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El libro que convenció a Alemania de que la historia de 'Hansel y Gretel' era muy diferente
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El libro que convenció a Alemania de que la historia de 'Hansel y Gretel' era muy diferente

Era 1963, un escritor alemán afirmó haber hallado la verdadera historia detrás de este cuento donde una supuesta bruja lleva a cabo un elaborado ritual para comerse a los niños

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Los cuentos populares siguen marcando la noción identitaria de la sociedad. Entre la multitud que han ido pasando de generación en generación algunos han atravesado la geografía y la mente humana con fuerza. Si haces memoria y enumeras algunos de los que se te vienen a la cabeza, seguramente coincidas en más de uno con cualquier otra persona. No es exagerado decir que todos crecimos con los cuentos que los hermanos Grimm dejaron recogidos en el siglo XVIII.

Una larga lista de cuentos que no son en realidad obra propia sino una recopilación de la tradicionalidad de este género literario a lo largo de los siglos, pasando de boca en boca a través del tiempo. Ahora, si piensas en esos cuentos que te han venido a la cabeza, es probable que en varios aparezca una figura concreta: la bruja. Los hermanos Grimm recopilaron más de diez historias en la que este personaje, sin llegar a ser protagonista, marcaba el rumbo de las mismas. A estas alturas ya estarás pensando en una en concreto: Hansel y Gretel. ¿Quién no guarda en la memoria el misterio de la casita de jengibre?

Foto: 'El pirata Garrapata', uno de los más vendidos de El Barco de Vapor.

Publicado por primera vez en 1812, este cuento ha sido interpretado, revisado y parodiado de innumerables formas a lo largo de los años, desde la literatura hasta el cine pasando por el teatro. Algunas han causado verdadera expectación, pero solo una cambió el rumbo (o trató de hacerlo) de la historia en el imaginario colectivo. Era 1963, la leyenda ya había pasado, incluso, por la gran pantalla varias veces, cuando un escritor alemán afirmó haber hallado la verdadera historia detrás de este cuento donde una supuesta bruja lleva a cabo un elaborado ritual para comerse a los niños.

Hansel y Gretel: ¿un dúo de asesinos?

En ‘La verdad sobre Hansel y Gretel’ (‘Die Wahrheit über Hänsel und Gretel’ en su versión original), el famoso dibujante alemán y escritor de libros infantiles Hans Traxler dio un giro completo a la historia: los dos hermanos eran, según afirmaba, panaderos, y no eran niños sino adultos que vivían en Alemania a mediados del siglo XVII. Al contrario de lo que dice el cuento popular, fueron ellos quienes habrían asesinado a la mujer entendida como bruja, en realidad una ingeniosa repostera que guardaba una receta tradicional y secreta de pan de jengibre o lebkuchen. Según el libro, fue aquella receta la causante del asesinato.

La investigación que había presentado Traxler en las páginas de su libro causó un enorme impacto y revuelo en una sociedad alemana que había crecido década tras década con la ficción macabra que planteaba algo más allá de la imaginación: una idea generalizada y arraigada construida durante siglos. Traxler llegó a publicar un facsímil de la receta en cuestión, así como fotografías de hallazgos arqueológicos que probarían su teoría.

Según recoge Jordan Todorov en el portal de 'Atlas Obscura', los periódicos alemanes de la época lo presentaban como el libro del año: “El Berliner Zeitung, diario de propiedad estatal de la entonces Alemania Oriental, publicó la noticia bajo el titular ‘Hansel y Gretel: ¿un dúo de asesinos?’, y en el texto el periodista se preguntaba si podría ser ‘un caso criminal de la era capitalista temprana’. La noticia se extendió no solo en Alemania, también en el extranjero. Los editores, oliendo las ganancias, comenzaron a negociar los derechos de su traducción. Hasta grupos escolares viajaron a los bosques de Spessart, en los estados de Baviera y Hesse, para ver los supuestos cimientos recién descubiertos de la casa de la bruja”.

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Fuente: Wikimedia

La tortura que marcó los comienzos de la modernidad

Spoiler: el libro resultó ser una falsificación. Pero la duda ya estaba sembrada, y como en otro cuento del siglo XVII, el de ‘Jack y las habichuelas mágicas’, el fruto de la imaginación regocijándose en sí misma creció sin parar en la mente de muchos.

Las historias y leyendas sobre brujas existen desde finales de la Edad Media, cuando en el continente europeo se desató una auténtica obsesión por destruir prácticas y formas de vida que no resultaban acordes al pensamiento cristiano. La brujería y la herejía, entre otras englobadas en las mismas, se dictaminaron así como un peligro social, y con ellas las personas que a ojos del sistema hacían peligrar el equilibrio normativo en torno al cual se estaba gestando la estructura moderna capitalista de la sociedad. Esto sirvió para torturar y asesinar a un sinfín de mujeres, las más señaladas, acusadas y determinadas en definitiva por el miedo suscitado.

Las historias de brujas que han marcado el imaginario colectivo comenzaron en la Edad Moderna, y no pueden entenderse sin apelar al cristianismo

Pero la caza de brujas no fue una práctica medieval como se cree, sino que se expandió en la temprana edad moderna. Las historias de brujas que han marcado el imaginario colectivo comenzaron entonces, y no pueden entenderse sin apelar al cristianismo. El propio concepto en sentido peyorativo nace del mismo. Las mujeres solas, que buscaban o no el amor por cuenta propia y que estudiaban el cuerpo, la naturaleza, interconectándose entre sí y con el medio silvestre representaban un desafío para el camino establecido de fe católica y ciencia absolutas, porque su sabiduría hacía tambalear los pilares de ambas. La solución: incluirlas en la narrativa del diablo del que había que huir.

Una visión normalizada a través de la literatura

El plan contra las llamadas brujas fue vertebrado a través de las páginas y a través de las bocas. Todo ello generó una visión normalizada que se asentó pronto en la literatura más allá de manuales y sentencias. La sentencia contra todas aquellas mujeres continuó en la facilidad con que la propia imaginación podía dictarla sobre sus cuerpos y sobre sus vidas. De todo un legado de obras, escritas o de tradición oral se nutren los cuentos infantiles. No es casualidad que en muchos de ellos las mujeres hagan el mal. Mujeres ancianas, misteriosas y deformadas que forman el arquetipo del peligro de su propia libertad.

En contra de lo que tiende a pensarse, los que actualmente conocemos como cuentos infantiles clásicos no fueron escritos en un primer momento destinados a un público infantil, según sostiene Beatriz Fernández Herrero en ‘Esas otras mujeres: las brujas en la literatura infantil’ apoyándose en diferentes autores, sino que, tomados de la tradición oral, estas historias estaban destinadas a los cortesanos.

Desde que se publicó la primera edición de los cuentos recopilados por Jakob y Wilhelm Grimm se ha hablado mucho del trasfondo cruel y macabro de las versiones originales, sobre todo a partir de una conciencia que surgió a raíz de las versiones animadas de Disney, que distan mucho de la historia original. Sucedió, como en la literatura, que aquellas historias tuvieron que ser corregidas para introducirlas en la infancia.

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Fuente: Wikimedia

La conclusión estaba clara

Lo que Traxler presentó no dista mucho de una realidad mucho menos fantástica que la idea de las brujas caníbales, y de hecho se ajusta a la visión crítica y analista de utilización de la figura de las mujeres en los albores del capitalismo, sin embargo este escritor fue mucho más allá: inventó un protagonista ficticio como persona real, Georg Ossegg, como profesor y arqueólogo aficionado obsesionado con encontrar la casa de la bruja de Hansel y Gretel.

Según la historia, Osseg se propuso el reto encontrar el lugar en el bosque donde los niños fueron abandonados por sus padres según el cuento. Tras una larga investigación que Traxler desarrolla perspicazmente con todo detalle, aseguraba que Ossegg había podido concluir que Hansel y Gretel no eran niños, sino adultos.

No solo eso, también recogía el supuesto descubrimiento de las ruinas de la casa en que sucede la historia, donde Osseg habría encontrado hasta cuatro hornos de cocción. Dentro de uno de ellos, incluso, habría hallado un esqueleto femenino parcialmente carbonizado que atribuyó a la llamada bruja. Según esto, Hansel y Gretel irrumpieron en la casa de la anciana, la mataron e intentaron quemar su cuerpo al no entregarles la receta de pan de jengibre. Una pequeña caja de hojalata, lebkuchen carbonizados, un montón de herramientas para hornear y hasta la mismísima receta para preparar aquel manjar alemán. La conclusión estaba clara, y el libro parecía verídico.

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Fuente: Wikimedia

Todo el trabajo de Osseg situaba la ubicación del cuento de los Grimm en Wernigerode, una ciudad del estado de Sajonia-Anhalt. Como aparecía en aquellas páginas, el hombre buscó en los archivos locales y llego a encontrar el llamado Manuscrito Wernigerode, un volumen de documentos antigüos encuadernados en pergamino que describe el juicio en 1647 de una mujer llamada Katharina Schraderin, conocida como "la bruja panadera" que, en realidad, nunca existió.

El cuidadoso trabajo para obrar un relato falso no le fue suficiente a Traxler, o sí. Aunque un año después de la publicación, todo salió a la luz y llegó a ser denunciado por fraude por muchos de los lectores que habían creído su interpretación de la historia, nunca fue detenido por ello, tampoco decayeron las ventas de su libro. De hecho, a día de hoy, todavía algunas personas creen en la astucia del profesor Osseg.

Los cuentos populares siguen marcando la noción identitaria de la sociedad. Entre la multitud que han ido pasando de generación en generación algunos han atravesado la geografía y la mente humana con fuerza. Si haces memoria y enumeras algunos de los que se te vienen a la cabeza, seguramente coincidas en más de uno con cualquier otra persona. No es exagerado decir que todos crecimos con los cuentos que los hermanos Grimm dejaron recogidos en el siglo XVIII.

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