de la Santa Inquisición.
Las pinturas eróticas de Felipe II
La sensualidad y el erotismo estuvieron prohibidas en numerosas épocas y momentos de la historia. La época de los Austrias no era una excepción. Eso no impidió al rey Felipe II, que en 1561 había fijado la capital en la Villa y Corte de Madrid, encargar una serie de pinturas “picantes” para decorar sus aposentos privados del Alcázar. Esas pinturas algo más “sugerentes” de lo habitual, en las que se mostraban sin pudor los desnudos humanos, fueron encargadas a pintores como Tiziano, que retrató para el monarca diversas escenas mitológicas de Dánae, Venus o Adonis, entre otros.
Las pinturas de Tiziano, y de otros artistas como Veronese, Allori o Rubens, pueden contemplarse actualmente en la exposición del Museo del Prado titulada Pasiones mitológicas. Siempre hay una buena excusa para acercarse a una de las mejores pinacotecas del mundo y disfrutar de esta visita guiada por el Museo del Prado.
La caza en la Casa de Campo
Las tareas de gobierno aburrían notablemente a los monarcas de la Casa de Habsburgo. No tanto a los Austrias mayores, pero sí a los menores, que delegaron las funciones gubernamentales en validos tan poderosos como el Conde-Duque de Olivares o el duque de Lerma.
No obstante, tanto Austrias mayores como menores compartían una gran afición: la caza. Para practicarla, solían acudir a la Casa de Campo, que en esa época era de propiedad real.
Un Cervantes ignorado
El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha no solo es una novela cumbre de la literatura española, sino también universal. La obra, escrita por Miguel de Cervantes Saavedra a principios del siglo XVII, bajo el reinado de Felipe III, no tuvo muy buena acogida en su época. De hecho, las obras que más popularidad tenían eran precisamente las novelas de caballería que se critican en El Quijote.
No obstante, el legado de Cervantes, cuyos restos reposan en el convento de las Trinitarias, en pleno Madrid de los Austrias, sigue muy vivo en la capital española a pesar del rechazo inicial.
El destartalado Alcázar de los reyes
Cuando Felipe V, primer monarca español de la Casa Borbón, vio que su residencia en Madrid sería el destartalado Alcázar de los Austrias, se le cayó el alma a los pies. Ese vetusto edificio nada tenía que ver con las refinadas estancias del Palacio de Versalles, donde hasta entonces había residido.
Que a Felipe V no le gustaba nada el Alcázar era una evidencia. Casualidad o no, lo cierto es que en la Nochebuena de 1734, se desató un violento incendio (algunos creen que provocado) en el edificio. Tras el suceso, el nuevo monarca Borbón decidió renovar por completo el inmueble. Así se iniciaron las obras del actual Palacio Real de Madrid, que en la actualidad es el complejo palaciego más grande de Europa occidental.
Combates navales en El Retiro
Al igual que sucedía con la Casa de Campo, en el Madrid de los Austrias el parque de El Retiro no era de dominio público, sino real. Por ello, los reyes aprovechaban el estanque para celebrar en él grandes naumaquias. Estas recreaciones de batallas navales eran cuidadas al milímetro, intentando otorgarles el mayor realismo posible.
Su majestad “es coja”
Una de las anécdotas más divertidas que se recuerdan del Madrid de los Austrias tiene como protagonista a Francisco de Quevedo. El escritor aseguró a sus amigos que llamaría “coja” a Isabel de Borbón. La reina, que efectivamente daba muestras de una evidente cojera, se molestaba muchísimo si alguien osaba hacer cualquier comentario al respecto. La bravuconada de Quevedo no tenía por tanto ningún recorrido, pues se exponía a un severo castigo.
Sin embargo, el escritor ideó un célebre calambur o juego de palabras. Compró un ramo de flores a Isabel de Borbón y, en presencia de la misma reina, le dijo: “Entre el clavel y la rosa, su majestad escoja”.
Francisco I, encerrado en la torre más antigua
1525. Los dos monarcas más poderosos de Europa, Francisco I de Francia y Carlos I de España, pugnan por el control del Milanesado en la batalla de Pavía. En dicha contienda es capturado el monarca francés, que es trasladado hasta la capital española. Según algunas fuentes, el rey galo pasó su cautiverio en la Torre de los Lujanes. Lo más curioso de esta atalaya, situada en la plaza de la Villa, es que está considerada como el edificio civil más antiguo de Madrid.
Sin duda, en todo paseo que se precie por el Madrid de los Austrias no puede faltar una parada en la plaza de la Villa, que alberga la sede del antiguo Ayuntamiento de la ciudad.
Madrid era muy diferente en los siglos XVI y XVII, la etapa en la que Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II gobernaron en España. Si a los dos primeros se les considera los Austrias mayores, los restantes son catalogados por los historiadores como Austrias menores… Sin embargo, todos tienen en común que dejaron un sinfín de anécdotas en la Villa y Corte.